
La Red Líder: ¿Cómo es ejercer liderazgo desde el periodismo en Colombia?
Daniel Coronell: En Colombia el periodismo ha sido una carrera en general no tan apreciada por la sociedad, pero sí decisiva a la hora de mostrar las carencias del poder. En muchos momentos de la historia ha habido un periodista que se ha levantado y que ha ofrecido en algunas ocasiones su prestigio, su vida o su tranquilidad para poder informar.
Si uno repasa con estricto cuidado a Colombia, esa labor periodística que llega desde la misma importación de la imprenta, ha tenido grandes héroes, algunos que han merecido reconocimiento y otros que no han merecido ninguno, sino que han sido sepultados en el olvido, muertos sin que nadie reconozca su esfuerzo.
Hay figuras muy importantes desde Antonio Nariño, cuya imprenta “La Patriótica” y la traducción y difusión de los Derechos del Hombre abrió el camino a la independencia de la Nueva Granada, hasta periodistas como Guillermo Cano que fueron capaces de decir “basta” a la influencia de la mafia que se hacía sentir en los diferentes niveles del poder político en Colombia. Gracias a su sacrificio, Colombia pudo entender la dimensión de esta bonanza que tantos apreciaban.
LRL: ¿Cómo ve el periodismo actual en Colombia en materia de cubrimiento del poder?
DC: Bien y mal. Depende de lo que se vea. Algunas cosas se están haciendo supremamente bien, hay investigaciones que marchan y que demuestran los pies de barro de muchos ídolos. Hay otras cosas donde por desgracia las empresas de medios en Colombia han tendido a ser cooptadas por el poder, eso es totalmente contrario al ejercicio periodístico. Los periodistas son mejores que los medios, ellos hacen mejor trabajo que los medios y lo que alcanza a salir publicado muestra que en Colombia hay un periodismo vigoroso y en pleno crecimiento.
LRL: ¿Cómo contrasta la relación entre el periodismo crítico y el poder de las élites en Colombia y Estados Unidos?
DC: En Estados Unidos hay muchas cosas interesantes, por ejemplo la conciencia clara de que hay que separar los intereses corporativos de los intereses periodísticos. El hecho de que las empresas de medios norteamericanas hayan tomado acción para que esa separación realmente se concrete, es algo que en Colombia no vamos a ver sino en una o dos generaciones.
LRL: ¿Cómo ve el periodismo en Estados Unidos?
DC: Me gusta el rigor del periodismo americano, pero no me gusta la cadena de mediación tan extendida que hay entre periodista y fuente en Estados Unidos, hay demasiada intermediación entre un reportero y una fuente directa y eso demora y matiza la información. Esta intermediación se ha profesionalizado y ha impedido que el periodismo investigativo se sienta con el filo que debería sentirse.
LRL: ¿Y en Univisión?
DC: El esfuerzo que estamos haciendo en Univisión es ponerle los pantalones largos al periodismo en español. Nosotros creemos que no porque se haga en otro idioma tiene que ser menos periodismo, nos estamos tomando muy en serio la unidad investigativa de Univisión con Gerardo Reyes a la cabeza, para que sea una noticia mundial cada cierto tiempo.
También estamos trabajando para hacer la mejor plataforma digital de periodismo del mundo. Estamos gateando, dentro de poco aprenderemos a caminar y quizás en un tiempo estemos corriendo. Lo que hoy se está haciendo es un esfuerzo grupal, quiero que esto nos trascienda, que cuando no estemos, haya una marca en la comunidad hispana.
El periodismo para mí ha sido pasar del microscopio al telescopio. Tengo que pasar horas mirando minucias para encontrar el argumento de una historia y tengo que mirar a lo lejos para lo que puede ser el periodismo en el futuro, cualquier cosa que sea importante en la coyuntura actual será importante en el futuro. Hay que mirar cómo vivir más allá de la coyuntura. La investigación más importante no es lo que pasó sino lo que viene.
Hay que mirar cómo vivir más allá de la coyuntura. La investigación más importante no es lo que pasó sino lo que viene.
LRL: ¿Cómo ve a Colombia comparada con otros países del Área Andina?
DC: Hay un fuerte populismo de derecha en Colombia. También hay populismo de izquierda. Pero el prevalente ha sido el de derecha, gravísimo, que está vendiendo la necesidad del odio y el carácter imprescindible de la guerra como único futuro para Colombia.
Hay que levantarse frente a eso y buscar oportunidades distintas, nosotros no estamos obligados a construir el futuro como se hizo el pasado. No heredamos un buen pasado, las nuevas generaciones han recibido un país de una categoría inferior a la que merecen. Otros países que hace unos años estaban en una condición parecida, hoy tienen unas posibilidades y unas metas distintas, mientras nosotros seguimos sumergidos en unas luchas estériles en lo militar, pero sobretodo en lo político.
Es necesario decir “alto” y salir de este círculo vicioso, o de lo contrario, no vamos a encontrar una manera de concebir el mundo y el futuro de otra forma.
LRL: ¿Y en Estados Unidos con Donald Trump?
DC: Mientras tanto, Estados Unidos está viviendo un terrible ascenso de sentimientos racistas que siempre han existido pero que se habían ido domesticando. La llegada de Barack Obama a la presidencia situó el futuro del país en otra forma, lo que él representa como reivindicación de los derechos civiles y del sueño americano es grandísimo.
Ahora el país está yendo en reversa, al lado de lo que sucede con Donald Trump, están sucediendo muchas cosas en lo social que son reflejo de lo mismo. Trump es una consecuencia y no una causa de lo que está pasando, hay una parte xenófoba, racista, que piensa que hay que construir una sociedad endogámica que se niegue a la diferencia y al mestizaje, eso es lo contrario de lo que hizo grande a este país, pues se caracterizaron por ser una sociedad abierta y tener una mano amable con el inmigrante. Estados Unidos ha reflejado un sueño de libertad que simplemente desaparecerá si llega a volverse mayoritario ese sentimiento que hoy recorre el país y que de alguna manera representa Donald Trump.
Trump es una consecuencia y no una causa de lo que está pasando, hay una parte xenófoba, racista, que piensa que hay que construir una sociedad endogámica que se niegue a la diferencia y al mestizaje, eso es lo contrario de lo que hizo grande a este país.”
LRL: Cuáles son las reales implicaciones para los hispanos de que Donald Trump llegue al poder?
DC: Desde el punto de vista periodístico sería maravilloso, porque es como si yo fuera el periódico de los Tutsi durante la invasión de los Hutus. Podríamos mirar críticamente el poder del Estado desde el punto de vista de los marginados. No se me olvida ni un solo día de mi vida que Univisión trabaja para los más pobres de Estados Unidos, eso me pone la meta de cómo hacer la mejor información. Sería muy malo para la humanidad, pero muy interesante para un reportero.
LRL: La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de Naciones Unidas ha sido enfática en declarar que son los funcionarios públicos quienes tienen la obligación de adoptar un discurso público favorable que contribuya a prevenir la violencia contra periodistas. ¿Cómo ve esta tesis?
DC: En la escencia de la democracia está la defensa del periodismo, los funcionarios públicos están en la obligación de rodear de respeto y protección al ejercicio periodístico. Desgraciadamente no es el caso en Colombia. Hemos tenido una inclemente persecución durante décadas, en los últimos años hemos dejado de ser el primer país con peligro para el periodista, no porque hayan mejorado mucho las cosas en Colombia sino porque empeoraron en otras partes. Es necesario que el periodismo tenga la protección de las organizaciones públicas y no siempre la tiene. Frecuentemente se encuentran obstáculos para llegar a la información, en otros casos se encuentra descalificaciones, insultos, calumnias y hasta disparos.
LRL: La Silla Vacía tituló un artículo “Cero y van siete”, sobre el número de funcionarios que se han visto obligados a renunciar a raíz de sus denuncias. ¿Cómo entiende que eso suceda en un país donde Antonio Caballero dice que nunca cambia nada?
DC: Estoy de acuerdo con Antonio Caballero, nunca cambia nada. Pero la meta de los periodistas no es lograr renuncias, tampoco es que se haga justicia, la meta es buscar la verdad que otros quieren ocultar y hacerla pública. Las consecuencias políticas que se deriven de eso son competencia de otros miembros de la sociedad, no de los periodistas. Me parece bueno que ciertas personas, como consecuencia de investigaciones periodísticas, pasen incomodidad y terminen retirándose de sus cargos, pero esa no es la meta, ni es un triunfo.
LRL: Sus detractores sostienen que usted “persigue” al expresidente Álvaro Uribe. ¿Cómo ha sido su cubrimiento de otros presidentes colombianos?
DC: He sido crítico de todos los presidentes mientras he sido periodista. Yo empecé a ser periodista con Virgilio Barco como presidente, era jefe de redacción del Noticiero Nacional de televisión, publicamos el video de los entrenamientos de los mercenarios israelís en el Magdalena Medio. Ese fue un trabajo que marcó un antes y un después en lo que era la demostración de la presencia de los paramilitares en Colombia y de cómo esos no eran fenómenos espontáneos de autodefensa como lo habían querido presentar, sino ejércitos al servicio del narcotráfico, donde el tema de la lucha contra la guerrilla era lo de menos.
Yo tenía veinte años, me sentía invulnerable y no creía que nada me podía pasar, quizás las amenazas fueron peores de las que recibí después, pero los años lo van persuadiendo a uno de la proximidad de la muerte y el hecho de pensar en mis hijos le va quitando a uno esos ímpetus de la juventud.
Con César Gaviria trabajé en su campaña, fui su asesor de televisión, después, cuando fue necesario publicar sobre los privilegios de Pablo Escobar en la Catedral, nosotros fuimos los primeros en hacerlo.
Después vino Ernesto Samper, y ahí tanto el noticiero como yo personalmente, fuimos los más activos en las denuncias del Proceso 8000, especialmente en el tema de la Monita retrechera nos convertimos en la autoridad, hicimos una gran investigación.
Posteriormente, llegó al poder una persona a quien yo conocía y a quien le tenía aprecio, pues conocí a Andrés Pastrana cuando era el director de Tv Hoy que era el noticiero enfrentado al que yo trabajaba. Había unos sentimientos fraternos y de colegaje grande, lamenté mucho cuando estuvo secuestrado, pero también tuve que criticar su gobierno, lo hice con regularidad y con justicia.
La diferencia es que con todos estos presidentes, aún en los peores momentos de crítica, yo podía hablar. Recuerdo que en un momento muy difícil de las denuncias por el Proceso 8000, se presentó la muerte del Cura Pérez que era el máximo dirigente del ELN, nosotros tuvimos la primicia e incluso tuvimos acceso al sepelio en medio de la serranía San Lucas.
Ernesto Samper estaba en África en un viaje y se enteró, me llamó y me dijo que le diera los detalles que tuviera de esto. A pesar de que la relación era muy tensa, podíamos hablar.
Con Andrés Pastrana yo había sido muy crítico de lo que fue el proceso de paz fallido, aun así me lo encontraba y podíamos tratarnos con el mismo respeto y cordialidad de siempre. Con César Gaviria siempre encontré una situación de respeto personal y profesional. Con Santos también, he tenido una relación crítica, pues por investigaciones mías se han tenido que ir personas como el ministro Miguel Peñalosa o JJ Rendón. No obstante yo puedo hablar con Santos sin que eso signifique que nos odiamos.
LRL: ¿Y con el expresidente Álvaro Uribe?
DC: Con Uribe ha sido distinto, pocos gobiernos han abusado tanto como el de él, en esa medida investigué todo, como consecuencia de estas investigaciones se dio la “Yidispolítica” con la demostración de que el voto que permitió la reforma, gracias a la cual él llegó por segunda vez a la presidencia, fue un voto comprado.
Eso no es una opinión, es algo que está juzgado y sentenciado judicialmente en última instancia. Gracias a esas investigaciones se conoció el enriquecimiento de sus hijos durante su gobierno, grandes partes de Agro Ingreso Seguro, los abusos de pagos con notarías a políticos, el referendo reeleccionista que buscaba otra reelección que se terminó cayendo. Eso ha sido una gran contribución al país, pero Uribe lo ha visto como un obstáculo en su ambición, él es insaciable en su hambre de poder.
Yo no me voy a hacer a un lado porque él y sus seguidores crean que lo odio y que debo hablar de otras cosas. Voy a seguir cumpliendo con mi deber. El periodismo no es un oficio para darle gusto a las mayorías, es esencialmente un oficio para hacer pública la verdad oculta que no le conviene al poder, por eso se llama contrapoder.
Yo no estoy para congraciarme con el señor Uribe, él me puede calificar con todos los epítetos, aunque lleva 15 años usando irregularmente los mecanismos de inteligencia del Estado, tratando de influir en decisiones judiciales para perjudicarme sin que lo haya logrado. Yo ya le perdí el miedo a eso y le va a tocar recurrir a medios más drásticos si quiere callarme, pues no lo va a lograr.

La Red Líder: ¿Qué lo llevó a escribir columnas de opinión con información y denuncia?
Daniel Coronell: La oportunidad de ser columnista surgió en un momento muy particular para el periodismo colombiano. Estamos hablando del año 2005, donde había un consenso muy grande alrededor del gobierno de la época. Todos los poderes del país estaban respaldando unánimemente al presidente. Hacer periodismo se había vuelto un tema casi exótico, porque la mayoría de los medios estaban en el tema de reproducir mecánicamente la información del gobierno y de mostrar cuán felices estaban los colombianos con el gobierno.
Curiosamente, los pequeños espacios que se abrían no estaban en las páginas de información sino en las de opinión. Mientras esas páginas tomaban partido, las de opinión se revelaron como un espacio para contar noticias. En ese mundo al revés yo llego a hacer periodismo de opinión. Me dan la oportunidad de investigar y de contar cosas que otras personas no estaban contando. Las primeras columnas que escribí fueron para el Nuevo Siglo. Estaba muy feliz, pues escribía con la certeza de que no me estaban leyendo tanto, entonces podía experimentar. Unas semanas después Alejandro Santos me llamó para ofrecerme ser columnista de Semana.
Pasé de escribir casi un diario personal a escribir algo que lo iba a leer mucha gente, tenía pánico escénico. Eso le hizo perder mucha frescura a la escritura. Empecé escribiendo con una gran rigidez, pues no quería equivocarme, parecían informes forenses. Le faltaba frescura, narrativa, flexibilidad argumental, era un reporte frío, por consiguiente aburrido. Fueron las amenazas contra Raquel las que me hicieron retomar el rumbo de la columna que yo quería escribir. Ese momento espantoso trajo muchas cosas malas, pero trajo una buena, me pude enfocar en mi meta: que la gente supiera. Eso lo redescubrí en una columna que se llama descubriendo al verdugo, justo sobre las amenazas.
LRL: ¿Qué hechos le marcaron durante su carrera?
DC: En cuanto a las columnas la gran motivación fueron las amenazas. En cuanto a periodismo televisivo tuve muchos momentos clave, por ejemplo el asesinato de Luis Carlos Galán me marcó, no solo como ciudadano, pues él ejemplificaba el cambio, sino también como periodista. Tuve la fortuna de trabajar en ese momento para el medio que publicó por primera vez el vídeo del asesinato esa misma noche. Hacer el análisis de cómo había sido el asesinato a partir de ese vídeo en 1989, y hoy, 27 años después, puedo asegurar que todas las noticias relacionadas con el asesinato estaban en ese video. La pista que nosotros encontramos en los primeros días, fue la más importante a pesar de que hayan intentado ocultarla.
Otro momento fue la confesión de Yidis. En junio, con Noticias Uno, encontramos quiénes eran los congresistas que iban a decidir si había o no reelección de Álvaro Uribe. Entre estos habían dos con nombres exóticos que eran Yidis Medina y Teodolindo Avendaño. Nadie los conocía, tenían que mostrar la cédula para entrar a la casa, y esa misma tarde en la que nos propusimos a hacer la nota, conocí a Yidis. Ella dijo muchas cosas en cámara y otras fuera de cámara que me dejaron claro que estaba lista para vender su voto. Poco después vi que había anunciado que ella iba a votar por el no y finalmente terminó votando si.
El 7 de agosto siguiente recibí una llamada de Yidis, me dice que quiere contarme algo muy grave. Todo el mundo sabía que ella había vendido su voto. En medio de la grabación, cuando nos estaba contando las circunstancias de la compra del voto, me dijo que solo se podía publicar si algo le pasaba o si el gobierno le incumplía. Al año siguiente surgen las amenazas, yo me tengo que ir, y mientras tanto la Corte Constitucional empieza a estudiar la constitucionalidad de la reforma que aprobó la reelección.
Hacer periodismo en Colombia es vivir peligrosamente. Es decir, estar dispuesto a perder la vida para que se conozca una verdad. ¿Vale la pena? Quizás la respuesta sea no, pero algunas personas no pueden vivir sin eso.
LRL: ¿Qué pensó hacer en ese momento?
DC: Cargaba en mi morral una copia de la grabación, iba a la universidad en bicicleta, e iba pensando que lo que llevaba podría cambiar las cosas, pero no lo podía publicar pues tenía un compromiso con la fuente. Lo pude publicar cuatro años después de la grabación. Fue una enseñanza muy importante, porque fue el respeto por un compromiso con una fuente, segundo, la necesidad de saber que el periodismo tiene su misión y su momento. Tercero, enfrentarme nuevamente con un presidente que tenía todo el poder, para mostrar algo que no querían que se viera.
Otro momento fue la publicación de un video que muestra que un magistrado auxiliar del Consejo de Estado salió vivo del Palacio de Justicia y después su cuerpo fue devuelto muerto al palacio. Esa investigación también cambió mi vida y mi forma de hacer periodismo. Muchas cosas que han marcado mi vida profesional y personal están relacionadas con la información en televisión.
LRL: ¿Cómo ha sido el liderazgo colectivo en su experiencia?
DC: He tenido la responsabilidad de tener cargos directivos desde que era muy joven, desde los 22 años era jefe de redacción de un noticiero. El hecho de haber podido acceder a esas posiciones de jefatura me obligó a apreciar el hecho de tener organizaciones muy horizontales, poco jerarquizadas, donde hay poca distancia entre el jefe y el miembro más junior del equipo.
He usado esa estructura para discutir los temas y los enfoques. Igualmente, cuando estamos al aire, el tema debe ser totalmente vertical y casi dictatorial. Cualquier duda de segundos en una decisión puede tener una consecuencia grave al aire. Lo que es horizontal la mayor parte del tiempo se torna vertical. Suele ser peor una buena decisión demorada a una mala decisión rápida.
LRL: ¿Cómo se ve a usted como líder en el futuro?
DC: Diría que lo más importante en este momento es asegurar el futuro de mis hijos, que estén seguros, que mi hija que está necesitando un tratamiento médico muy exigente tenga el acceso a todo lo que sea necesario para que pueda salvar su vida, y pueda crecer y ser una persona feliz y realizada.
En esa medida, si puedo seguir haciendo periodismo de televisión y escribiendo una columna estaría muy feliz, no tengo previstos mayores peldaños en el ascenso de mi carrera porque tengo muchas cosas para hacer en el lugar en el que las estoy haciendo. Creo que el compromiso de hacer periodismo de calidad para los hispanos en Estados Unidos es muy grande. Es una misión que puede tomar una vida completa y de pronto buena parte de otra vida, eso es suficiente para mantenerme aquí entretenido un tiempo.
LRL: ¿Cuáles son esas influencias que han determinado su estilo y sus motivaciones de liderazgo?
DC: Un periodista que se llama Heriberto Fiorillo fue mi mentor en muchas cosas. He tenido en él un ejemplo grande y un paradigma a seguir en muchas etapas de mi vida. También he tenido la fortuna de trabajar con gente muy buena de la cual he aprendido mucho, una de ellas es una periodista que lamentablemente murió hace unos años, María Luisa Mejía. Ella era una reportera del Noticiero de las Siete que murió en un accidente aéreo, de ella aprendí ese tesón por buscar las historias y por aprender a contarlas. También el sentido de que el periodismo tenía que dejar un mensaje trascendente a pesar de que se consuma cada día.
He tenido la fortuna de tener compañeros de trabajo muy inspiradores que me han ayudado a encontrar el sentido del periodismo. Han influido aún cuando no he estado de acuerdo con ellos. Por ejemplo, Félix de Bedout, Álvaro García, Oscar Ritoré, Felipe López Caballero son personas de las que he tenido la posibilidad de aprender y de estar en desacuerdo, valorando cómo cada uno de ellos hace su trabajo.
LRL: ¿Cuál es el origen regional de su familia?
DC: La familia de mi papá está establecida en el Llano y la de mi mamá en Bogotá. Mi papá durante buena parte de su vida la dedicó a la radio, pero sobretodo a la difusión del folklore y la cultura llanera. Ahí también encontré cierta vocación, pero mi papá se oponía. Las vacaciones que pasaba allá trataba de ayudarle en la radio y eso era una alegría para mi, pero para él no tanto, no quería que fuera periodista.
LRL: ¿Cuáles fueron sus primeros rasgos, actos, o insinuaciones de liderazgo?
DC: Me gustaba mucho el periodismo e hicimos un periódico cuando estábamos en el colegio que se llamó Letras Libres. Era parte del consejo editorial con algunos muy queridos amigos de los cuales hace mucho no sé. Por ejemplo, Gerardo López, Lucas Gaitán y Fernando Páez. Lo más importante es que desde el primer momento aprendí que para opinar había que decir cosas nuevas. La experiencia de ese periódico que era muy pequeño y hecho con las uñas me sirvió mucho para encontrar el sabor del periodismo.
LRL: ¿Cómo fue el proceso para encontrar un sentido de propósito?
DC: Fue muy difícil. Quería darle gusto a mi papá, lo tuve menos tiempo del que habría deseado cuando crecí, entonces cuando lo pude volver a encontrar le quería dar gusto y él anhelaba que yo fuera médico. Le parecía que esa era una profesión en la que iba a tener futuro, yo sabía que no me gustaba.
Estudié medicina al tiempo que comunicación, pero la dejé a los pocos días gracias al consejo de un amigo que hoy es un prestigioso médico; me dijo que podía aprobar toda la carrera pero que no iba a ser feliz. Me dijo que iba a ser un médico como Jorge Villamil, el famoso compositor. Él estudió medicina para que lo dejaran componer bambuco y tenía razón.
Pude cambiar rápido las cosas, contrariar a mi papá, aunque se puso muy bravo con la situación. Mi mamá sí me dijo que tenía que estudiar lo que me hiciera feliz porque la vida era muy dura para estudiar algo que no me gustara. Realmente el periodismo ha tenido momentos muy duros para mi, pero en el balance de mi vida me ha dado mucha felicidad. No concebiría mi vida de otra manera si no es haciendo periodismo.
LRL: ¿Cómo describiría su proceso para desarrollar el liderazgo?
DC: Creo que los jóvenes tienen una virtud grandísima que no teníamos nosotros, que es una capacidad para cuestionarse todo y no dar por cierto nada. Nosotros estábamos más hechos en cierta disciplina de obediencia, y que si a uno le decían una cosa había que creerla.
Hoy, al miembro más joven de mi equipo le dije que tenía que salirse del tema en el que estaba trabajando. Me preguntó por qué y debí decirle “porque yo lo digo”, pero no pude, tuve que decirle que se podía atravesar con otra investigación. Eso es una vocación mayor para el periodismo, el preguntarse todo a toda hora. Eso es lo que hace la diferencia entre hacer el buen periodismo y no hacerlo.
Los jóvenes vienen mejor preparados que lo que vinimos nosotros, porque eso es una actitud natural en los jóvenes, pero que en nosotros tenía que ser aprendida. Veníamos de entornos donde el respeto por la autoridad eran mucho más marcado, nunca le habría contestado a mi mamá, hoy mis hijos me contradicen siempre, hay que argumentar con ellos, pero me gusta, esa es una primera lección.
LRL: ¿Respecto al periodismo?
DC: Es bueno estudiar otra carrera antes, el periodismo debería ser un postgrado o algo que se pueda aprender en la práctica diaria. No hay casi nada, por difícil que sea, que una persona no pueda aprender en una sala de redacción en seis meses. Mientras que hay unas disciplinas de pensamiento que dan otras carreras que hace que sea bueno venir del derecho, de la economía o de la filosofía. Eso crea una disciplina de pensamiento que hace que la gente pueda ser mejor periodista.
Si pudiera devolverme hubiera querido que la comunicación social fuera un programa complementario y que hubiese podido terminar otra carrera completa antes. Debo decir que estudié en el mejor lugar y momento posible, pues la Universidad Externado de Colombia fue para mi un maravilloso lugar por el carácter libertario que ha tenido, por favorecer el libre examen, la libertad de pensamiento e incluso que quienes queríamos ser periodistas éramos una ínfima minoría, casi mal vista y teníamos que defendernos. Pudimos conocer profesores de todas partes del mundo, con criterios muy diferentes sobre lo que era comunicación y periodismo, a eso le debo en gran parte lo que entiendo como el periodismo.
LRL: ¿Cómo cree que maneja la inteligencia emocional?
DC: Componentes emocionales desde luego, manejo un equipo numeroso, donde no todos los días son buenos para todo el mundo. Pasamos muchas horas juntos en un lugar donde todo el tiempo es la misma hora, pues no hay ventanas. No sabemos si es de día o de noche. Hay gente con formas de ver la vida distintas, diferentes aproximaciones a los problemas periodísticos con los que tengo que manejar una relación intelectual y emocional. Todo eso lo obliga a uno a aprender a ponerse en los zapatos del otro. En estos cinco años en Estados Unidos he aprendido un poco de manejo de grupos muy grandes. Es difícil llevar el mensaje a todos los miembros del equipo, todos los días.
LRL: ¿Qué adversidades ha tenido que superar?
DC: Hasta hace poco no me parecía tan importante, pero con el nacimiento y crecimiento de mis hijos me he dado cuenta de cuán importante habría sido para mi poder crecer al lado de mi papá. Después, durante toda la vida profesional he tenido que vivir bajo amenaza.
Por ejemplo, cuando publicamos los videos de los entrenamientos de Yair Klein, recibimos amenazas espantosas y aterradoras, pero no fueron las peores. Esas fueron cuando mi hija Raquel tenía 6 años y se centraron en ella, tuvimos que dejar Colombia. Cuando pasó lo de Yahir Klein yo tenia unos 23 años, y en ese momento uno se siente indestructible, era consciente de la gravedad de las amenazas, pero nunca pensé que me fuera a pasar nada.
Cuando sucede lo de mi hija, dijimos que no hay nada que valga la vida de nuestra hija, el periodismo que siempre ha sido lo que más quiero en la vida se convirtió, en ese momento, en una carga pesadísima. Pensé que era una maldición ser periodista, eso me hizo conocer un momento amargo de la profesión. Cuando salí de Colombia estuve en un periodo en el que yo no podía vivir tranquilo, pues pensaba que mi deber era estar en Colombia, me sentía culpable estando afuera. Todos los sentimientos los matiza el tiempo, de las circunstancias adversas se derivó una oportunidad muy buena, tuve acceso a enormes fuentes de información que me permitían saber más del periodismo y de Colombia. Sin lugar a dudas he sido un periodista antes de eso y después de eso.
LRL: ¿Pasó ese miedo?
DC: El miedo se me acabó para siempre, sé que es probable que en algún momento me pase algo, pero ya no me da miedo. Aprendí a valorar las cosas pequeñas viviendo en Estados Unidos.
Recuerdo una vez que alquilamos un carro con mi hija Raquel, ella aún estaba pequeña, y me dijo que este país era muy desarrollado porque aquí los vidrios del carro si se podían bajar, ahí entendí que mi hija nunca se había montado en un carro que no fuera blindado, me aterró la vida que yo le había dado, me encerré a llorar.
A pesar de todo, he sido un privilegiado porque muchos colegas han muerto. Hemos vivido amenazas, campañas de desprestigio, insultos, hostilidad en la vida diaria, pero seguimos vivos.
LRL: ¿Cómo describiría la cultura de liderazgo del país?
DC: Colombia tiene líderes académicos muy importantes, pero en los últimos años se ha confundido el liderazgo con el caudillismo. No es un buen camino para crear verdaderos líderes para el futuro. Es importante que la gente aprenda a cuestionar a quien manda, porque no hay creatividad posible desde la obediencia. Es necesario que la gente tenga un sentido de contrapunto frente al poder, incluso el poder cercano, porque así se cambia al mundo.
LRL: Desde su experiencia, ¿cómo entiende usted un líder?
DC: Una persona capaz de aceptar errores, levantarse y seguir adelante sin importar que tan difíciles sean los retos.
LRL: ¿A qué personas de la vida pública les reconoce liderazgo? Y mirando hacia atrás, pensando en líderes colombianos ¿cuál le atrae?
DC: Antonio Nariño. Alfonso López Pumarejo, Colombia está en deuda con él. En periodistas tengo que decir que cuanto más tiempo pasa más valoro la figura de Guillermo Cano, esa presencia inspiradora va a guiar el periodismo colombiano por muchas generaciones.
LRL: Dentro de 20 años unos historiadores deciden estudiar este momento de la vida del país, a través de cinco líderes emblemáticos. ¿Qué cinco líderes escogería para estudiar?
DC: Álvaro Uribe va a ser imprescindible en la revisión de este período, para bien o para mal. Lo será también César Gaviria, con sus virtudes y con sus defectos, la Constitución de 1991 va a marcar un punto alto en lo que se refiere al estudio de este periodo. Antanas Mockus es un líder al que la historia recordará. Del periodismo Antonio Caballero y Daniel Samper Pizano van a ser referentes obligados para estudiar esta parte de la historia de Colombia.
LRL: Ronald Heifetz sostiene que liderar es vivir peligrosamente. Porque el liderazgo tiene un lado no glamuroso, del que poco se habla: genera que otros se opongan a la iniciativa de liderazgo llegando incluso a buscar detener al líder. Esto ocurre porque el liderazgo transformador genera cambios y “pérdidas” para la gente al desequilibrando el statu quo. ¿Qué opina usted de esto?
DC: Hacer periodismo en Colombia es vivir peligrosamente. Es decir, estar dispuesto a perder la vida para que se conozca una verdad. ¿Vale la pena? Quizás la respuesta sea no, pero algunas personas no pueden vivir sin eso.