El Gobierno Nacional presentó anoche el proyecto de Plan Nacional de desarrollo 2015-2019 y a partir ahí se abrirá un debate que promete ser de los más ricos política e ideológicamente hablando. En realidad no habrá una sino varias discusiones simultáneas: una será sobre la visión de país, otra sobre la distribución de los recursos y otra sobre una especie de salpicón normativo producto de que todas las entidades quieren que el Plan sirva para que se aprueben artículos que sirven para resolver entuertos o para meter goles.
Hay varias razones para pensar que este será un plan distinto: primero porque ha sido concebido de manera distinta y segundo, porque hay un Congreso distinto.
Planeación Nacional preparó el documento de Bases, que corresponde a la primera de las discusiones, la de la visión, con un detallado y juicioso diagnóstico de las desigualdades regionales e incluso de las diferencias intra departamentales. Hay una radiografía de esos -al menos- tres países muy distintos en su nivel de desarrollo que tenemos en Colombia.
La descripción de la situación del Pacífico es realmente dramática. Concurren literalmente todos los males: pobreza, violencia, aislamiento, desplazamiento, mala calidad de educación, casi nula base económica y un largo etc. Eso se sabía pero no estaba tan documentado como en las presentaciones que se hicieron en los debates territoriales –que fue otra novedad- del proyecto de Plan.
El proyecto, además diseña un sistema de presupuesto por resultados que puede ser novedoso para mejorar la eficacia de las políticas públicas.
Ese énfasis en la necesidad de “cerrar brechas” -que era como se llamaba el Plan del Gobierno de Alfonso López hace ya 40 años- parece urgente porque es éticamente inaceptable que sigamos en la historia de “territorios olvidados” con millones de personas en unas condiciones de precariedad que deslegitiman cualquier sistema político que no haya sido capaz de resolver esa enorme inequidad social.
El proyecto hace énfasis en la paz. Después de doce años de subrayar el propósito de la seguridad, los colombianos volvimos al de la paz que fue el mismo del Plan de Pastrana en 1998, hace ya 16 años. Ese debate sí que será álgido porque el Gobierno tiene la limitación de no poder incluir lo acordado en La Habana porque sería iniciar su ejecución sin que el proceso esté cerrado, una especie de concesiones gratuitas. La declaración oficial distingue entre lo que hay que hacer con acuerdo o sin acuerdo con las Farc y aquello para lo que definitivamente hay que esperar. La línea no es suficientemente claro y por ahí vendrán los primeros reclamos al proyecto.
La segunda parte, la de la plata, pues habrá menos de la esperada. El último recorte fue de 17 billones y bajó casi 90 billones desde que se empezó a concebir hasta hoy. Para muchos congresistas el debate se reduce a eso, al tira y afloje para meter en el Plan proyecto de impacto regional y local y buscar el titular de cuántos billones le toca a cada departamento o municipio. Los gobernadores comenzarán por puras razones de simbología política a quejarse del injusto tratamiento presupuestal que le correspondió a su región. Ya comenzó el del Valle y por ahí seguirán varios otros.
En la tercera vendrá la puja mayor porque en los 200 artículos se presentaron algunos que no necesariamente están relacionados con la ejecución del Plan y hay otros que podrían tener debates jurídicos de constitucionalidad, pero especialmente porque es ahí donde está la nuez del Plan. Todo lo demás es indicativo, es en esos artículos donde se amarran de verdad los instrumentos con los propósitos y se adoptan decisiones que resultan vinculantes para las entidades públicas.
El proyecto tiene innovaciones y seguramente falencias, pero lo verdaderamente nuevo en este Plan será el Congreso. Este es como una especie de trabajo de grado de un legislativo en el que hay oposición de derecha y de izquierda, en el que hay bancadas que trabajan seriamente, en el que hay senadores y representantes que hacen la tarea.
El Centro Democrático, liderado por su senador estrella, Iván Duque, seguramente hará análisis y propuestas serias, así no se compartan ideológicamente. Los verdes tendrán seguramente decenas de propuestas y un trabajo serio. En el Polo ya arrancó Jorge Enrique Robledo, con razón o sin ella, a disparar críticas al proyecto y seguramente será el escenario –ahora que es precandidato presidencial- en el que buscará recuperar el protagonismo que perdió el semestre pasado. En los temas económicos Robledo suele tener intervenciones muy interesantes. Ahí hay unos 30 o 35 senadores que están listos a animar el debate.
Los partidos de la Unidad Nacional tendrán una prueba de fuego: o hacen propuestas novedosas y pertinentes o le dejan el espacio de la opinión a los partidos de la oposición y se quedan con el forcejeo por proyecticos y partidas presupuestales que no cambian estructuralmente nada. El liberalismo prepara una batería de propuestas centradas en el combate a la desigualdad que ya se verá si logra presentar de manera unificada para tener la fuerza suficiente para que se incluyan en el texto final.
El Congreso es distinto y por eso la discusión del Plan será distinta. Se equivoca el Gobierno si cree que la discusión es solo un trámite en el que la mayoría se impone finalmente. Lo que está en juego no es si se aprueba o no el Plan, lo que está en juego es cómo se posiciona cada quién para la siguiente elección.