El presidente Santos acaba de ordenarle al comandante de la Policía y del Ejército que se desplacen al Catatumbo para ponerse a la cabeza del operativo de búsqueda de la periodista Salud Hernández-Mora y de los dos periodistas de RCN TV Diego D’Pablos, de RCN Tv, con su camarógrafo Carlos Melo y una tercera persona que fueron secuestrados mientras hacían reportería sobre su paradero.
Esto ocurre después de que no se sabe nada de la columnista de El Tiempo desde el sábado en la tarde y después de que en esta madrugada dos periodistas de Caracol TV fueran liberados por el ELN y contaran que esta guerrilla los había hecho cautivos mientras hacían reportería sobre la desaparición de Hernández-Mora en la vereda Filogringo, de El Tarra.
En la zona se rumora que el ELN liberaría hoy a los periodistas de RCN. Pero de Salud no se ha dicho nada. Mientras se aclara la situación, estas son las cinco cosas que su desaparición o secuestro ponen en evidencia:
Que militarizar un territorio no es equivalente a controlarlo
Aunque la Segunda División del Ejército, que maneja Norte de Santander, le dijo a La Silla que no están autorizados para dar las cifras de cuántos militares están en la zona, en el Catatumbo hay cuatro bases militares en San Calixto, el Tarra, Tibú, Ocaña. También está la Fuerza Tarea Vulcano que opera en todo Norte de Santander y que incluye tres brigadas móviles del Ejército desplegadas en La Gabarra, Convención y El Tarra, más una brigada territorial, la 30. Además, hay una división de la Naval en el río Catatumbo en la Gabarra, a cuatro horas de donde Salud Hernández Mora fue vista por última vez.
Por otro lado, hay entre 24 y 30 policías en promedio por cada uno de los 11 municipios del Catatumbo.
Es decir, que la presencia de la Fuerza Pública en el Catatumbo, una zona que abarca una extensión de 4.826 kilómetros y donde viven unas 106 mil personas, no es poca.
Sin embargo, de la fuerza que está desplegada, poca ejerce un control real en la zona. Los policías están prácticamente acuartelados la mayoría del tiempo porque temen ser el blanco de francotiradores de la guerrilla. Aunque en las bases militares hay más movimiento, las salidas se dan con operativos especiales y su salida termina siendo más un patrullaje que un ejercicio real de control sobre los municipios.
La presencia de la Fuerza Pública, según el alcalde de uno de los municipios del Catatumbo que pidió la reserva de su nombre por seguridad, es tan mínima que cuando se registran muertes o hechos que afectan el orden público las fuerzas armadas ni siquiera se hacen presentes.
“Nelly Amaya (una líder de San Calixto que fue asesinada en enero de este año en plena cabecera municipal) murió a 50 metros de la estación de Policía y ninguno salió a ayudarla. Fue la comunidad”, relató ese Alcalde.
A ese escenario, se suman hechos como que los habitantes temen venderles comida a los policías por miedo a ser asesinados por los grupos armados que operan en la zona (dependiendo del municipio, un grupo tiene más control que otro). Hace dos semanas La Opinión registró cómo el Alcalde de Hacarí tuvo que interceder para que los uniformados pudieran abastecerse de comida.
El hecho de que tres días después de que se haya perdido contacto con Salud aún no se sepa nada de ella es indicativo también de la poca capacidad de inteligencia militar y policial en la zona, pues salvo por la interceptación telefónica de la que habló esta mañana Blu Radio, sobre una supuesta comunicación entre guerrilleros del ELN en la que afirman que están moviendo un periodista “entre frentes”, y que el Ejército no ha reconocido públicamente como propia, el gobierno no tiene información de primera mano sobre dónde podría estar y quién la podría tener.
Que el proceso de paz con el ELN es extremadamente frágil
Como contó ayer La Silla, el viernes los negociadores del Gobierno y los del Eln estuvieron sentados discutiendo una fórmula para relanzar el proceso que se había estancado después de que lo anunciaron el 30 de marzo con bombos y platillos por su negativa a renunciar públicamente al secuestro.
Sin embargo, a medida que pasan las horas sin que los jefes del Eln salgan públicamente a negar que la tienen en su poder o por lo menos a decir que van a investigar si la tienen, va quedando claro que su interés en el proceso de paz es mínima; que no son conscientes del impacto que este hecho puede tener en la opinión pública frente a cualquier negociación con ellos; o que los del Comando Central del ELN tienen muy poco control y comunicación con sus frentes.
Cualquiera de los tres escenarios demuestra los problemas que enfrentará una negociación con esta guerrilla y marca un contraste con la actitud de las Farc cuando secuestraron al general Alzate en el Chocó, una zona con condiciones geográficas semejantes.
La falta de liderazgo del Gobierno
Salud Hernández-Mora es una periodista guerrera, que hace reportería en terreno como muy pocos periodistas en este país, y que tiene un récord demostrado de darle voz a las víctimas de la guerra. Todo eso ya la hacen una periodista especial. Sin contar que es corresponsal de un medio extranjero y que, además, escribe para el principal periódico del país, cuyo director y dueño son personas muy cercanas al Presidente Santos.
Encima de todo lo anterior, Salud es reconocida en la opinión pública por ser una de las pocas columnistas que se opone al proceso de paz y que es una crítica acérrima del gobierno Santos. Para muchos ciudadanos, es una uribista.
Dadas todas estas condiciones, si Salud está secuestrada o llega a correr algún riesgo su vida, esto se convertirá en un problema político mayúsculo para el presidente Santos, cuya popularidad en la última encuesta rozaba los 20 puntos.
El domingo, cuando se reportó que Salud podría correr peligro, Santos dijo tkkk. Su negociador con el ELN Frank Pearl ha dicho que está en contacto con el ELN para ver si la tienen en su poder.
Sin embargo, fuera del lapsus de decir que se trataría de una ‘retención’ -el término que normalmente usa la guerrilla- y no de un secuestro, no ha viajado a la zona, no ha exhortado al ELN a que diga si la tiene, solo hasta hace unas horas ordenó al director de la Policía, general Jorge Hernando Nieto, y al comandante del Ejército, general Alberto José Mejía, “trasladarse inmediatamente” a la región del Catatumbo. “Les he dado instrucciones que se trasladen al sitio para reforzar todos los operativos para buscar a Salud Hernández y a los dos reporteros que todavía no aparecen”, agregó.
La demora en apersonarse públicamente de la situación contrasta, por ejemplo, con la ex candidata conservadora Marta Lucía Ramírez pidiéndole públicamente a la Cruz Roja Internacional que intervenga.
La sensación es que el Presidente ha seguido con la rutina de su gobierno y los titulares alrededor suyo son que encabezará la defensa jurídica del plebiscito en la Corte Constitucional), como si este episodio no pusiera en riesgo el mismo plebiscito.
El abandono de El Catatumbo
De Salud lo último que se supo es que se montó en una moto y se adentró en la zona montañosa. Esa sola anécdota pone en evidencia el abandono en el que se encuentra el Catatumbo.
Según un comunicado que sacó Anzorc, Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina, sólo el 6 por ciento de las vías están pavimentadas y la penetración del internet es del 4 por ciento. No dice el comunicado cuál es la penetración de la telefonía pero no es mucho mayor si solo el 27 por ciento tiene agua potable. El analfabetismo llega al 30 por ciento y siete de cada diez son pobres.
Sobra decir que la desconfianza de los habitantes frente al Estado es total. Máxime después de que durante la arremetida paramilitar la complicidad entre los militares y varios políticos de la región con los paramilitares fue evidente. Solo el Iguano confesó que se asesinaron 2 mil campesinos.
"Si no son 2.000 los muertos, nos acercamos a ese número", dijo el desmovilizado, quien fue el jefe del Bloque Catatumbo de las autodefensas, en una audiencia en Barranquilla en 2010.
El casi imposible aterrizaje de los acuerdos de paz
En el Catatumbo, además, de un frente de las Farc, operan dos frentes del ELN, el EPL y hay tránsito de bandas criminales que llegan hasta la zona para adquirir la coca que comercializan esas guerrillas.
Debido a que en el Catatumbo el control de los grupos está distribuido en los 11 municipios, el hecho de que se firme la paz con las Farc no necesariamente implicará que al Catatumbo llegue el posconflicto, pese a que según los anuncios que ha hecho Santos, esa será una de las zonas priorizadas.
Varios actores en la zona (entre organizaciones internacionales que le hacen seguimiento al conflicto, ONG locales, alcaldes, personeros, organizaciones sociales y habitantes del Catatumbo) le han dicho a La Silla que no creen que la paz aterrice en esa región por la complejidad del conflicto que se vive allá.
Solo en La Gabarra -corregimiento de Tibú-, la construcción de un megacolegio, según las versiones que varios habitantes de ese municipio le dieron a La Silla, tuvo que ser suspendida por varios meses por presunta presión de grupos armados a los contratistas.
Como ha contado La Silla, en esa zona estaría dándose una transmisión de poder entre las Farc (que desde que iniciaron los diálogos de paz cesó acciones), el ELN (que aunque tiene estancado el proceso ya ha avanzado) y el EPL, y este último sería el que ocuparía todos los espacios que eventualmente dejarían esas dos guerrillas, debido a que su principal actividad es el narcotráfico y podría recibir a quienes no quieran desmovilizarse.
Adicionalmente, el hecho de que el episodio de Salud Hernández hubiera sido el que por fin hubiera puesto los ojos de todo el país en la situación del Catatumbo, para los actores de la región es muestra de que corren el riesgo de que la llegada del posconflicto jamás se dé, y que luego del boom mediático vuelvan a ser olvidados.
Este episodio también ha puesto de presente, como dijo en su última columna Santiago Villa, los peligros de las fracturas de los sucesivos procesos de paz colombianos.
Cuando se desmovilizó el EPL, en 1991, quedó un frente en Norte de Santander que siguió operando bajo el mando de alias Megateo.
“Con la desmovilización de los paramilitares, la situación de seguridad en lugares como La Gabarra, y poblaciones más cercanas al río Catatumbo, mejoró algo. En otros la presencia de los paramilitares fue reemplazada por las Farc y el Eln”, dice Villa. “La gente, que no es tonta, seguía llamando paracos a los extorsionistas y asesinos que el estado catalogaba como "bandas criminales", esos residuos de los paramilitares que seguían mandando como si nada, salvo que se llamaban Águilas Negras, Rastrojos, Urabeños, y se disputaban los territorios en guerras de sicarios.”

La Silla
- Santos ordenó a los comandantes del Ejército y de la Policía que se trasladaran al Catatumbo a buscar a los periodistas desaparecidos
- La falta de liderazgo del Presidente, la fragilidad del proceso con el Eln y el poco impacto de militarizar una zona han quedado en evidencia