Mucho se ha hablado de las propuestas de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá, de sus perfiles, de quién trabaja con ellos, quién los apoya. De lo que no se ha hablado es quizá de lo más importante: su estilo de liderazgo.
Por eso, La Silla consultó a personas que han trabajado con ellos y los han tenido como jefes para entender cómo mandan, cuáles son sus fortalezas y sus debilidades, y cómo podrían gobernar si cualquiera de ellos llega a ser elegido como el próximo alcalde o alcaldesa.
Hablamos con al menos tres personas que cumplen este perfil para cada uno de los cuatro candidatos que tienen más chance hoy de quedarse con la Alcaldía y estas son sus conclusiones.
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Pardo es un intelectual. Una persona que se aproxima al mundo y a la política a través de las ideas. Esta es su gran fortaleza y también su gran debilidad.
Es su fortaleza porque es una persona muy poco impulsiva que actúa respondiendo a la mejor información y análisis que tiene a su disposición.
“Hace todo el protocolo. Tiene 10 personas que le están diciendo qué tiene hacer, luego hace un “focus group”, todo el método”, dice una persona que trabajó con él. “Es una persona totalmente orientada a sus resultados, que toma decisiones con base en cifras y análisis. Actúa rápido pero también es reflexivo. Establece con claridad sus metas y es atento al detalle”, dice otra ex subalterna.
Precisamente porque su involucramiento es racional y no se engancha emocionalmente, le queda fácil tender puentes con otros que piensan diferente, aún en los contextos más polarizados como ha demostrado a lo largo de toda su trayectoria pública, que es extensa y libre de manchas y cuestionamientos graves.
Pardo lleva 30 años en el centro del poder y en todos los cargos le ha tocado lidiar con ambientes altamente polarizados y le ha ido bien: fue director del Plan Nacional de Rehabilitación (un ambicioso programa del gobierno para promover desarrollo local en zonas marginales y violentas a través de la participación ciudadana); Consejero Presidencial para la Paz, donde lideró las desmovilizaciones de varios grupos guerrilleros, incluido el M-19; primer ministro de defensa civil; senador uribista y luego, a raíz de la ley de Justicia y Paz con la que no estaba de acuerdo, antiuribista; y más recientemente, ministro de Trabajo durante casi los cuatro años de Gobierno.
Este trabajo es aplaudido por los sindicalistas con los que logró tener buenas relaciones que ha cosechado incluso hoy, porque como ha contado La Silla, en buena parte lo están apoyando a él a pesar de no ser un líder de izquierda.
Su aproximación intelectual a la política, sin embargo, también es su debilidad.
Es tan reflexivo, tan serio, que “delante de él se crea una ‘barrera invisible’ que lo separa de la gente, en palabras de de una persona que trabajó con él”.
“Socialmente es muy divertido, muy irónico, pero en lo público no se entrega. No logra que la gente se enganche”, dice una persona que lo conoce hace tiempo. A pesar de que es frío con la gente con la que trabaja, agrega otra fuente que lo conoce, su equipo confía mucho en él porque saben que él les va a ser fiel hasta el final.
“Su debilidad es que es de pocas palabras y poco empático. Ello puede afectar su efectividad conectando con la ciudadanía y para mantener su equipo conectado. El reto es mantener el compromiso”, coincide otra fuente que lo conoce porque ha trabajado con él.
“Como líder es efectivo y ha logrado hacer reformas muy importantes para el país. Pero le conviene rodearse de personas más orientadas a las personas. Se rodea de gente técnica buena pero ellos también son fríos y distantes”, agrega la misma fuente. Cuando eres elegido necesitas estar cerca de tus electores, comprenderlos, interesarte por ellos. Ese es su reto”, dijo.
Las tres fuentes coinciden en que Pardo tiene una ventaja y es que sabe escuchar y se deja convencer con argumentos, sin perder nunca la dirección de sus equipos. “Siempre te corta de la manera más elegante, pero claramente está dando una instrucción”, dice uno de ellos.