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En el bombardeo del Ejército en el Cauca murieron 26 guerrilleros. |
El anuncio de las Farc de decretar el fin del cese unilateral de fuego después de que se conocieron los resultados de un bombardeo del Ejército a un campamento que dejó 26 guerrilleros muertos le crea al proceso de paz un riesgo inmenso. Pero quizás también una pequeña oportunidad.
Desde que las Farc decretaron el cese unilateral hace cinco meses, el 18 de diciembre de 2014, los expertos previeron que por la forma como había sido declarado tenía pocas opciones de prosperar, tal como lo registró La Silla en su momento.
Esto porque las Farc puso como condición que este cese unilateral “se daría por terminado solamente si se constata que nuestras estructuras guerrilleras han sido objeto de ataques por parte de la fuerza pública”. Lo que en la práctica suponía que para tener éxito, el cese del fuego tenía que ser bilateral, algo a lo que el gobierno de Santos se ha opuesto públicamente hasta el momento.
Sin embargo, como casi en respuesta a ese anuncio el Presidente suspendió los bombardeos, y luego las Farc y el Gobierno acordaron arrancar unos pilotos de desminado humanitario conjunto entre la guerrilla y el Ejército, el desescalamiento parecía una realidad. Una realidad que comenzó a ser reversada con la emboscada de las Farc a los soldados en el Cauca, que fue seguida de este bombardeo y que condujo al fin del cese unilateral.
Aunque tanto las Farc como el Gobierno dijeron que pese a esta decisión el proceso de paz continuaría (ni siquiera Uribe pidió terminarlo), el proceso entra en una situación de alta vulnerabilidad.
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“Este período de cinco meses refleja el nivel más bajo de violencia desde comienzos de los años ochenta”, explicó a La Silla Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), que ha monitoreado el cumplimiento del cese desde diciembre.
Según su último informe, de este miércoles, durante los cinco meses de cese del fuego hubo 20 acciones ofensivas intencionales que se le pueden atribuir con alguna certeza a las Farc (es decir, donde había un objetivo deliberado) y otras 54 acciones probablemente cometidas por una guerrilla pero en las que se necesita que la Fiscalía establezca si fueron las Farc o el ELN. Entre jueves y viernes el Cerac no encontró ninguna acción. Esas 20 acciones comprobadas de las Farc dejaron 15 militares muertos y 35 heridos y un civil muerto. De esas 20 violaciones, ocho fueron en abril, lo que demuestra cómo se estaba degenerando el cese unilateral.
“Hubo un nivel de cumplimiento sorprendente al comienzo y en el último mes y medio se empezó a relajar. Hubo una sola violación grave, que fue la de los soldados en Buenos Aires. Las otras fueron menores en términos del impacto sobre la fuerza pública y no hubo ninguna dirigida contra la sociedad civil en cinco meses. Hubo un solo civil muerto, aunque no era el objetivo de la acción”, dice Restrepo.
Aún con esta reducción significativa en la violencia, el número de colombianos que prefieren una salida negociada es el más bajo desde que comenzaron las conversaciones en La Habana (57 por ciento) y el de gente que no cree en ella el más alto también (40 por ciento), según la encuesta Gallup que salió el 29 de abril, justo después del ataque de las Farc que dejó 11 militares muertos en el Cauca.
La imagen desfavorable de las Farc también creció con esa emboscada. Ese nivel de desaprobación del 93 por ciento, según la encuesta de Ipsos el 4 de mayo, es su punto más alto desde que arrancaron los diálogos en La Habana.
La pregunta es si nuevos ataques al Ejército como el del Cauca -que es posible que se den en los próximos meses dado que las Farc tendrían un incentivo para hacer sentir el costo de la ruptura del cese unilateral- terminarán por reducir aún más la porción de 17 por ciento más de colombianos que están a favor del proceso de paz.
Sobre todo porque esta intensificación del conflicto se dará en un período preelectoral, en el que los discursos bélicos son más rentables políticamente que los que apuestan a una negociación que por naturaleza requiere paciencia y que, además, está en un momento de definiciones que no son fáciles de asimilar para muchos colombianos.
La negociación lleva un año sin que Farc y Gobierno hayan logrado producir un acuerdo sobre víctimas y justicia transicional, el tema más complicado de todos y el que, si se resuelve, conduciría al fin del conflicto armado con esta guerrilla.
Es un asunto difícil porque implica decidir qué tipo de penas pagarán los máximos responsables del conflicto armado, cómo operaría una Comisión de la Verdad, y en qué condiciones podrían los jefes guerrilleros hacer política.
Son todos temas que tocan muchas sensibilidades y que, como lo analizó la Silla después de volver de La Habana, implican destruir las imágenes que tanto el Establecimiento como las Farc tienen de sí mismos.
Estas decisiones son más difíciles de tomar en la Mesa de La Habana si el proceso no cuenta con el respaldo masivo de los colombianos y de los factores de poder. Y si, al mismo tiempo, el respaldo al Presidente está en su nivel más bajo como lo reflejó la última encuesta la Gallup del 29 de abril y la Ipsos, que salió cinco días después., y pone a Santos en un nivel históricamente bajo de 29 por ciento de aprobación.
De ahí la importancia de los gestos de desescalamiento que se estaban tomando para crear confianza en el proceso, como el desminado conjunto, la decisión de las Farc de entregar a los menores de 15 años que estén en sus filas (no es claro todavía qué pasará con los que tienen entre 15 y 17) y el del fin del bombardeo.
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Joaquín Villalobos, el ex jefe de la guerrilla salvadoreña del Fmln y ahora asesor de la Mesa de Negociación, acostumbra decir que al principio la negociación de paz se utiliza para mejorar la posición en la guerra. Que luego la guerra se utiliza para mejorar las condiciones en la mesa de negociación. Pero que llega un punto en que la guerra estorba. Muchos analistas del actual proceso habían llegado a la conclusión de que el proceso ya estaba en esta fase.
En ese contexto, y reconociendo que ni a las Farc ni al Establecimiento les conviene romper el proceso, la actual crisis podría representar una pequeña oportunidad para la paz: definir un cese del fuego bien hecho, unilateral o bilateral.
La académica Virginia Page Fortuna, quien revisó docenas de conflictos armados que terminaron con declaraciones de cese de hostilidades y acuerdos negociados de paz y armó una base de datos de 94 casos de ceses de fuego en 60 guerras civiles entre 1989 y 1999, identificó cinco condiciones mínimas para que un cese del fuego sea exitoso, de las cuales el de las Farc solo cumplía con ser una declaración formal.
Otra de ellas es que sea específico acerca de lo que se permite y lo que no se permite durante este período. En el caso colombiano, implicaría hacer explícito si, por ejemplo, un cese unilateral o bilateral implicaría ponerle fin a la extorsión por parte de la guerrilla o incluso su participación en movilizaciones sociales.
La otra clave es que los grupos armados en conflicto estén localizados y separados de los otros. Esto es algo que Álvaro Uribe ha venido pidiendo. Aunque el ex presidente quisiera verlos a todos reunidos en un solo lugar como sucedió en Ralito, Córdoba, con los paramilitares -algo que para las Farc sería muy difícil- esta concentración de fuerzas se puede dar en varios puntos del país. Pero para acordar eso ya tiene que haber una convicción mutua de que el proceso llegará a su fin pues sostener a la gente encampamentada es un esfuerzo muy grande.
Las últimas condiciones son que existan una misión internacional que verifique el cese del fuego y que ayude a los combatientes a mantener la paz; y que exista algún mecanismo para resolver los episodios que ocurran por accidente para que no arruinen el cese del fuego.
Para esto último es que la presencia de la canciller María Ángela Holguín puede resultar muy beneficiosa pues la verificación de un cese del fuego requiere de la participación internacional.
Pero para que esta crisis se vuelva una oportunidad y no un nuevo fracaso de los colombianos para conseguir la paz habría que seguir el consejo del negociador que sabe de lo que habla porque fracasó: “La mesa de La Habana tiene que avanzar, porque el ambiente de la opinión se va perdiendo (...) Hay que lograr acuerdos para que se restablezca la confianza”, dijo el ex comisionado de paz de Andrés Pastrana Víctor G. Ricardo