Por: Andrés Ruiz, amigo de Tío Conejo
Fotos: Juan Carlos Isaza
Los primates no saltan a la vista en las travesía por los ríos o los caminos de la selva. Son difíciles de ver. Los turistas expedimos olores que ellos detectan a metros de distancia y para hacer el avistamiento más difícil nos embadurnamos con menjurje antimosquitos en nuestro viaje al Amazonas, el principal destino ecoturístico de Colombia.
Entre Leticia y Puerto Nariño hay un puñado de comunidades indígenas y la puerta sur al Parque Nacional Amacayacu. Luego del cierre del parque por la inundación de 2012 las comunidades ribereñas han buscado la forma de impulsar sus propios proyectos ecoturísticos. Una de ellas es la comunidad ticuna que vive en Mocagua; son trescientos habitantes que comparten sus cuatro mil hectáreas con docenas de micos que se mueven por el territorio en manadas.
Mocagua fue bautizada por los invasores peruanos en los años treinta, quienes le dieron el nombre compuesto que aún conserva en el papel pero no en el habla: Loreto-Mocagua. Anastasio hace parte de los viejos de este pueblo. Fue él quien me señaló el punto en la orilla donde recordaba una cañada que estaba cercada. Allí criaban tortugas y se encontraban revólveres, pedazos de escopeta, hachas y municiones; restos y ruinas de la guerra. Los más viejos, los fundadores de esta patria indígena semi-desarraigada, ya murieron.
La laguna de Mocagua, ahora restaurada, es hábitat de varias aves y Victorias Regias.
Un tercio de la población de Mocagua hoy hace parte de la asociación de turismo, que deja las ganancias en un fondo comunitario para las necesidades de la colectividad. Ver bajar el río implacable es el principal atractivo turístico de Mocagua. Todas las casas están hechas en madera y fueron decoradas con dibujos de animales y paisajes por dos hermanos que son los dos pintores del poblado.
Un sendero hacia el interior de la selva lleva a la casa de la Fundación Maikuchiga, que en lengua ticuna quiere decir 'sendero del mico'. Sara Bennett regenta este centro de rescate especializado en churucos (primates), que en el equivalente humano sería como un centro de atención para refugiados o soldados heridos en guerra. Sara es una norteamericana audaz, flaquita, con pelo blanco que no pasa del cuello y una sonrisa intrigante, como la de quien ha encontrado la mejor expresión de su ser en el entorno que lo rodea. "Nunca hubiéramos hecho un centro de rescate si no fuera por la comunidad, en un proyecto como este hay que empezar por aquí", me dijo Sara en su biblioteca que mira a la selva.
Sara Bennett lleva dos años en Mocagua. Su objetivo es unir el Plan de Vida de la comunidad, que equivale a nuestro plan de desarrollo, con la restauración ecológica del Parque Amacayacu para impulsar el ecoturismo. Los primates son los cultivadores del bosque, dispersan las semillas abonadas de la variedad de frutas que comen y nuevos árboles nacen. Las bonanzas comerciales de distintos productos como la quina, el caucho, las pieles, el petróleo y más recientemente el oro y la madera han propiciado la devastación ecológica de la selva. Los primates ayudan a reforestarla.
Sara Bennett en su centro de rescate
Pero desde que está en Mocagua, Sara no ha recibido ni un solo churuco de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonía (Corpoamazonia), que es la entidad encargada de decidir la suerte de la fauna que cae en sus manos. Corpoamazonia podría, según la especie y el estado de salud del animal, entregarlos temporalmente a un hogar de paso, a un centro de la Red Amigos de la Fauna (RAF) o a un Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVR). Hasta el momento los micos que Sara tiene bajo su cuidado han llegado de la selva por su propia cuenta o le han sido entregados por particulares para que los cuide.
La diferencia entre administrar un centro RAF y un CAVR está en que las normas le permiten al segundo la liberación de animales. Sara está frustrada porque Corpoamazonia no ha incluido su centro en la segunda clase y piensa que es por un error garrafal en la política y las normas del país sobre la liberación de fauna. Aunque de la Resolución 2064 de 2010 (Artículo 14) se desprende que la Fundación Maikuchiga cumple con los requisitos para ser un CAVR, la autoridad ambiental se empeña en aducir que el no saber de dónde provienen los micos que han caído en sus manos, ni cuáles serían los efectos de liberarlos en el Amazonas, existe un riesgo de contaminación genética que debe evitarse.
Una docena de hombres recorren trochas por la selva para monitorear el número y las actividades de los micos. Los habitantes de Mocagua llevan diez años comprometidos con la veda de cacería de estos animales y quieren abrir un grupo de monitoreo para visitantes que quieran vivir la experiencia y que estén dispuestos a un poco de inconformidad y desafío físico, pero necesitan más micos, pues la especie corre peligro de extinción en el Amazonas.
Es triste saber que los micos sí están llegando a las jaulas de On Vacation, un complejo hotelero en la Isla de Ronda, a media hora de Leticia, que es capaz de albergar más de 500 huéspedes, poniendo en ridículo el concepto de ecoturismo. La bióloga encargada de los permisos de fauna en la sede de Corpoamazonia, en Leticia, dice que ella quisiera ver los animales liberados, pero el problema del contagio genético es muy grande y la norma permite disponer de los ejemplares – “que no son más de cinco”– en zoológicos. Es sobre todo triste para Sara, que piensa que el problema del "contagio genético" es manejable. Alguna vez ella recibió un mico de una subespecie de los llanos y en lugar de enjaularlo le hizo una vasectomía "y se acabó el problema; el Llanero probablemente está aún dispersando semillas en el bosque."
Mico Bebeleche, Saginus fuscus, reposa en un tronco
La Resolución 2064 quiso materializar las preocupaciones de los científicos sobre la reinserción de especies pero no tuvo en cuenta los contextos en los que esta puede suceder. En un artículo sobre reintroducción de churucos en la selva amazónica, Sara explica que en la región "no hay evidencia de 'contaminación genética' en los mamíferos, sino de 'depresión endogámica' que es todo lo contrario porque significa que la restauración ecológica de la selva necesita más grupos de micos para que intercambien hembras. "Entonces –aclara Sara viendo caer el chaparrón afuera– la interpretación que se da a la norma en Colombia está sesgada de tal manera que los posibles beneficios de una reintroducción ni siquiera están considerados."
Para Sara, el problema está en que el programa de fauna de Corpoamazonia no es preventivo. Están pensando en términos de bodegaje, de zoológicos, en lugar de fortalecer programas de prevención de cacería y protección de hábitats. Lo que ella espera ver es "una conversación técnica más sofisticada y dirigida a cada especie de interés". Los micos no deben ser vistos como ejemplares aislados, su posibilidad de supervivencia no está determinada por su origen, sino por su relación con las poblaciones existentes en su destino.
Eso le contaron, desde Mocagua, a Tío Conejo
@Tio_conejo
@carogarcia1606
@lorenzomorales
@swillsp