Aunque la esperada doble calzada Santa Marta-Barranquilla, arteria clave para comunicar la región Caribe con el interior del país, hoy está más cerca de ver por fin la luz, en su camino aún enfrenta retos del tamaño de catedrales: el reasentamiento de uno de los peores cordones de miseria del Magdalena y el impacto al complejo lagunar que ha sido víctima de una de las más grandes tragedias ambientales de Colombia.
El papel hasta ahora de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales ANLA, que tiene que ver con ambos, lejos de despejar dudas despierta preocupaciones entre quienes ya empiezan a debatir el megaproyecto en audiencias y mesas de trabajo.
Recién posesionado como vicepresidente, en 2014 Germán Vargas Lleras viajó al Magdalena en una gira que hizo por varias regiones junto a los altos funcionarios de los sectores que le entregó Santos II. Allí se reunió con el entonces gobernador Luis Miguel ‘el Mello’ Cotes y parte de su gabinete. “Pidan”, les dijo al solicitarles una lista de las obras que quisieran para el departamento con su ayuda.
Entre los proyectos propuestos por el Mello, el de la doble calzada fue uno de los que más lo enamoró. Lo anotó en la agenda que siempre carga y al poco tiempo logró que se aprobaran vigencias futuras de la Nación (175 mil millones de pesos) para un pequeño pero estratégico tramo: los cerca de 8 kilómetros que pasan por el municipio de Ciénaga e implican reasentar a unas 1.500 familias que viven en condiciones de extrema pobreza y vulnerabilidad sobre un humedal, cuya licitación está a cargo del Invías.
Los 57 kilómetros restantes, desde el puente Pumarejo hasta la entrada de Ciénaga (sector de ‘la virgencita’), se contemplan vía Alianza Público Privada o APP con un consorcio que está a un paso de quedarse con el negocio: que consiste en que el privado pone los cerca de 600 mil millones de pesos que vale la obra y los recupera con la plata de los dos peajes que hay en la vía por la que hoy pasan 8.600 vehículos diarios.
La cuestión de ese segundo tramo: está en zona de humedal reconocido como “ramsar” (una convención internacional que protege los humedales con un valor ecológico excepcional), pasa por un parque nacional (el Vía Parque Isla de Salamanca) y toca terrenos que al menos en papel cuentan con uno de los niveles de protección más altos del país. Eso porque a fines de los 50 todo ese sector fue víctima de una inmensa y triste afectación ambiental, justo después de que se construyó la calzada única que está actualmente.
Además, este pedazo de la doble calzada también exige el reasentamiento de un grupo de pobres (entre 400 y mil familias) muchos de los cuales malviven dentro de ranchos, algunos de ellos palafíticos, en las poblaciones orilleras de Pueblo Viejo, Tasajera y La Isla, con los que no se anticipa un proceso fácil porque muchos no quieren mudarse ya que su actividad es la pesca.
La Silla Caribe recorrió el trayecto de la futura nueva vía, que será el mismo de la carretera actual excepto a la altura de Ciénaga, y habló con todos los entes y sectores involucrados, para contar punto a punto los dolores de este paso hacia el desarrollo que es considerado necesario pero bastante complicado.