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APachurrado

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El efecto sicológico de las encuestas tiene a Pacho Santos desinflado y sin posibilidades reales de convertirse en Alcalde de Bogotá. En el otro lado de la balanza se encuentra Enrique Peñalosa, quien viene de menos a más y es firme candidato para ser nuevamente burgomaestre de la Capital.

 

Sin embargo, la realidad de los resultados va mucho mas allá de las mediciones de intención de voto; que si bien, influyen en la intención electoral y marcan pautas para los electores que no han decidido por quien votar, son el reflejo de las estrategias -acertadas o equivocadas - y de las situaciones políticas al interior de las campañas. Hoy, en materia de marketing político, nada se debe al azar o a la influencia sobrevalorada de las encuestas.

 

Si le damos una mirada interna a la realidad de la campaña de Pacho y de su partido el Centro Democrático, empezaremos a entender por qué, un candidato que se perfilaba como seguro finalista en la lucha por el poder en Bogotá, terminó relegado a unas cifras que, con seguridad, ya lo dejan por fuera de la contienda por el palacio Liévano.

 

Pacho tenía todo para catapultarse como el candidato que aglutinase la oposición a Petro y a la izquierda, que llevan mas de ocho años acabando con Bogotá (Samuel se la robó y Petro la desgobernó); sin embargo -como ocurrió en su aspiración presidencial- todo le volvió a salir al revés.

 

La campaña de Pacho hace agua, él mismo se encuentra triste, melancólico, solitario y su fogosidad se le fue apagando. Atrapado como está en medio de una candidatura que no tiene ninguna opción de triunfo, pasa por una sede en la que no se siente el movimiento y el fragor de una campaña y sale a recorridos en las localidades en las que se le ve como en la canción: “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”. 

 

Desde hace varias semanas, senadores importantes del Centro Democrático y líderes del uribismo, se reúnen para acordar la mejor manera de pedirle al apachurrado Pacho, que muestre grandeza con la Ciudad, deje a un lado su ego y de un paso al costado para que el Centro Democrático pueda jugar de frente en la candidatura que hoy tiene la impronta ganadora, que aglutina el sentimiento electoral en contra de la izquierda y de Petro: la de Enrique Peñalosa. 

 

La realidad de Pacho es la de un candidato víctima de sus propios errores, como la conformación de una lista al concejo sin consultar las realidades políticas de la ciudad ni de su partido, eso le trajo consecuencias funestas, en vez de sumar, restó; en cambio de acercar, espantó: tal vez la mas visible de esas pérdidas fue la partida de Marta Lucía Ramírez y con ella, del conservatismo, que se fueron, después de que le cerraron los espacios en el Pachismo, hacia la campaña de Enrique Peñalosa.

 

La causa de su inviable campaña no son solamente sus errores de olfato político, son también sus realidades personales y la dinámica de su partido: es el único miembro del bogocentrismo que se pasea dentro de un movimiento político compuesto por líderes regionales, que en nada se le parecen, que no lo quieren y que son furibundos seguidores de un único guía que los cohesiona: Uribe.  En medio de las diferentes facciones del Centro Democrático, Pacho es una mosca en leche.

 

El Centro Democrático es un partido político en el que Uribe parecería ser todopoderoso. Sin embargo -contrario a lo que hacía como Presidente-; ha decidido no poner orden en lo terrenal, cuando de disputas políticas entre sus miembros se trata (basta ver lo que ocurrió con el aval para la gobernación de Antioquia). Y si no lo hace el Ex Presidente, con toda la ascendencia que maneja entre sus súbditos; menos lo va a hacer Pacho, entre cuyas virtudes no está la del liderazgo. Por lo tanto, ninguna figura importante de su partido se la jugó a fondo con su causa y cada vez representa menos lo que esa colectividad encarna, si es que algún día lo hizo.

 

Hoy el uribismo se encuentra en medio de una lucha intestina para definir quién se queda con la batuta que impondrá candidatura presidencial en el 2018. Es un partido con dos grandes vertientes: la de los políticos que se arrimaron a la popularidad de Uribe, se reencaucharon a su lado y entienden el lenguaje de la manzanilla, encabezados por Oscar Iván Zuluaga, Fabio Valencia y María del Rosario Guerra. Sus contradictores, los seguidores ideológicos de Uribe, liderados por José Obdulio, a cuya sombra están Alfredo Rangel, Everth Bustamente, Paloma Valencia y otros.  

 

En medio de ese sándwich quedó Pacho: atrapado entre los ideólogos que le apuestan al fracaso del grupo de la manzanilla en las  próximas elecciones de Octubre, con la esperanza que después de ellas y ante la debacle electoral de un Centro Democrático controlado hoy por el ala politiquera -según lo ven los “ideólogos”-, ocurra el relevo del mando y puedan ellos manejar la lucha por la sucesión del poder presidencial en el 2018.

 

No es la mejor posición para Pacho: en manos de los políticos que lo sacaron por la puerta de atrás en la convención que lo iba a postular como candidato a la presidencia y en las de los ideólogos -que son quienes mas afinidad tendrían con él-, a quienes tampoco parece interesarles mucho su triunfo, apostando como están, a la crisis post electoral.

 

Pacho sigue diciendo que va hasta el final y conociendo su olfato político, puede que termine haciéndolo; mientras tanto, el voto útil que acompañaba su candidatura se desplaza inexorablemente hacia Peñalosa. Le quedan pocos días al candidato, para que, por primera vez en su corta y fracasada carrera política electoral, tome la única decisión que algún rédito le puede dejar: declinar a su candidatura.


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