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Santos recupera el derecho al adiós

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El problema de este país es que está lleno de muertos sin enterrar, me dijo alguna vez, seguramente en forma más bella el profesor Manuel Hernández. Lo entendí en la Palma, Cundinamarca, muchos años después, cuando estaba haciendo un reportaje para mi libro País de Plomo sobre la exitosa operación militar Libertad Uno, que rompió el cerco de las Farc sobre Bogotá. Cuando salía de la brigada con uno de los coroneles nos topamos con un puñado de campesinos agolpados en la puerta de la instalación militar.

La mayoría cargaba una foto en la mano. Los reportes de la prensa y de la emisora de La Palma sobre las deserciones y muertes de guerrilleros en la operación Libertad Uno les habían devuelto la fe de ver a sus niños combatientes nuevamente.

Una mamá llevaba una carta para su hijo, reclutado hacía varios años por la guerrilla, rogándole volver con ella. “Hijo, perdóndame si no supe comprenderte, pero creo que te di todo de mi parte para ofrecerte cariño extremo y apoyarte en tus decisiones. Tu primo, al que le dicen Perrito, te manda un saludo y te extraña igual que todos”, decía la carta, firmada por “tu madre”, para no ponerlo en peligro. Quería que el coronel Coronado la repartiera por donde fuera.

Ella, como los demás papás, tenía la ilusión de que si su hijo no se había fugado con vida, por lo menos recuperaría su cuerpo. Un funeral cristiano para sus hijos representaba a esas alturas un consuelo para esos campesinos.

Un cuerpo identificado. Un funeral. Un adiós digno. No parece mucho pedir y sin embargo, es algo que durante años se les ha negado a cientos de familiares de guerrilleros muertos en combate que han terminado arrojados en una fosa común. Es algo que el lunes el presidente Juan Manuel Santos anunció que cambiaría, un anuncio que pasó un poco debajo del radar mediático pero que puede tener consecuencias más profundas para un principio de reconciliación.

“Los padres de nuestros soldados asesinados y los padres de esos guerrilleros muertos son también colombianos, y sus lágrimas son las mismas, no lo olvidemos”, dijo el Presidente Santos al instalar la Cátedra de Paz. “Por eso he dado la orden a Medicina Legal de identificar sus cadáveres y entregarlos a sus familiares. ¡No más guerrilleros enterrados como NN!”.

Es un gesto que como dice Álvaro Jiménez, quien militó en el M-19 hace décadas, “es más importante que el cese de bombardeos porque es la primera vez que el Estado decide que los otros también son colombianos. Durante años hemos enterrado a los ‘otros’ como animales”.

“Yo creo que es un derecho que merece todo cadáver. Cuando tenemos muertos en combate a veces logramos enterrarlos en cementerios públicos. Pero si los coge el Ejército van a parar a fosas comunes. La familia se entera uno o dos meses después y cuando los van a reclamar, a veces incluso los persiguen porque piensan que también son guerrilleros. Hay casos de mamás que van por el cuerpo de su hijo y han terminado capturadas. Por eso, muchos ni siquiera intentan reclamar. Y eso es muy duro”, dice uno de los guerrilleros que está en La Habana.

Este gesto del Presidente no es producto de un acuerdo de la Mesa en la Habana según lo que pudo confirmar La Silla pero es un gesto que probablemente servirá para reiniciar el proceso de ir desescalando el conflicto después de la decisión de las Farc de ponerle fin al cese unilateral y del gobierno de reanudar los bombardeos en los que han muerto más de 40 guerrilleros en los últimos días. Guerrilleros, cuyas familias no tendrán que rogar para que se los entreguen ypoderles dar el adión final.

“A mi hermana la organización le hizo saber que habían cogido a mi hermano en un retén de la policía y que lo habían entregado al Ejército. Dos días después salió una foto de él y sus compañeros asesinados. Ella se fue de pueblo en pueblo, preguntando en las morgues. En una le dijeron que no habían llevado ningún cadáver. En otra le dijeron, 'aquí enterramos uno ayer.' Pidió que abrieran la fosa y no era él. Así llegó a las diez de la noche al tercer pueblo. Fue al cementerio y le dice el sepulturero, 'hay como 20 cuerpos, ya descompuestos'. Con linternas, los desenterraron porque ella insistió. Eran una cantidad de cadáveres putrefactos. No lo ve. Pero le pide que le deje llevar uno de los cuerpos para llevarle algo a mi mamá. Lo mete en una bolsa plástica y antes de llegar a la casa le compra un féretro y lo hace sellar. Finalmente lo enterramos y mi mamá descansó pensando que era él”, cuenta el familiar de un guerrillero.

Es que la reparación que más piden las víctimas no es una larga condena para los que les arrebataron a sus seres queridos. No es una indemnización del Estado. No es ni siquiera una solicitud de perdón. Es ubicar a sus muertos.

A los que murieron desaparecidos. A los que murieron en poder de la guerrilla secuestrados. A los que un día se los llevaron los paras, no los esperan sus seres queridos vivos. Los esperan muertos para poderlos enterrar dignamente.  Negarles eso es prolongar y multiplicar el dolor y también el odio.

“A los guerrilleros sus familiares los quieren y los admiran. Admiran que hayan entregado su vida a una causa. Cuando los papás o el hermano se despiden de él no saben si es la última vez que lo van a ver.

Cuando mueren, el procedimiento normal es que se enteran por boca de un guerrillero. A mí me tocó muchas veces darles esa noticia y es algo que a uno lo mata por dentro porque uno como comandante se siente responsable de sus combatientes. Me tocó incluso contarle a mi papá que habían matado a mi hermano. Es muy teso. Las familias son las que luego frentean lo de reclamar el cuerpo. Pero como mucha gente muere en la profundidad de la retaguardia, nunca aparecen”, cuenta un ex comandante guerrillero. “A mí me tocó una operación de varios días, donde tuvimos que romperle el cerco al Ejército y nos reencontramos al séptimo día. Me tocó decirle a una compañera que habían matado a su marido, también guerrillero, y que lo habíamos tenido que dejar ahí”.

Por una directiva del 2006, policía judicial debe hacer un reconocimiento de los cuerpos de los guerrilleros muertos en combate y proceder a identificarlos. Luego deben ser llevados a una morgue, y después de unos días, si nadie los reclama ser enterrados como N.N. Pero en la práctica, como los familiares se demoran meses en enterarse de las malas noticias, cuando van a reclamar los cuerpos hace meses que yacen en una fosa de no identificados.

“En Santa Ana Ramos, en el Caquetá, las Farc tiene su cementerio. Pero los que se lleva el Ejército son difíciles de reclamar. Yo conozco a familiares de guerrilleros que cuando han recuperado el cadáver lo entierran y esconden el sitio porque hay una tendencia a profanar esas tumbas”, cuenta un trabajador humanitario que ha vivido de cerca estos duelos.

La dificultad que tuvieron los familiares de Raúl Reyes para que les entregaran el cuerpo del ex comandante guerrillero abatido en el Ecuador; la disputa por el cuerpo de Jojoy; son solo los casos más visibles de una realidad cotidiana para muchos colombianos.

“Son ratas, ratas humanas”, fue como calificó el entonces ministro de Defensa a los guerrilleros del Eln que supuestamente exhibieron la pierna de un soldado recién amputado por una mina antipersonal. Y así, como ratas, algunos guerrilleros muertos son tratados. Pero también hay militares que han sido particularmente cuidadosos con honrar la muerte de sus enemigos.

“A propósito de la orden presidencial de identificar y entregar a sus familias los cadáveres de los guerrilleros abatidos, recuerdo al mayor general Miguel Pérez Guarnizo, hoy ya retirado. Este general cuando era Comandante de la FUDRA, se daba a la tarea, tras un combate en que cayera un guerrillero, de buscar a su familia y procurarle una sepultura digna. Él, personalmente, iba al lugar, hablaba con los padres del caído y les expresaba sus condolencias, pero no de manera fría o aparente, en realidad - me contaba él - sentía esas muertes. Eso lo hizo muchas veces”, cuenta un ex coronel.

Este coronel dice que, contrario a lo que algunos piensan, hay mucho respeto por los cadáveres de los guerrilleros por parte de la tropa.

“Recuerdo a un soldado que tenía bajo mi mando en el año 1993. Cuando mi compañía de contraguerrilla hacía una baja, mientras llegaba el helicóptero a recoger el cadáver este joven, que era profundamente religioso rezaba un Rosario y encomendaba el alma del fallecido. Es un tema de dignidad, de respeto por el adversario, creo que es tiempo de dejar lenguajes como: madrigueras, ratas, etc.

La medida, además, también podría beneficiar a los militares en el mediano plazo.

"Uno de los temores en nuestra gente, es que la operaciones que hoy son lícitas, legítimas, terminen siendo en unos años señaladas como "asesinatos" quién sabe en qué circunstancias, o bajo qué argumentos", dice el coronel. Lo cierto es que el discurso degradante sobre las bajas en combate, es propio de los militaristas, no de los militares, eso lo puedo asegurar. Cuando se ve a un guerrillero caído en acción, se observa a un ser humano que tomó un rumbo equivocado, pero finalmente un ser humano".

Esta decisión de Santos, que concierne a los muertos, a los que ya les da igual, es un paso gigantesco para devolverle algo de dignidad a esta guerra.


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