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Que el DANE no mida más

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La entidad oficial encargada de llevar las estadísticas produce información a diario sobre los más disímiles temas. A esas cifras se le suman, también a diario, todo otro tipo de mediciones: sobre la educación, sobre la salud, sobre el agro y un larguísimo etc. Tal cúmulo de datos nos permite saber a niveles de detalle cómo vamos en todas las áreas. Los investigadores contrastan sus hipótesis y etc.

Sabemos todo pero la mayoría de las veces no actuamos o lo hacemos en el camino equivocado. El DANE divulgó esta semana la encuesta de victimización y percepción ciudadana de seguridad que una herramienta estandarizada internacionalmente y considerada la más precisa para medir los niveles de seguridad y convivencia de una sociedad.

Se trata de una muestra muy grande, de casi 30.000 encuestas (las encuestas electorales nunca llegan a las 2000 entrevistas), en las ciudades más importantes de Colombia, con una treintena de preguntas, que va a la “pepa”: le pregunta a la gente si ha sido víctima de un delito en el último año y después todo tipo de detalles sobre los lugares de miedo y los tipos del delito.

Esta es la tercera medición. Vino a perfeccionar la ya refinada estadística criminal que lleva Medicina Legal y que muchos municipios completan con sus “observatorios del delito”, los cuales son tan reputados que incluso sirvieron para que al alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, se le otorgara un premio por haber sido pionero en lo que se conoce como la “epidemiologia” de la violencia, que no es otra cosa que medir, como se hace en los exámenes médicos, e inferir factores de riesgo para evitarlos o combatirlos.

Aquí hacemos muy bien lo primero identificar la situación y -por los propios resultados- muy mal lo segundo “evitarlos o combatirlos”.

Resulta que el boletín de prensa del DANE de esta semana es casi copiado del de la primera medición: casi uno de cada cinco colombianos dicen haber sido víctimas de un delito, los delitos de hurto a personas y a vehículos son los de mayor incidencia (en promedio el 12%), solo se denuncia uno de cuatro delitos, la percepción de inseguridad es tres veces superior a la “inseguridad objetiva”.

El dato más increíble es que Pasto (¡Pasto!) una ciudad pequeña, de apenas unos 350.000 habitantes es consistentemente en las tres encuestas la que presenta la más alta tasa de victimización: un aterrador 33%, que significa que uno de cada 3 de los habitantes de la capital de Nariño han sido víctimas de un delito en el último año, consistentemente en los últimos tres años. Es decir que fácilmente todos los habitantes de Pasto han sido víctimas de un delito desde que el DANE mide.

Bogotá se mantiene en su 25%, Ibagué pasó de 20 a 23, Popayán rodea el 20 y así. Claro que hay algunas ciudades como Cali que registran una importante reducción de 20 a 13%, es decir casi el 30%, que es lo que uno esperaría que pasara con todas ya que sabemos tanto sobre la cantidad y las circunstancias en que ocurren los delitos en Colombia.

Las cifras en Colombia no son adecuadamente usadas para el diseño de políticas públicas. Los resultados de educación casi siempre dan lo mismo. El boletín podría ser copiado de un año a otro. Los colegios con los mejores resultados están ubicados en tres o cuatro ciudades, hay una diferencia enorme entre los de los colegios privados y los de los colegios públicos, la brecha entre regiones es espantosa, en el Pacífico y en el Caribe se concentran los peores números y etc.

Saber eso tiene que servir para focalizar los esfuerzos, para imaginar nuevas estrategias, en fin. Claro que los funcionarios lo intentan y a veces consiguen éxitos. En educación, por ejemplo, el programa todos a educar, que pone docentes de reconocida calidad como tutores en las instituciones de peores resultados ha permitido cambiar los resultados de algunos de ellos, pero por lo visto en materia de seguridad, todos los esfuerzos se pierden o producen un impacto marginal.

Es cierto que comparadas las cifras de 2012 con las de 2014 hay una reducción de aproximadamente el 10% en conjunto, pero resulta incomprensible que en Pasto el resultado no se haya movido ni una raya después de dos años. Diseñar una estrategia de seguridad en esa ciudad no debe ser cosa del otro mundo. Estamos hablando de un municipio que tiene la mitad de habitantes de una localidad promedio de Bogotá. No debe ser muy difícil pintar en un mapa los lugares de mayor incidencia de crimen, ni saber las horas de mayor ocurrencia, ni las modalidades de hurto.

Lo que pasa con estas cifras de seguridad, pasa también con las de desempleo, para citar otro ejemplo. Las ciudades de mayor desempleo son las mismas hace varios años. Solo en aquellos lugares donde ha habido políticas públicas innovadoras se ha logrado cambiar el índice. Ocurrió en Quibdó, a pesar de los “tecnócratas”, que se oponían a probar nuevas herramientas. En otras ciudades se hicieron los mismos planes de siempre y –por supuesto- el resultado es el mismo de siempre.

La encuesta del DANE me recordó un episodio en un Consejo de Seguridad en Pereira, que comenzaba con la revisión de las cifras delictivas y sus circunstancias. El coronel que tenía que hacer la presentación, empezó a contar y rápidamente dijo “bueno es lo mismo de todas las veces”, sin percatarse que la obligación de él era precisamente que no fuera “lo mismo de todas las veces”.

Si esta encuesta no sirve para hacer algo efectivo para reducir la criminalidad en Pasto, para aumentar los niveles de denuncia, para reducir la percepción de inseguridad, para atacar con eficacia el delito de hurto que el DANE no mida más y el año entrante se limiten a cambiarle la fecha al boletín.


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