Hace pocas semanas se nos dio a conocer un espeluznante tráfico de prostitución en la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional y una oficial de la misma entidad fue asesinada, al parecer por causa de su denuncia de los hechos.
Días después quedaba al descubierto la compra de exámenes por parte de cadetes de la misma institución cuyo fin último les posibilitaría su ascenso. Más tarde, conocimos lo del establecimiento con fachada comercial en un barrio de Bogotá que era utilizado por oficiales con fines oscuros aunque para nada ilícito.
Ahora se destapa un tremendo tráfico de contratos y coimas al interior del ejército, que compromete a oficiales del más alto rango, quienes además de proferir insultos contra representantes de la justicia y la misma justicia, venían sosteniendo conversaciones con otros oficiales que en calidad de reclusos, habían sido acusados de atroces crímenes.
Y como consecuencia de todos y cada uno de esos escándalos se anuncian y prometen, como siempre, rápidas, rigurosas y exhaustivas investigaciones, para las cuales se ofrece no temblará la mano para aplicar justicia.
Y nada pasará.
Mientras tanto usted como yo, temerosos de salir del trabajo después de las 6 de la tarde, o temprano en la mañana, o impedidos de utilizar el celular en la calle, o tomar el Transmilenio, todo porque nunca vamos a toparnos con alguna autoridad. Nunca. Si están ocupados….Bueno, en honor a la verdad en Bogotá sí se ven policías. De a dos y tres y hasta más, pero como escoltas de los concejales de la ciudad, de los ministros, de la alta oficialidad.
Así que algo pasa también en las fuerzas militares. Como en el resto de la sociedad.
Adenda. Un oficial trajo a colación y como defensa de la entidad militar que si de los doce apóstoles uno resultó malo no podía concluirse acerca de la maldad de todos. Es cierto. Pero si nos atenemos a la anterior proporción, ¿deberíamos entonces esperar como algo normal 25.000 corruptos en las fuerzas armadas?