Dos noticias el mismo día me generaron un extraña sensación de déjà vu. Me sentí por un momento de regreso en 1980, el punto más caliente de la Guerra Fría.
Por la mañana el presidente Obama sorpresivamente anunció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas plenas con Cuba después de más de 50 años de congelamiento. Y en la tarde las FARC anunciaron un cese al fuego unilateral indefinido, que para mí también resultó sorpresivo, no por el cese al fuego que es costumbre navideña, sino por ser indefinido.
Los dos temas, la pelea de los Castro con el gobierno de los Estados Unidos y las FARC, son fósiles del jurásico superior. Rezagos anacrónicos de otra época, que justifican su existencia solo por el hecho de que siempre han estado ahí, como el dinosaurio en el cuento de Monterosso.
Albert Einstein decía que la definición de la locura era hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes. El aislamiento diplomático de Cuba y su concomitante embargo (que aún persiste) solo les han servido de pretexto a los Castro para justificar la catástrofe económica y social que ha sido medio siglo de dictadura estalinista en la isla.
Argumentar, como hacen los republicanos, que el rompimiento con Cuba debe persistir debido a las violaciones de derechos humanos del régimen, que son reales y lamentables, es ridículo. En la diplomacia no hay amigos ni enemigos sino intereses. Estados Unidos, por ejemplo, restableció relaciones con China siendo China el financiador de la guerra en Vietnam y restableció relaciones con Vietnam cuando quiso limitar la expansión China.
En vez de invadir a Cuba con aviones y con marines la deberían invadir con Netflix, hamburguesas de McDonald’s, concursos musicales estilo La Voz, Doritos, películas de Will Farrell y con el trasero de Kim Kardashian, que es un arma mortal. Una ofensiva de basura mediática, seguida por una pizza con doble queso y pepperoni de Pizza Hut destruye cualquier civilización.
La propuesta de cese al fuego de las FARC es algo diferente. Por primera vez están jugando a la política y están jugando duro. Lo que buscan es un cese al fuego bilateral por la puerta de atrás. El presidente describió la oferta con una analogía impecable: nos entregaron una rosa con espinas. Por eso hay que devolverla de inmediato agradeciendo el amable gesto a León Valencia y a Iván Cepeda, quienes han sido patrocinadores de esas ideas en el pasado.
No es que uno quiera que siga el plomo, pero las fuerzas militares tienen un mandato constitucional que están obligadas a cumplir. No es de chéveres que andan por ahí matando guerrilleros. Es su deber proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos, algo que hacen con un inmenso sacrificio personal.
Si las FARC piensan que van a pasar navidades tomando avena en las plazas de los pueblos coqueteándole a las cajeras del Banco Agrario que lo piensen dos veces. Para echar un picadito con los policías veredales primero tienen que desmovilizarse, dejar las armas y reintegrase como ciudadanos, de lo contrario no hay alternativa legal sino fumigarlos como cucarachas.
Ya un pedazo de la Guerra Fría en Latinoamérica acabó. Falta el otro. Ojalá que sea rápido. Me muero por ver a Timochenko y a Márquez de Everfit metidos en un trancón bogotano rumbo al Congreso, respondiendo las vaciadas de los comentaristas radiales matutinos y atendiendo a cinco lagartos desmovilizados que acaban de llegar Remolinos del Caguán a pedir puesto.
Les juro que van añorar las bombas teledirigidas que les llovían en la selva.