Por Juan Camilo Cárdenas
Un curso que aun sueño diseñar para el futuro estará basado en las siguientes películas: The Matrix, V for Vendetta, Batman The Dark Knight, y 1984. El tema del curso será el diseño de sistemas de gobierno para una sociedad moderna.
Con recurrencia volvemos al debate eterno de qué tipo y tamaño de estado deberíamos tener, y quién se debería encargar de resolver lo público. Una serie de eventos recientes en mis clases y otras de colegas me ha llevado a retomar esta discusión, sobre todo por una estrategia particular de solución que ha surgido, precisamente desde los jóvenes, y que contaré abajo.
Uno podría resumir las posiciones acerca del contrato social a través de quienes han marcado en diferentes momentos sus visiones en lugares diferentes del espectro político. Tres ejemplos de versiones de “Sociedad” o de “Contrato social” entre las cuales se ha movido buena parte de los debates económicos y políticos podrían ser estas.
1. Thomas Hobbes y el Leviathan
Thomas Hobbes solo veía en los pactos con la espada del Leviathan, la respuesta a la naturaleza humana: “Las leyes de naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan por ti) son, por sí mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes. Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno.”
2. Margaret Thatcher: “Quién es la “sociedad”? No hay tal cosa”
En el otro espectro está quien en su momento lideró la doctrina junto a Reagan de la desregulación y reducción del estado. En una entrevista dada en septiembre de 1987 al ser reelegida para un tercer período, la entonces Primera Ministra del Reino Unido respondió acerca del problema de deterioro de la calidad de vida de los más pobres y el papel del gobierno con estas palabras:
"Creo que hemos pasado por un período en el que demasiados niños y personas han llegado a entender "Tengo un problema , es el trabajo del Gobierno resolverlo!" o "tengo un problema , voy a ir a buscar un subsidio para hacer frente a él! ""Estoy sin casa, el Gobierno debe darme vivienda! " y así están están trasladando sus problemas a la sociedad, y qué es la sociedad? ¡No existe tal cosa! Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de la gente y la gente se valdrá de si misma primero"
3. Ostrom y el auto-gobierno
Y finalmente Elinor Ostrom, quien ve en el auto-gobierno la posibilidad de resolver el problema de lo público y lo colectivo desde los mismos miembros de la sociedad que se beneficia pero debe adueñarse de esa responsabilidad:
Cada uno de ellos tendría una posición diferente de resolver uno de los problemas eternos de lo público, el de contribuir voluntariamente a producir un bien que beneficia al grupo. Mi colega Leopoldo Fergusson tiene este video TEDxYouth con una buena descripción de este problema desde la demanda de bienes públicos y su oferta desde los gobernantes.
El juego de los Bienes Públicos.
Uno de los experimentos económicos más populares y sencillos para explicar el problema de los bienes públicos es el juego de las contribuciones voluntarias o VCM (Voluntary Contributions Mechanism). En una clase típica de, digamos, 30 personas, lo hago de la siguiente manera:
Cada estudiante recibe una ficha con la cual debe tomar una decisión de inversión. Puede invertir la ficha en un fondo privado (P) o invertirla en un fondo común o grupal (G). Por cada ficha invertida en el fondo grupal (G) cada uno de los participantes, sin importar cómo invirtió, recibe $1,000. Sin embargo, si Usted invierte su ficha en el fondo privado (P), Usted recibe $10,000, además de los $1,000 por cada ficha invertida por los demás. Resumiendo, miremos cuatro ejemplos y los pagos para mí y para los demás del grupo:
Claramente la sociedad obtiene la solución óptima cuando todos invierten su ficha en (G). Así se logra el máximo nivel de bienestar agregado y distribuido además de manera equitativa. Si cada uno obtiene $1,000 por cada ficha invertida, es decir, cada persona recibe $30,000 –el tercer escenario de la gráfica, a pesar de haber renunciado al costo de oportunidad de no obtener los $9,000 netos si hubiera invertido en (P). Sin embargo existe un problema: si alguien quiere invertir en (P), y libremente lo puede hacer en el juego, recibirá sus $10,000 mas los 29x$1,000, es decir sus ganancias se suben a $39,000, mejor aun que los $30,000 de la solución ideal. Con ese acto, de invertir en (P), se reducen las ganancias de los demás a $29,000 y se aumentan las propias a $39,000 (el escenario inferior en la gráfica). Si el siguiente jugador decidiera seguir esta estrategia, ganaría $10,000+$28,000=$38,000 y así sucesivamente se deterioraría el fondo grupal hasta el punto en que todos invertirían en (P) generando ganancias individuales de apenas sus $10,000 (el segundo escenario de la gráfica).
Nuestros tres referentes darían prescripciones diferentes. En el mundo Thatcheriano cada cuál buscaría invertir en (P), en el mundo Hobbesiano la espada del Leviathan obligaría a que eligieran (G) a la brava, y en el mundo Ostromiano se construirían acuerdos auto-gobernados para elegir (G) a través de las normas sociales, el monitoreo y la sanción entre los miembros del grupo.
Con una alta frecuencia, y para algunos sorprendente, cerca de la mitad de los estudiantes en estos juegos en el mundo entero decide invertir en el fondo grupal en una primera ronda de este juego. El otro resultado también robusto es que si se hace de manera repetida, esa fracción de cooperantes va decreciendo en la medida en que van observando que hay otra fracción, creciente, de quienes quieren obtener sus $10,000 y además beneficiarse de los $1,000 adicionales de las contribuciones de los demás. Este es el caso clásico del free-riding, junto a los efectos de reciprocidad o del “tit-for-tat” bien conocidos ya.
En ocasiones les permitimos a los estudiantes tener un diálogo entre ellos antes de volver a jugar una ronda adicional del mismo juego. Y aquí encontramos con frecuencia un patrón similar: la comunicación entre ellos presta varios servicios: sirve para aclarar a algunos la naturaleza de la externalidad, y después sirve para generar las normas sociales que castigarían socialmente el comportamiento oportunista, generando un deber moral de contribuir al bien común por encima de esas ganancias extras del free-riding. Este resultado de la comunicación lo estudiamos en una serie de experimentos en campo, mostrando estos mecanismos de la comunicación cara-a-cara como un potente motor del auto-gobierno.
Uno de los puntos clave del juego es el instrumento de decisión. En ocasiones lo hacemos entregando a cada jugador dos cartas de naipes, una roja para invertir en (G) y una negra para invertir en (P). En otras ocasiones usamos unas tarjetas electrónicas de respuesta populares en los programas de televisión donde la audiencia participa votando por algún tema.
La solución del sistema totalitario benevolente.
En los últimos años ha surgido entre los estudiantes de varios cursos mios y de algunos de mis colegas una solución particular: una vez se les permite dialogar entre ellos y han acordado que lo mejor para el grupo es que todos inviertan en el fondo grupal (G), deciden que todos entreguen a un líder del grupo los instrumentos de decisión, para que ese líder decida por ellos el bien común. En el caso de las cartas de naipes, acuerdan recoger todas las cartas negras para impedir la tentación de usarlas, o acuerdan entregar todas las tarjetas electrónicas, para impedir que alguien pueda de manera deliberada volver a invertir en el fondo privado (P).
Lo paradójico es que se genera muy rápidamente el consenso de que esta solución del Gran Hermano, del Líder, garantiza el bien común. Deciden renunciar a la libertad de elegir, y al derecho a auto-regularse desde el juicio moral individual de cada jugador y como resultado de un acuerdo colectivo del grupo para producir el mejor resultado social.
En uno de estos cursos hace pocas semanas miramos con asombro el proceso fluido de construcción de esta misma solución, y rápidamente nos vino a la mente el mundo Orwelliano. Les preguntamos cuántos habían leído “1984” de George Orwell. Ninguno. Pregunté cuántos habían leído la novela gráfica “V for Vendetta” de Alan Moore y David Lloyd, pero muy pocos habían visto siquiera la película. ¿Cuántos habían visto “The Matrix”?, unos cuantos más, aunque no tantos.
La salida rápida del totalitarismo benevolente.
Es de alguna manera paradójico que en ocasiones queramos que un sistema “fuerte”, a veces de derecha y en otras de izquierda, nos resuelva el problema de lo público de esta manera autoritaria. Estas obras literarias que mencioné arriba, sin embargo, nos recuerdan también los riesgos de esos sistemas políticos en que le entregamos al Gran Hermano los destinos de los dilemas colectivos.
En “1984”, Orwell describía las tres reglas de esa nación totalitaria, y la explicación que daba O’Brien, el funcionario del Ministerio de la Verdad, para justificarlas:
- Guerra es Paz. La guerra hace que los ciudadanos no se levanten contra el estado porque es necesario mantener la defensa ante el enemigo. En ese sentido, diría O’Brien, la Paz es Guerra.
- Libertad es Esclavitud. Dado que el esclavo no conoce más opciones, se siente libre, y en ese sentido la Esclavitud es Libertad.
- La Ignorancia es Fuerza. Los ignorantes no se levantarán contra el estado, y en ese sentido la Fuerza es Ignorancia.
Curiosamente las propuestas populistas de algunas izquierdas y algunas derechas, extremas en ambos casos, tienden a coquetear con estas formas de gobierno y control, de nuevo, bien intencionadas en la búsqueda del bien común.
Una de las cosas mas interesantes de hacer experimentos con incentivos (consecuencias) reales es que nos dan información adicional que las encuestas no dan. Un ejemplo, la fuerte tendencia, al menos en encuestas, a la izquierda y al libertarianismo de los estudiantes pero que no pareciera coincidir con la solución que venimos observando en estos grupos de estudiantes que recurren a estas soluciones totalitarias benévolas, renunciando a su libertad de elegir, o a trabajar en comunidad y desde los acuerdos colectivos. Prefieren el atajo del Gran Hermano, ese partido del Norsefire, o The Matrix.
Hasta dónde pueden estos experimentos en clase mapear los comportamientos ciudadanos de nuestros estudiantes seguirá abierto a la discusión y verificación. Pero si llama la atención que entre los jóvenes se encuentre una fracción importante que reclama la mano dura, menos democracia, y mucho efectismo en la coerción de las libertades de los individuos para resolver lo público.