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Está prohibido ser militante

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Iba a escribir sobre la inutilidad de la procuraduría a propósito de la nulidad de la reelección de Alejandro Ordoñez, pero me pareció irresponsable que quien tenga un espacio privilegiado como éste para expresar sus opiniones se abstenga de hacerlo sobre algún tema relacionado con la posibilidad de cerrar el conflicto armado con las Farc. A los colombianos no nos habían hecho una pregunta tan difícil de cuya respuesta depende en mucho el futuro del país.

No hay lugar para la indiferencia y la apatía, sin embargo, las encuestas demuestran que un altísimo porcentaje de los ciudadanos no se sienten concernidos con la decisión y la actitud de la inmensa mayoría, aún de los que están dispuestos a votar, especialmente de los que están con el Sí es más bien pasiva.

El mayor problema que enfrenta el plebiscito es que en Colombia no hay una ciudadanía activa y organizada y ese problema lo enfrentan los del Sí y los del No. Aunque no hay estudios suficientemente fiables, los pocos que hay indican que solo el 20% de los colombianos pertenecen a una organización, social o política y que solo reconocen mayoritariamente pertenecer a una organización religiosa.

Para quienes tienen el privilegio de llegar a la educación superior, la ciudadanía se activa ahí en la Universidad y resulta que directivas y profesores se han sumado a la idea de que la militancia está mal vista, despierta emociones que –a su juicio- resultan contrarias a las razones. ¡A tal punto ha llegado el equívoco que la política está hoy prácticamente prohibida en las universidades! y el resultado es que la gran mayoría de los estudiantes no participan activamente de los asuntos públicos.

Los profesores atribuyen ese hecho a una especie de apatía que se ha tomado a los jóvenes y no hay tal, la ciudadanía la activan los profesores para empezar con el ejemplo, pero si un estudiante va a colgar una pancarta promoviendo alguna causa, y ni qué decir un partido político, su conducta es rechazada e incluso sancionada.

La propia Ministra de Educación expidió una circular con ocasión de las elecciones de Octubre del año en la que “recordaba” a las universidades que en sus instalaciones eran prohibidas las actividades políticas. ¡Habrase visto!

En estos días se ha activado un grupo, afortunadamente creciente, de estudiantes de casi una decena de universidades de Bogotá que han convocado “marchas de banderas blancas” que se han reunido los viernes en el Parque de los Periodistas y a ellos parece que se van a sumar grupos de Medellín y Cali que harán lo propio en sus ciudades. Es una semilla de ciudadanía activa y militante, que puede ser un legado adicional que deje este proceso.

Me ha llamado la atención, no tanto el escepticismo y la apatía de un porcentaje muy alto de los estudiantes, sino especialmente la actitud de profesores y directivas de universidades. A la movilización se ha involucrado una docena de “profes”, pero los demás miran con displicencia y en las universidades ponen obstáculos, exigen permisos que después niegan, a los estudiantes que participan no les permiten aplazar deberes académicos. Es como si lo que pasara fuera rutinario.

Los curas se declararon neutrales, los profesores también, los periodistas (salvo los del No que son muy activos) también. La mayoría de los medios les han pedido a sus empleados que no expresen públicamente sus preferencias por el Sí o el No, no les permiten participar en actividades relacionadas con el tema ¡por la imagen de la marca! y lo mismo han hecho otras empresas. Por ejemplo, quienes trabajan en organizaciones gremiales tienen que permanecer en el closet.

Claro que todos tienen su postura por el Sí o por el No pero les prohíben expresarla. Es curioso, los “aparatos ideológicos” que llamaba Althusser (la iglesia, la escuela y los medios) renuncian en apariencia a ejercer su papel. En sus orígenes eran instrumentos de causas y ahora se convirtieron en empresas o se volvieron “neutrales”.

Las universidades se fundaron para promover específicos códigos de valores, igual que los medios y las iglesias. Varias instituciones se enorgullecen de ese origen, en mi Universidad, el Externado, somos muy orgullosos de pertenecer a una comunidad que promueve valores liberales, como seguramente los javerianos –por citar cualquier ejemplo- se sienten de hacerlo con los valores católicos. Instituciones que tienen esa misión no pueden ser neutrales en esta coyuntura.

La campaña por el Sí tiene su mayor desafío, pero también su mayor oportunidad, en despertar ciudadanía entre la población más joven, que según las encuestas es donde mayor porcentaje de abstención habrá. Se trata además de jóvenes que están en las ciudades, donde también hay los mayores niveles de resistencia. Medellín y Bogotá son los lugares donde la intención de voto por el No se registra más alta.

Ninguno de esos jóvenes está en ninguna organización y por tanto no están donde están llegando la mayoría de las campañas. Ese es el reto.

Opinión
Publicar en: 
Silla Caribe

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