El sábado se cumplen los primeros 100 días de Enrique Peñalosa en el Palacio Liévano y, aunque es muy pronto para graduar su ejecución, este tiempo sí ha servido para medir el carácter de su gobierno. Peñalosa ha cumplido la mayoría de las metas iniciales que se puso, pero no aprovechó el momento político del triunfo para generar consenso a su alrededor, se ha enfrascado en peleas que no han permitido que la ciudad sienta un respiro frente a la polarización del anterior gobierno y da la impresión de haber simplemente retomado la alcaldía donde la dejó hace 15 años.
Por eso, las decisiones que ha tomado en estos tres meses y pico han servido más para reforzar sus negativos que para proyectar la promesa de una Bogotá mejor para todos como dice el slogan de su administración.
El diagnóstico
Como contó La Silla, antes de posesionarse, Peñalosa y su equipo trazaron unas metas que querían cumplir antes de los 100 días. Unas “victorias tempranas” con las que quería hacerse sentir la nueva administración que ganó bajo el lema de “recuperemos Bogotá”.
Buena parte de éstas se cumplieron según lo explicó ayer Peñalosa en la rendición de cuentas: dijo que recuperó 100 parques, tapó 8.300 huecos, identificó y comenzó a intervenir 750 puntos calientes del crimen (con lo que se logró reducir los homicidios en 15 por ciento y los hurtos a celulares en un 48 por ciento, se desarticularon 40 bandas delincuenciales y capturaron a 10.533 delincuentes).
Además, intervino el sistema de salud de la capital que declaró en emergencia, lo que le permitió no sólo trasladar pacientes entre los 22 hospitales del Distrito para liberar camas sino también pasar en el Concejo la reforma a los hospitales para ejercer un control más eficaz sobre su funcionamiento, gerencia y compras.
Aprovechando su amplio margen de apoyo en el Concejo de Bogotá logró aprobar la creación de la Secretaría de la Seguridad y ya puso en discusión la creación de la Empresa Metro, que será la encargada de apalancar el proyecto que ayer, otra vez, se comprometió a hacer.
“[Peñalosa] comenzó corriendo. Nunca se habían presentado tantos proyectos de acuerdo y con horas extras en este tiempo [que él ha estado en el cargo]. Tiene claro a dónde va. Toma decisiones mucho más rápido que Petro”, le dijo a La Silla Paul Bromberg, ex alcalde de Bogotá.
Las relaciones con el Gobierno Nacional también le han servido para destrabar la vivienda en Bogotá y asegurar 80 mil subsidios para construir hogares de todos los estratos. Además, como también dijo ayer, acordó con el Gobierno ampliar la política nacional de la primera infancia en Bogotá y mantener los recursos para la primera línea del metro que había conseguido Petro.
En marcha también están otros proyectos claves para su Alcaldía como la elaboración del Plan de Desarrollo del que ya se conoció el borrador y donde al menos el 30 por ciento de los proyectos que tienen que ver con ampliación o construcción de vías están propuestas como alianzas público privadas.
Estos tres aspectos muestran que efectivamente -y por ahora- Peñalosa está teniendo una buena relación con el Gobierno, con el sector privado y con el Concejo de Bogotá. Sin embargo, según varios expertos consultados, estos logros no se han sentido en la ciudadanía como lo muestran las encuestas.
El 33.1 por ciento con el que Peñalosa ganó las elecciones es el mismo que tiene hoy una imagen favorable de él: 33 por ciento según Ipsos, 30 por ciento según Gallup y 35 por ciento según Cifras y Conceptos. Los demás lo rajan.
Eso lo hace el único de los cinco alcaldes de las ciudades capitales por los que preguntaron las encuestas que no se ha granjeado mayor apoyo, que no aprovecha la luna de miel que suele llegar después de una elección. Incluso, viendo los resultados de Cifras y Conceptos, su imagen favorable es peor que la que tenía en octubre y la percepción de que las cosas van por mal camino es muy similar, según Gallup, a la que tenía Petro por esta época hace cuatro años.
“De entrada, haber ganado con la tercera parte de la población complica su gobernabilidad. Eso quiere decir, que dos terceras partes no están de acuerdo con su proyecto, y eso genera polarización. La ciudadanía debe estar incluída en las decisiones de política pública. No se puede imponer una manera de ver las cosas y desatender las realidades”, le dijo a La Silla una fuente, que como varias otras, no quiso dar la cara porque no quiere comprometer la organización en la que trabaja, que acompaña proyectos de la alcaldía.
Evidencia de eso es que ayer, cuando presentó los logros de su Administración en estos 100 días y demostró con cifras que cumplió con buena parte de sus promesas tempranas, en su discurso recalcó que lo logró “trabajando en equipo” con el Gobierno, con la Policía, con el Concejo de Bogotá y con el sector privado. Pero dejó por fuera a un actor clave: los ciudadanos.
“Peñalosa llegó con una robustez técnica, un equipo motivado, con ideas claras. Pero las ideas de ciudad vamos a tener que discutirlas de manera constructiva, técnica y serena para lograr consensos sobre la ciudad que queremos”, dice María Mercedes Jaramillo, gerente de desarrollo urbano sostenible en ProBogotá.
Y consensos mínimos es lo que el Alcalde no ha intentado construir.
Por el contrario, casi desde el primer día, Peñalosa se ha metido en varias peleas que hasta ahora no ha logrado voltear a su favor.
Algunas de ellas -según varias fuentes- innecesarias en este momento o inconvenientes como la de la Reserva de Van der Hammen. Y que han servido para reforzar la percepción que hay sobre él de que es un político arrogante y que gobierna para unos pocos y que, a la vez, han impedido que seduzca a la gente con la propuesta que tiene para la ciudad.
Muchas peleas antes de tiempo
Algunas peleas Peñalosa las cantó desde la campaña y llegó a darlas desde el primer día.
Peñalosa se ha metido en varias peleas que hasta ahora no ha logrado voltear a su favor
Por ejemplo, aunque desde antes de ser elegido él defendió la idea de hacer un metro elevado, cuando en el primer mes suspendió el proyecto que venía en camino y propuso uno nuevo que ahora se demorará -según él- hasta el próximo año para arrancar el proceso de licitación, la sensación que ha generado es que en este gobierno tampoco se pondrá la primera piedra del metro.
Más cuando al mismo tiempo que reitera que sí está comprometido con construir la megaobra, insiste en que se debe ampliar el sistema de Transmilenio porque “hace básicamente lo mismo que un metro y cuesta mucho menos”.
Como la mayoría de bogotanos quieren el metro, y pronto, esta pelea lo ha desgastado.
Luego, Peñalosa se la jugó por sacar a los vendedores ambulantes de la calle 72 y otras zonas para cumplir una de sus promesas de campaña de recuperar el espacio público.
Fuera de que todavía no parece tener soluciones reales para darles alternativas a los vendedores a largo plazo y que el uso de la fuerza contra gente de pocos recursos nunca es popular, se suma que los vendedores ambulantes están usando respuestas legales como las tutelas para reclamar su derecho al trabajo que se usaron sobre todo en la administración pasada y que han jugado en contra de las medidas de la Alcaldía.
“Peñalosa parece que no se ha dado cuenta que gobernar hace 15 años era muy diferente. Hoy la gente tiene confianza para usar las tutelas, hay mucha veeduría ciudadana y los organismos de control tienen un rol muy diferente. Eso va a hacer que [para él] avanzar sea muy difícil”, opina un observador informado.
Pero la discusión que ha estado en el centro de la polémica es la propuesta de Peñalosa llamada Ciudad Paz, que implica construir para que la ciudad crezca en los próximos cuarenta años en terrenos de municipios vecinos como Soacha y Mosquera y hacia el norte, encima de la Reserva Thomas Van der Hammen.
En el caso de ésta última, la propuesta ha sido duramente criticada por ambientalistas que argumentan que hacerlo sería destruir uno de los pocos espacios que tiene la ciudad para ser ambientalmente sostenible. A la polémica se sumó además, que varios medios publicaron que hacerla beneficiaría también a los constructores que fueron los que más aportaron recursos a su campaña y que funcionarios del distrito tienen predios allí.
Como contó La Silla, la propuesta que está usando Peñalosa para esta reserva es la misma que varios propietarios presentaron hace cinco años.
Aunque esta es una pelea que Peñalosa perdió en su pasada administración hace más de 15 años, que ya fue resuelta por instancias nacionales como el Ministerio de Ambiente y departamentales como la Car, en estos 100 primeros días la revivió con la misma fuerza que antes. Su argumento sigue siendo el mismo: la ciudad va a crecer y tiene que hacerlo de forma ordenada y para eso se deben usar espacios como este que hoy no se están usando.
“Peñalosa lleva 15 años atragantado con ese tema y arrancó una cruzada para llevarla a cabo antes de revisar otras posibilidades”, agregó un experto en urbanismo, que cree que, además, es innecesaria en este momento. Menciona, por ejemplo, el Poz Norte que tiene 466 hectáreas en suelo urbanizable -dos veces el tamaño de Ciudad Salitre, que se ha demorado 30 años en desarrollarse. “¿Por qué no puede empezar por ahí antes de pelear?”, se pregunta.
“No ha sido sabio en concertar. Ha debido avanzar en estudios y después sí abrir el debate”, agregó otra fuente.
La propuesta también ha desatado una oposición fuerte en los municipios vecinos que sienten que Peñalosa les está imponiendo que deben construir en sus territorios sin consultarlos y quieren defender su autonomía, como contó La Silla.
Además, en estos tres meses, Peñalosa no ha dejado de enfrentarse a su antecesor Gustavo Petro. El último golpe lo dio esta semana cuando presentó el “libro blanco” que hace un corte de cuentas de su administración.
Si bien ese ejercicio aclara qué fue lo que encontró y el punto desde el que arranca, varios de los expertos consultados coinciden en que esto lejos de ayudar a Peñalosa, gradúa de enemigo a Petro y a sus seguidores, y lo desconcentra.
“El libro blanco no va a servir. Eso al elector de Petro ni a los que no votaron por él los va a tocar. La ciudad se polariza y lo que piensa es en ‘el tonito’”, dice Paul Bromberg.
Aún así, los momentos más complicados de su administración todavía están por venir. En los próximos meses, el Alcalde tendrá que presentar al Concejo su proyecto de Plan de Desarrollo y el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial para Bogotá con el que Peñalosa espera concretar su visión de ciudad.
Al menos el primero ya promete que tendrá una discusión muy fuerte: a juzgar por el borrador, según dos fuentes que lo han revisado de cerca, aún hace falta concretar muchas de las metas que se propone tanto en el corto como en el largo plazo. Y sienten además, que hasta ahora, la Alcaldía de Peñalosa no está propiciando un clima adecuado para discutir las críticas constructivas que les han propuesto.
“El Alcalde está a la defensiva y ve una amenaza en cualquier crítica constructiva. Si nos marginan a todos para construir, corre el mismo riesgo que corrió Petro cuyo Pot está suspendido”, agregó otra de las fuentes consultadas.
Aunque Peñalosa demostró en su pasada administración (cuando estuvieron cerca a revocarlo) que no le preocupan las críticas, es claro que con el carácter que le ha dado a sus primeros 100 días está corriendo el riesgo de que se quede sin el margen para transformar la ciudad.
