Por Darío Maldonado
Probablemente Colombia está atravesando por el mejor momento, en los últimos treinta años, para hacer una transformación radical en sus sistemas educativos para mejorar la calidad de la educación básica y media.
Hay varias razones para creer esto. Primero, el conflicto que durante años ha impedido que hagamos las inversiones necesarias para que el país se desarrolle, parece estar en una senda que va a conducir a su solución. Además de esto las condiciones económicas son las mejores en mucho tiempo, por lo que podemos creer que el país va a tener recursos para hacer inversiones importantes como esta. Finalmente, estamos aún en un momento en el que la estructura de la población incluye una proporción muy grande de personas en edades en las que deben estar educándose, lo que hace que la rentabilidad de estas inversiones sea muy alta.
Así que es el momento para que todo el país empiece a pensar en cómo contribuir al mejoramiento de la calidad de la educación. Para que esto funcione, necesitamos que padres de familia, estudiantes, profesores, periodistas, y en general todo el país se invoucre en el problema. Y para esto es importante discutir en detalle la forma en que se debe hacer esta transformación para que no volvamos a caer en las campañas con esloganes vacíos.
Discuto acá algunas propuestas para este propósito que han resultado de dos iniciativas en las que he estado involucrado recientemente. El primero es coautorado con Sandra García, Guillermo Perry, Catherine Rodríguez y Juan Saavedra, y fue promovido por la Fundación Compartir el segundo con Felipe Barrera y Catherine Rodríguez fue realizado para el Departamento Nacional de Planeación. Como en este texto muestro que los maestros deben ser el centro de la reforma, también hago un llamado especial a éstos para que se involucren en la campaña.
La primera idea es que la mejora en la calidad de la educación debe estar centrada en la calidad de la docencia. No se trata de echarle la culpa al gremio docente por las fallas de nuestro sistema educativo sino de reconocer que reconocer que el país ha ignorado la calidad docente durante muchos años.
La pregunta entonces es ¿qué necesitamos para tener docencia de calidad? Para tener buenos docentes necesitamos hacer de la docencia una profesión atractiva. Esto implica que los salarios sean buenos, pero también que la carrera docente sea percibida como una carrera en la cual se encuentran oportunidades de desarrollo profesional adecuado. Lo último depende de que los programas de formación de docentes sean estimulantes y de alta calidad y de que durante el ejercicio de su profesión los docentes tengan oportunidades adecuadas para ser cada día mejores docentes.
En el estudio para la Fundación Compartir, después de una revisión de las mejores prácticas en la organización del recurso docente en el mundo y de la situación de la docencia en Colombia encontramos que esto se puede conseguir con políticas organizadas en cinco ejes:
1. Mejorar los programas de licenciaturas
2. Mejorar las prácticas de selección de docentes
3. Mejorar los programas de formación durante el servicio de los docentes
4. Mejorar las prácticas de evaluación de los docentes
5. Mejorar los esquemas salariales de los docentes.
Durante años se han dado dos excusas para explicar la dificultad de una transformación como ésta: barreras legales y costos. Sin embargo en el estudio para la Fundación Compartir mostramos que una parte muy importante de esta transformación se puede hacer sin cambiar la constitución y con pocos cambios en la ley; la razón es que las leyes y decretos que el país ha desarrollado en los últimos años son casi suficientes para implementar los cambios necesarios. En el mismo estudio también mostramos que el costo no es el impedimento más importante, se necesita es una inversión que inicialmente se acerca a 1.8 billones de pesos anuales y que en el largo plazo tiende a cerca de 3.4 billones.
Estos números equivalen a cerca del 10% del presupuesto del Ministerio de Educación o a cerca de 0.2% del PIB, lo que muestra que es una inversión que el país podría hacer. Finalmente esta transformación no sólo es posible en términos económicos, sino que es posible que se de en un plazo relativamente corto de tiempo como se ha hecho en otros países.
Pero no todo depende únicamente de los docentes. Las condiciones de las familias importan como también importa la organización del sistema educativo. Sobre las condiciones de las familias el país decidió empezar a trabajar hace más de diez años con programas como Familias en Acción, este programa puede tener críticas, pero sí parece haber sido útil para llevar más niños a los colegios. También hace tiempo aparecieron programas de apoyo nutricional a los niños que cumplen un objetivo paralelo al de Familias en Acción.
Sobre la organización del sistema escolar, la intervención más importante es empezar el camino de pasar de la jornada doble a la jornada ampliada o jornada única. A ojos de muchos esta es una política que puede ser muy costosa; su costo podría llegar a ser mayor que el de la transformación docente porque requiere de inversiones en infraestructura muy importantes y porque es necesario contratar más docentes, pero sus beneficios son claros como mostramos en el documento para Planeación Nacional.
Seguramente estos beneficios serán aún mayores si se hace de forma coordinada con la transformación docente de forma que los docentes adicionales sean excelentes; pero para obtener la rentabilidad social máxima de esta reforma es necesario pensar muy bien qué van a hacer los estudiantes en el tiempo adicional en el colegio.
En una columna reciente Guillermo Perry también defendió la idea de la necesidad de un acuerdo nacional por la educación. Además de los académicos, bloggers y columnistas, necesitamos que los padres de familia se movilicen para apoyar iniciativas para mejorar la educación como lo propuso en un texto de hace unos días acá mismo en La Silla Vacía, Catherine Rodríguez. Los interesados en unirse a esta campaña pueden revisar la campaña “Todos por la educación” desarrollada por un grupo de estudiantes universitarios y apoyar la iniciativa con su firma.
Pero es necesaria la participaión de los docentes (de colegio y de las universidades) en esta cruzada. Necesitamos el apoyo de los docentes universitarios para que acepten reformar los programas de formación de docentes, de manera que sus graduados obtengan las competencias necesarias para convertirse en excelentes maestros. Los dos elementos más importantes de la reforma son incluir más práctica pedagógica con retroalimentación en estos programas y el uso de investigación pedagógica en el aula.
En cuanto a los docentes de los colegios públicos, sabemos que desde hace años reclaman una mejora en su posición social. Argumentan que la docencia está desvalorizada y que deben recibir salarios más altos, tener más y mejores oportunidades de cursos de formación para mejorar su propia labor docente. En todo esto estoy de acuerdo, la evidencia nacional e internacional soporta sus argumentos y coincide con las conclusiones de la investigación para la Fundación Comaprtir.
Pero para garantizar que esto redunde en una mejora en la calidad de la educación también es necesario mejorar la evaluación docente, de forma que tanto ellos como los rectores tengan información suficiente que les permita saber en qué deben mejorar.
En la cruzada por la educación sería deseable contar con la participación de los maestros, pero no luchando en contra de la evaluación docente, sino a favor de una evaluación distinta de la actual que sea realmente útil, que no solo dependa del rector sino de los estudiantes y de docentes pares y que se use para retroalimentar al maestro y ayudarlo a ser cada día mejor en su labor.