![]() |
Enrique Peñalosa recibió el triunfo junto con la ex candidata presidencial, Marta Lucía Ramírez, y el senador de Cambio Radical, Carlos Fernando Galán. Fotografía: Daniel Morelo |
Con el triunfo de Enrique Peñalosa, ganó el cambio en Bogotá y cayó el mito de que Peñalosa ganaba encuestas pero no elecciones. La quinta fue la vencida.
Después de participar en 9 de las 13 elecciones que ha habido desde 1990, y no ganar desde octubre de 1997, el candidato avalado por firmas y Cambio Radical llega al Palacio Liévano con casi 900 mil votos, casi un 5 por ciento más que Rafael Pardo y casi doblando a Clara López.
Lo hizo porque logró representar mejor que sus rivales un cambio de dirección para la ciudad y encarnar el antipetrismo.
Tenía con qué hacerlo. No solo fue uno de los críticos más vocales del alcalde actual Gustavo Petro contra quien perdió hace cuatro años, sino que él encarna junto con su ahora aliado Antanas Mockus la transformación de Bogotá de los años 90. Un modelo que fue reemplazado y contra el cual cabalgó la izquierda durante los últimos 12 años y que nuevamente se enfrentó a las urnas este domingo.
Sin embargo, era un triunfo improbable hace ocho meses cuando se rumoró que lo intentaría por quinta vez.

%2019_15_43.png)
Como Peñalosa representó el cambio, lo que viene ahora es el cambio, con todos los traumatismos que eso implica.
El principal cambio será el estilo de gobierno. Su estilo de liderazgo es ampliamente conocido, y despierta sentimientos extremos: genera compromiso y pasión entre sus seguidores y rechazo y rabia entre sus detractores. Con lo cual, el ambiente crispado que rodea las políticas del distrito continuará.
Tras doce años del gobierno de izquierda, el segundo cambio será en la burocracia y la nómina del distrito. Si algo ha caracterizado a Peñalosa es un equipo fiel de funcionarios que creen en su visión y que siguen su línea. La sensación de improvisación y la rotación de las cabezas de las entidades del distrito que acompañó el gobierno de Petro no se sentirá en la administración Peñalosa.
El tercer cambio, es que la movilidad tomará un primer plano real, y no discursivo, en los próximos cuatro años. Peñalosa lleva 15 años pensando qué va a hacer en ese frente y movilidad e infraestructura es su frente. A eso se agrega que tendrá toda la voluntad política del dueño de la chequera para las obras civiles, que es su aliado Germán Vargas Lleras.
Cuarto cambio, la izquierda regresa a la oposición, un papel donde se siente cómoda y donde ahora tiene de su lado el conocimiento real de su gobierno. Eso quiere decir que el control político de la izquierda en el Congreso y en el Concejo será un factor clave en esta administración.
Y lo quinto, el tema en la Alcaldía volverá a ser local porque Peñalosa llegó a donde siempre quiso estar.
Como lo contó La Silla, Enrique Peñalosa es un obsesionado con la ciudad. Y esta obsesión con su visión es su fortaleza pero también su debilidad.
Peñalosa lleva más de 20 años pensando solo en la ciudad y eso le ha permitido tener una visión clara de la ciudad que quiere y qué intentará hacer para lograrlo si es Alcalde.
Esa es, quizás, su mayor ventaja: Peñalosa está tan convencido de su visión de ciudad que ha sido capaz de formar equipos de técnicos y expertos que están comprometidos con él y con esa visión. Los convence, dice una persona que lo conoce desde hace mucho tiempo, con solo 30 minutos de hablar con ellos. Transmite pasión que se transforma en trabajo en la dirección que él busca.
La prueba es que su Alcaldía se convirtió en un semillero de técnicos en la ciudad.
Además, hace control permanente. Es un micro y un macro gerente. No acepta excusas, no las entiende.
Sin embargo, está tan convencido de sus ideas que escucha muy poco a quienes lo rodean y particularmente, a quienes le cuestionan el modelo de ciudad que tiene en su cabeza o simplemente no caben en él.
Peñalosa está convencido de que la desigualdad (que es un tema prioritario para él) se resuelve principalmente a través de los bienes públicos y que lo que tiene que hacer un Alcalde es compensar con bienes públicos las deficiencias que tiene la población en lo privado. Y es con ese lente con el que él se aproxima a la mayoría de los problemas de la ciudad.
Por eso, la prioridad que le da a la construcción de vías, o de parques o a la defensa del espacio público: porque está convencido de que mientras los ricos tienen un club a donde llevar a los hijos a recrearse o tienen carro para ir por la circunvalar, los pobres tienen que ir a un centro comercial a vitrinear o embutirse en un bus durante dos horas.
Pero Peñalosa desdeña la política, incluso la política en un sentido más amplio. Por eso su gran reto en esta Alcaldía será rodearse de gente que entienda la ciudad de manera integral y más allá de la infraestructura urbana.
Sobre todo, porque en los años que viene, si se firma un Acuerdo Final con las Farc, las movilizaciones sociales serán una cosa rutinaria y todas ellas terminan escenificandose también en Bogotá.
También porque la Bogotá que recibe es muy diferente de la que heredó de Antanas Mockus.
La izquierda fue derrotada pero aún así millón y medio de personas votaron en contra suyo.
Su habilidad como mandatario también se medirá por su capacidad para hacer la transición del modelo lo menos violenta para todos.
Su verdadero éxito será que la idea del Cambio que lo eligió incorpore también la de no parecerse en mantener los niveles de pugnacidad de su antecesor.


En marzo, según la encuesta Polimétrica de Cifras y Conceptos, Peñalosa tenía un 11 por ciento de intención de voto y quedaba en el tercer lugar, debajo del liberal Rafael Pardo y empatando en el mismo lugar con el uribista Pacho Santos, que sí llevaban meses haciendo campaña. Clara López, en ese momento, era la candidata a vencer.
Eso dejaba a Peñalosa con algún chance de competir pero su imagen negativa del 57 por ciento -más alta en ese momento que la positiva del 37 por ciento según esa misma encuesta- le creaba un techo pesado que le auguraba un esfuerzo monumental para lograr ganar. Uno de cada cinco votantes decía que nunca votaría por él.
Sin embargo, él y Carlos Fernando Galán y David Luna -que en ese momento conformaron el Equipo por Bogotá- consideraron que el antipetrismo que se vivía en la ciudad creaba una oportunidad única para su propuesta de cambio puesto qué él naturalmente la encarnaba, mucho más que Pacho Santos que si bien la podía representar ideológicamente no tenía hechos para demostrarlo en Bogotá.
Su retórica inicial fue invitar a Pardo a hacer ‘equipo por Bogotá’ pero la verdadera estrategia de la campaña desde un inicio fue tratar de hacerlo inviable y quedarse con el centro que representaba el ex ministro de Santos. Lo intentaron hacer con dos estrategias: mostrar que Pardo no era una alternativa a Petro, y que en cierta forma esperaba su guiño (lo cual era cierto en ese momento) y pintarlo como el candidato de las maquinarias mientras que Peñalosa esperaba serlo el de los ciudadanos.
Esta segunda estrategia obviamente se abandonó cuando se comenzó a disparar en las encuestas y decidió aceptar el aval de Cambio Radical.
El aval del partido del Vicepresidente, que en un primer momento tanto Peñalosa como su mano derecha Carlos Fernando Galán rechazaron, le quitó al candidato su aura de perdedor en serie por varios motivos, pero principalmente dos.
El primero, porque le dio un ‘momentum’ a la campaña en un momento clave. Segundo, porque puso a su disposición una maquinaria con capacidad de aportarle unos votos seguros en Bogotá. Tercero, porque le quitó ese activo a Pardo, quien ya no pudo presentarse como el candidato de la Unidad Nacional. Y cuarto, y quizás más importante, porque contar con el aval del Vicepresidente le abrió puertas entre algunos financiadores clave que prefieren estar del lado de donde hay una expectativa clara de poder.
A este aval, se sumó el de la ex candidata presidencial conservadora Marta Lucía Ramírez y que le mantuvo el momentum a la campaña otro rato.
El último empujón que le sirvió a Peñalosa fue el de Antanas Mockus, la última semana, y cuando ya todos los mockusianos visibles se habían ido donde Pardo. Su abrazo en Nueva York consolidó la imagen que faltaba: la de la transformación de Bogotá de los 90. De paso, Mockus que es como un ‘Limpiatodo’ pudo haber ayudado a contrarrestar la imagen del ‘todo vale’ que tiene Vargas Lleras y todas sus alianzas entre muchos bogotanos.
En una campaña que giró más alrededor de los temas del pasado que del futuro, Peñalosa, anclado en lo que hizo hace casi 20 años, logró generar la suficiente esperanza en los bogotanos que añoraban el fin de la era de la izquierda y alzarse con el triunfo. La quinta fue la vencida.