A raíz de la nota alrededor de las fotografías que ganaron el Premio Simón Bolívar, se ha armado en el foro de La Silla un intenso debate sobre la decisión de este medio de divulgar el nombre de Aníbal Pérez como la fuente que nos había dicho que él le dio las fotos a Alejandro Arias, el bloguero que presentó como propias las fotos de la Drummond contaminando con carbón en alta mar.
Varios usuarios, en los foros y en Twitter, han criticado a La Silla, y en particular a nuestra periodista Laura Ardila, por haber revelado la fuente. Dado que yo fui la que tomó la decisión de revelar el nombre de Aníbal paso a explicar mis razones y también para abrir el debate con los usuarios, como lo hemos hecho en otras ocasiones, sobre la relación con las fuentes.
Como hemos explicado en la nota, Pérez inicialmente habló con nosotros dándonos el nombre y la cara. Nos dijo que él le había dado las fotos a Arias. Luego de que entrevistamos a Arias, Pérez nos llamó a decir que Alejandro había hablado con él y que por favor no reveláramos su nombre porque Arias le llevaba unos procesos a la asociación que lidera. Nosotros decidimos concederle ese privilegio y no revelamos su nombre. Pero al otro día Pérez salió públicamente a desmentirnos y a decir exactamente lo contrario de lo que nos había dicho el día anterior.
En los cinco años que lleva La Silla al aire, esta es la primera vez que revelamos el nombre de una fuente que nos haya pedido anonimato. Y lo hicimos porque la fuente violó el pacto implícito que existe entre las fuentes y el periodista cuando habla off-the-record.
El acuerdo tácito es que uno protege el anonimato de la fuente con el fin de que la persona pueda hablar con confianza y que esta información, de interés público, llegue a la sociedad. La razón para hacer esto es que, si no se concede ese privilegio, la sociedad se quedaría sin esa información que es valiosa para el público porque la fuente tendría miedo de hablar, ya sea por razones de seguridad o porque se queda sin el puesto o por cualquier otra razón.
Por eso, si la fuente que se beneficia del off-the-record dice mentiras, o si habiéndo dicho la verdad al periodista luego sale y desmiente esa información públicamente, viola su lado del pacto y releva al reportero de su obligación de guardarle el anonimato, puesto que la sociedad no se beneficia para nada si el resultado no es conocer la verdad sino todo lo contrario. Esta es la protección que tiene el público de que los periodistas no serán utilizados por fuentes de mala fe para meter información falsa.
Obviamente, a nosotros todo el tiempo fuentes nos dan datos de manera anónima para que los verifiquemos. Muchas veces esa información es falsa o no conduce a nada. Eso es lo normal en este oficio y no por eso vamos a revelar sus nombres. Por ejemplo, en el caso de la supuesta muerte de Alfonso Cano, nuestras fuentes nos dieron una información que no resultó cierta y jamás revelaríamos quiénes fueron porque fue mi error no haber rastreado bien el orígen de esta información. A ninguna de las fuentes le constaba personalmente el momento en que Cano había sido supuestamente dado de baja.
Pero otra cosa es que una fuente diga que hizo algo personalmente y que luego afirme lo contrario, como sucedió en en este caso. Tan no necesitaba esta persona la protección de su anonimato, que -como lo contamos en una segunda nota- Aníbal le había dicho a un periodista del Magdalena en video, el día antes de la publicación de nuestra nota, que él le había entregado las fotos a Arias y pensaba denunciarlo penalmente. Y solo después, cuando al parecer había llegado a un acuerdo con el bloguero, según indica el intercambio de chats con el periodista que grabó el video, cambió de parecer.
Esta mala fe no es parte del acuerdo de confidencialidad entre la fuente y el periodista, por lo menos no con La Silla.