El 26 de febrero de este año en la Universidad Tecnológica de Pereira, treinta rectores de universidades públicas colombianas suscribieron una declaración de apoyo al proceso de paz. También se comprometieron a trabajar en los territorios promoviendo la planeación participativa y el diálogo social, formando gestores de paz (particularmente entre los desmovilizados), desarrollando investigación aplicada para la construcción de paz, y apoyando prácticas profesionales de los estudiantes para la paz. Sobre esto último, ofrecieron su disposición para trabajar en forma coordinada con el programa Manos para la Paz: Una iniciativa de Naciones Unidas y del gobierno nacional que -con un esquema parecido al de Opción Colombia- busca que los jóvenes profesionales contribuyan a mejorar las capacidades de los municipios con mayor endeblez administrativa e institucional.
En Medellín, se han dado algunos espacios de diálogo entre universidades públicas y privadas de la ciudad (y algunas universidades extranjeras), en los que también se ha planteado el compromiso de fortalecer el trabajo académico en el área de construcción de paz. En esos diálogos se han identificado algunos retos relacionados tanto con el proceso de paz y la construcción de la paz, como con el papel de las universidades y la academia en general.
Ciertamente, la construcción de paz en los territorios en un escenario de post-acuerdo conlleva considerables retos. En primer lugar, es necesario ser conscientes de las diversas formas en las que las regiones del país han sido afectadas por la guerra. Las estrategias de construcción de paz deben tomar nota de esa heterogeneidad. Podría decirse que, así como en la literatura académica sobre construcción de paz se viene dando un “giro hacia lo local”, así mismo, las políticas públicas relacionadas con la construcción de paz en Colombia deben ser diseñadas y puestas en marcha con una lógica de abajo hacia arriba, aprendiendo de las iniciativas locales existentes y vinculándose con los procesos de planeación participativa.
En segundo lugar, es imprescindible ser conscientes de que la apropiación local del proceso de paz, depende de los beneficios que las comunidades perciban como relacionados con la transición puesta en marcha con la negociación de paz y con la firma e implementación de los acuerdos. En consecuencia, es necesario trabajar simultáneamente en dos frentes: Por un lado, acotando y morigerando las expectativas (ni la firma de la paz ni la implementación de los acuerdos van a resolver los problemas estructurales del desarrollo socioeconómico ni van a aumentar súbitamente la calidad de nuestras instituciones). Por el otro, visibilizando los logros y los cambios positivos asociados a la transición.
En tercer lugar, tanto la implementación de los acuerdos como las estrategias más amplias de construcción de paz requieren un conjunto de ajustes institucionales relacionados no sólo con la forma en la que las diferentes entidades y agencias del nivel nacional deben coordinar sus acciones, sino también con la coordinación entre los diferentes niveles de gobierno. La cuestión de las relaciones intergubernamentales es un aspecto crucial de la construcción de paz territorial.
Ahora bien, la academia, no sólo las universidades públicas sino también las privadas y los centros de investigación tienen desafíos académicos importantes entre los que se podrían mencionar al menos cuatro:
Es necesario hacer cotidiano el uso de perspectivas y métodos comparados para aprender de diversas experiencias locales de construcción de paz en el país y en otros países, evitando la tentación de buscar recetas o fórmulas universales.
Existe la necesidad de desarrollar actividades de apoyo y asesoría a actores específicos, sin perder de vista la importancia de hacer preguntas incómodas e interpelar a esos mismos actores.
Se debe buscar un balance entre la búsqueda de respuestas a problemas concretos de política pública o a dificultades técnicas en el desarrollo de proyectos relacionados con la construcción de paz, y el mantenimiento de una perspectiva crítica y emancipadora.
Finalmente, el giro hacia lo local y la sensibilidad hacia comunidades particulares debe evitar encapsular el análisis perdiendo de vista los contextos más amplios en los que las experiencias locales se despliegan.