Salvo que algo muy desgraciado ocurra, en pocos meses se habrá firmado un acuerdo final en el que se fijarán las condiciones para que se acaben las Farc. Lo que los colombianos tendremos que decidir el próximo año es si estamos dispuestos a pagar ese costo a cambio de que esa guerrilla deje de existir o si por el contrario preferimos seguir buscando ese propósito por el camino más largo de la confrontación.
Tienen razón quienes dicen que eso no es la “paz”. No, el acuerdo es algo mucho más concreto, el resultado se produce casi en forma inmediata: no habrá más Farc. Lo que venga después va a depender de nosotros, no de las Farc. Ya veremos si somos capaces de aprovechar esa oportunidad para superar la ilegalidad y la violencia que se ha reproducido como si fueran naturales, pero eso no depende de que se firme el acuerdo y ni siquiera de si lo cumplimos o no, depende de si en vez de seguir hablando y actuando contra las Farc, liberados de eso, nos dedicamos a la tarea de construir un Estado que sea capaz, de verdad, de mantener un orden y ofrecer condiciones para que la gente pueda ejercer eficazmente sus derechos.
Esta semana se divulgó el acuerdo sobre las condiciones de justicia que se aplicarían a los miembros de las Farc una vez dejen de ser guerrilla. Cada uno puede tener la opinión que quiera sobre el acuerdo, pero lo cierto es que si conseguimos eso que dice ahí será mucho más de lo que hasta ahora hemos logrado en esa materia por la vía de la teórica capacidad del Estado de imponer la ley a quienes la infringen.
Lo que hemos tenido hasta ahora ha sido impunidad, ausencia de verdad, reparación de víctimas a cargo exclusivamente del Estado. Nada de lo que los opositores al acuerdo reclaman lo hemos logrado por la vía de la confrontación.
Lo primero que no hemos logrado es acabar con las FARC. Ahora estamos cerca de que eso ocurra y paradójicamente quienes más han venido pidiendo y buscando eso ahora se oponen a que ocurra. Si el acuerdo fracasa porque la gente lo rechaza y vota mayoritariamente por el no o porque las exigencias jurídicas no logran superarse, el único resultado concreto que tendremos es que seguiremos con las FARC. Aceptemos que el dilema no es guerra o paz, en la práctica el dilema es si más FARC o no más FARC.
Tampoco hemos logrado que los victimarios reparen a sus víctimas, ni en términos simbólicos, ni en términos monetarios. Por ejemplo, por la masacre de Bojayá fue condenado el Estado colombiano a pagar más de 1.500 millones de pesos a las víctimas. Con el acuerdo habría alguna posibilidad de que las FARC reparen a sus víctimas y sin embargo uno de los argumentos más usados por los opositores esta semana era precisamente que a los colombianos nos toca pagar por las atrocidades de la guerrilla. Pues así ha venido siendo y sin el acuerdo así seguiría siendo.
Que no pagarán cárcel, pues es que ahora tampoco la pagan. Nunca un miembro del secretariado de las FARC ha estado en la cárcel. Muchos pasaron la vida en la guerrilla y jamás pisaron una cárcel. Unos murieron de muerte natural, como Jacobo Arenas, y Tirofijo, nada menos, sin que el Estado hubiese sido capaz de llevarlos a la cárcel. Ahora le piden a los negociadores que consigan lo que la sociedad no ha logrado en sesenta años.
Oí hace poco a Alan Jara relatar cómo se había encontrado con uno de los guerrilleros que lo mantuvieron secuestrado durante años. Ese guerrillero, que era el que custodiaba al General Mendieta al momento de su liberación, se desmovilizó no sé en qué condiciones, pero lo cierto es que está libre, no estuvo en la cárcel, va por los despachos públicos y por las calles de Villavicencio sin ningún problema y –para que el ex Presidente Uribe y el Procurador se aterren- ¡fue candidato a un concejo municipal en las elecciones pasadas!. Ni cárcel, ni inhabilidad política, ni reparación, ni nada a pesar de haber cometido el delito de secuestro que dicen que no se puede indultar ni considerar conexo con la rebelión.
Todos son sofismas. El acuerdo no va a generar impunidad. Impunidad es lo que tenemos hoy. El acuerdo abre la posibilidad de que las víctimas sepan la verdad, de que las familias que buscan a alguno de sus miembros que resultó desaparecido en el marco del conflicto sepan de su paradero, de que la guerrilla entregue algo de sus bienes para reparar porque si no lo hace sus miembros pueden pasar 20 años en la cárcel.
Pero más allá de los eventuales avances que traigan los acuerdos, insisto, lo concreto es que si el final del proceso de La Habana resulta viable jurídica y políticamente se acabarán las FARC, es decir que eso por lo que marchamos millones de colombianos el 4 de Febrero de 2008 se podrá lograr, en cambio, si quienes rebuscan argumentos para hacerlo imposible logran su cometido tendremos FARC por no sé cuántos años más.
Lo que pase después será lo que nosotros hagamos. Me ilusiono de que los que queremos que haya una sociedad más igualitaria, una mejor democracia y etc logremos que, ya sin FARC, y aprovechando la euforia del acuerdo podamos impulsar las transformaciones profundas que creemos se necesitan. Será una contienda política desafiante para enfrentar a los que, por el contrario, creen que hay que tratar de que no pase nada. Pero todo eso es después, sobre todo después de vacaciones que por fortuna para quienes viven a zonas de conflicto serán sin ataques de las FARC gracias al proceso de La Habana y a pesar de sus detrctores. Felices fiestas.