Por Leopoldo Fergusson
En esta entrada le anticipo a los lectores de La Silla algunas ideas de un trabajo con Carlos Molina (Universidad de los Andes) y James Robinson (Universidad de Chicago). En el trabajo argumentamos que el clientelismo erosiona la calidad de la democracia, echando a andar una estructura de incentivos que debilita al Estado; y que la debilidad del Estado, a su turno, crea las condiciones propicias para la propagación del clientelismo.
El asunto es importante, pues la ausencia de capacidades estatales básicas, como la habilidad de controlar la violencia, hacer cumplir las leyes, cobrar impuestos, regular la actividad económica, y proveer bienes y servicios públicos es un obstáculo de primer orden para la estabilidad política y el desarrollo económico en muchos países del mundo, incluido Colombia.
Entendemos el clientelismo con su definición tradicional: el intercambio de beneficios particulares (dinero, empleos, y otros regalos) a cambio del apoyo político. Para Stokes (2005) es un sistema perverso de rendición de cuentas: los ciudadanos no castigan con su voto a los políticos que incumplen sus promesas, sino que los políticos castigan a los ciudadanos por no entregar su voto.
Cuando hablamos de capacidad o fuerza del Estado, nos referimos a la fuerza consensual. Un Estado consensualmente fuerte no tiene simplemente el poder para movilizar recursos, cobrar impuestos, o ejercer violencia, como muchas dictaduras. Tiene además legitimidad porque sus acciones responden a las demandas ciudadanas. El Estado consensualmente fuerte resuelve el dilema fundamental del poder estatal (esto es, que un Estado con el poder de proveer bienes también tiene el poder de hacer daño), haciendo que poder y control sean complementarios; porque los ciudadanos controlan al Estado, están dispuestos a concederle más poder.
Clientelismo y debilidad estatal en Colombia
¿Existe una relación entre estos dos fenómenos? Evidencia del Módulo de Política de la Encuesta Longitudinal de la Universidad de los Andes (Elca) así lo indica. En esta encuesta preguntamos por la compra de votos con prácticas clientelistas. Para medir capacidad estatal, incluimos una pregunta sobre evasión de impuestos (al valor agregado, pues pocos colombianos pagan impuesto sobre la renta). La evasión de impuestos es un buen indicador de la incapacidad estatal de hacer cumplir sus reglas y de movilizar recursos. Más importante, depende de la confianza que los ciudadanos tienen en el Estado, y del grado en que cumplen con el contrato social, reflejando por lo tanto el poder consensual.
Un reto al medir clientelismo y evasión es que los ciudadanos pueden dar respuestas falsas por el estigma social de las conductas. Para evitar este posible “sesgo de deseabilidad social”, además de preguntarle a los ciudadanos directamente, utilizamos técnicas de preguntas indirectas con experimentos de lista, que permiten obtener respuestas sinceras (ver acá para una exposición de estos métodos).
La Figura 1 presenta las estimaciones de clientelismo. Los cuadrados azules muestran los valores al preguntar directamente sobre la compra de votos, con una prevalencia que llega al 20% (las zonas rurales reportan números ligeramente superiores a las urbanas). Más sorprendente, las preguntas indirectas del experimento de lista (los rombos rojos) revelan niveles similares a los de la pregunta directa. En consecuencia, la diferencia entre estas dos estimaciones (los triángulos verdes) son pequeñas, y estadísticamente iguales a cero.
En palabras sencillas, esta figura dice tres cosas: primero, que cerca de uno de cada cinco colombianos vota a cambio de algún regalo o beneficio directo para él o su círculo cercano; segundo, que esta proporción es ligeramente superior en las zonas rurales que en las urbanas; y finalmente, que los encuestados no tienen ningún problema en reconocer esta situación directamente. Como se puede observar en la Figura 2, el resultado para evasión de IVA es muy similar: una incidencia alta que bordea el 20% y es ligeramente superior en el campo que en las ciudades, y ninguna vergüenza de los ciudadanos por admitir estas conductas.
Estos resultados indican que el clientelismo y la evasión de impuestos son parte de la realidad corriente y aceptada por los ciudadanos, consistente con nuestra idea de que reflejan un equilibro firmemente anclado en la sociedad colombiana. Además, la Figura 3 muestra que las prácticas no son solamente altas en promedio y ampliamente aceptadas, sino que son complementarias: los municipios donde hay más evasión de IVA son los municipios con más clientelismo.
Es cierto que muchas otras cosas podrían explicar esta coincidencia entre clientelismo y evasión tributaria. Pero cuando hacemos un análisis de sensibilidad siguiendo a Oster (2014), encontramos que es improbable. Existe algo que une a estos dos fenómenos. Nosotros sugerimos que, en efecto, varios mecanismos los unen y hacen que los fenómenos se refuercen mutuamente. Identificamos siete “pecados” que los casos históricos y la literatura ha contemplado, y que contribuirían a sostener un círculo vicioso entre clientelismo y debilidad estatal.
Los siete pecados: clientelismo y debilidad estatal en equilibrio
Para terminar
En resumen, clientelismo y debilidad estatal se retroalimentan y ese parece ser el caso en Colombia, al punto que son prácticas ampliamente aceptadas con poco estigma social. El gran reto ahora es voltear estas fuerzas para convertir el círculo vicioso en su versión virtuosa. Porque tal y como la debilidad estatal favorece al clientelismo, que a su turno consolida la debilidad y así ad infinitum, un sacudón del sistema que fortalezca al Estado con legitimidad puede quebrarle el espinazo al clientelismo, mejorar la calidad de la democracia, y consolidar un equilibrio más positivo con un Estado fuerte bajo el control de los ciudadanos.
¿Seremos capaces?