Quantcast
Channel: La Silla Vacía
Viewing all articles
Browse latest Browse all 10158

El No desde las heridas de Chalán

$
0
0

Un acto de esos que sólo puede obedecer a la loca perversión de la guerra: hace 20 años, las Farc cargaron a un pobre burro con explosivos y lo hicieron estallar frente a la estación de Policía de Chalán, un pueblito sucreño fresco en los Montes de María que, encajado entre montañas, parece un pesebre. Por más de cinco horas, 11 policías dieron la pelea contra más de 100 guerrilleros que enseguida entraron a tomarse el municipio. Cuentan algunos habitantes que, al verse rodeados y perdidos, varios uniformados comenzaron a cantar el himno nacional, como para darse ánimo. Los mataron a todos, a unos con tiros de gracia. A dos los incineraron.

Al día siguiente, el Estado abandonó a su suerte a la población. Retiró a la Fuerza Pública durante seis años en los cuales los chalaneros quedaron principalmente bajo el yugo que la guerrilla impuso a punta de plomo. Y hoy no hay memoria de lo que tuvieron que padecer todo ese tiempo ni proceso de reparación colectiva alguno para ellos. Ni siquiera una lista de víctimas debidamente documentada.

Es apenas comprensible, pues, que frente al plebiscito que refrendará los acuerdos entre el Gobierno y las Farc el ambiente en ese suelo se sienta más a favor del No.

El alcalde Jaider Huertas (del grupo del cuestionado excongresista Yahir Acuña) dice que apoya el Sí porque “no se puede estar en contra del Gobierno”, y si mueve a sus amigos y maquinaria seguramente hará ganar esa opción.

Pero mucha gente de a pie, campesinos, con la que hablamos dice que de votar lo haría por el No porque asocia el proceso no con el desarme de la guerrilla, sino más bien con su regreso triunfante.

Ese sentimiento, que probablemente pueda estarse repitiendo en otros tantos poblados azotados y más anónimos, puede jugar en una semana larga, cuando se abran las urnas.

Sin memoria del ultraje

En 2012, una activista sucreña de derechos humanos llamada Claudia González, que entonces trabajaba en la ONG Campaña Colombiana contra Minas, propuso a Chalán como municipio piloto para hacer una reparación colectiva por daño con un artefacto explosivo improvisado.

Pero, según ella misma cuenta, en la Unidad de Víctimas les respondieron que no porque el ataque había sido contra la Fuerza Pública y no contra los civiles.

En realidad, aquel 12 de marzo de 1996 a las 7 y 30 de la noche el horror no sólo envolvió a los policías y sus familias.

Luego de la toma Estado se fue, como si fuera un desplazado más de los tantos que salieron a la mañana siguiente hacia lugares como Corozal y Cartagena, no sólo por el retiro de la Policía y el Ejército. Hasta el despacho de la Alcaldía se trasladó para la capital Sincelejo, que queda nada más a una hora.

La guerrilla que desde principios de los 90 venía acechando asentada sobre uno de los cerros tutelares (conocido por los chalaneros como “el cerro e’ Nicolás” porque arriba quedaba la finca de un campesino llamado así), quedó con las puertas abiertas para tomar posesión del, ahí sí, totalmente indefenso suelo chalanero.  

Un suelo que tiene la particularidad, a diferencia de buena parte de la región de las montañas de María, de haber sido azotado principalmente por las Farc.

Aunque apenas 15 días después de lo del burro entraron los paramilitares a asesinar a un concejal y a su esposa, y a amenazar al pueblo acusándolo de guerrillero, el poderío permanente dentro del municipio lo ejerció la guerrilla y sus frentes 35 y 37, cuya destrucción fue anunciada en 2012 por el Ejército.

“Por seis años nos dejaron a merced del 35 frente de las Farc”, resume un chalanero al que por la época le tocó desplazarse forzadamente a Sincelejo.

En 2002, finalmente regresaron la Policía y el Ejército y la sombra del conflicto permaneció, pero ya de otra forma (por ejemplo hubo información de capturas masivas ilegales por parte de los militares).

Líderes como Lisette Rodríguez, de la escuela de narradores de la memoria de los Montes de María, ha dado pasos hacia un proceso de verdad con producciones como una pieza radial que cuenta cómo era el municipio antes del conflicto y cómo quedó después.

Sin embargo, así como cuenta la activista sucreña a la que le respondió la Unidad de Víctimas, para muchos este es nada más el lugar en donde las Farc usaron a un animal como arma de guerra y mataron a 11 policías. Un ataque a la Fuerza Pública.

Las heridas abiertas y la humillación que sienten tantos campesinos por la falta de reconocimiento del ultraje, dan cuenta de mucho más que eso.

Así los sometieron

En Chalán todo el mundo carga con el dolor de algún muerto. Todo el mundo tiene pérdidas que contar.

A Margarita Navarro, la señora que cocina en un humilde rancho rodeada de gallinas, le mataron a su hermano por no asistir a una reunión convocada por las Farc.

Adolfo Álvarez, que es comerciante y músico, perdió asesinado a su cuñado, cuyo único defecto era “ser desordenado cuando tomaba”, lo cual no le gustaba a los que mandaban.

Don Nelson González, campesino de 70 años, enterró, también por razón de las balas selectivas, a su hermano menor que era concejal y a dos sobrinas a las que la guerrilla acusó de andar con soldados.

En Chalán todo el mundo carga con el dolor de algún muerto, pero a muchos ni siquiera los pudieron llorar.

Cuenta Mariela Arroyo, líder de una asociación de mujeres víctimas de violencia sexual, que durante los años de dominio fariano la orden cuando aparecían muertos selectivos era que el cura los recogiera y los familiares los enterraran rápidamente, mejor sin hacerles velorio.

Y ay del que se atreviera a derramar una lágrima o a darle el pésame a uno de los seres queridos del fallecido. Enseguida quedaba fichado.

“Había por obligación que poner música y estar como si nada porque, como ellos mismos decían, ‘en este pueblo no pasó nada’”, recuerda Mariela, quien no es chalanera pero en ese momento vivía allí porque estaba casada con el tesorero del pueblo, que más tarde tuvo que salir escondido en el piso de un carro por amenazas guerrilleras.

Su asociación reúne a 106 mujeres de varios departamentos del Caribe abusadas por todos los actores de la guerra. Muchas son de Montes de María, pero ninguna de Chalán. Mariela asegura que es porque aún no se atreven a hablar. O porque callaron tanto tiempo que ahora les parece que no servirá de nada.

Porque abusos, según su relato y los de otros cuatro chalaneros, sí hubo:

“La guerrilla estaba en el cerro, ellos en el pueblo tenían sobre todo milicianos con los que mandaban sus órdenes. Cuando hacían sus parrandas, con ellos era que mandaban a buscar a las mujeres para que se las llevaran allá arriba. Les gustaban las muchachas jóvenes y ninguna se podía negar”, detalla Mariela.

Todas quedaban todavía más expuestas cada tanto, cuando de la montaña bajaban “los cara tapá”, como les llamaban algunos a los guerrilleros por el atuendo que en ocasiones usaban para ‘ajusticiar’ a alguien; y los hombres huían hacia el monte dejando a sus mujeres encerradas en las casas.

Con el brazo de sus milicianos, varios de ellos, hay que decirlo, nacidos en Chalán, las Farc además controlaban las entradas y salidas del municipio y llegó un momento en que ningún carro podía transitar sin su aprobación.   

Vía ese control, por las calles cafés del poblado se vieron pasar vehículos robados y hasta secuestrados (que varios habitantes presumen eran agarrados en las llamadas pescas milagrosas que hacían las Farc en la Troncal de Occidente).

De hecho, cuentan que al rector del colegio lo mataron luego de haber descubierto a un hombre amarrado en uno de los salones de clases y de, en respuesta, comentar frente a algunos padres de familia que los actores armados no deberían involucrar al templo de los estudiantes en su conflicto.

En 1999 el asesinado fue el Alcalde. Se llamaba Manuel Antonio Fernández Díaz, era conservador y murió por disparos de fusil Galil cuando iba en su camioneta por la vía que de Toluviejo va a San Onofre. Había sido amenazado por el Bloque Caribe de las Farc. Le tocaba despachar desde Sincelejo.

“Hicieron de todo. Se bajaban a vivir a las casas, se cogían cultivos, ajusticiaban a cualquiera que ellos se imaginaran que era informante. ¡Le cobraron a todo el que le había dado un vaso de agua a la Policía! Hacían retenes, reunían a la gente en la plaza y el que no fuera ya sabía lo que le podía pasar”, cuenta don Nelson, el campesino de 70 que perdió a varios seres queridos por la violencia y además se tuvo que desplazar.

Pero mientras de puertas para adentro muchos chalaneros padecían la ley del fusil bajo la sospecha permanente de que pudieran ayudar a la Fuerza Pública o a los paras, en el resto del departamento eran señalados como el pueblo de guerrilleros, que supuestamente hasta ayudó para que mataran a sus policías.

Era un golpe doble de violencia porque, de esa manera, los ubicaban también bajo el radar de las autodefensas que hicieron de la región montemariana uno de los peores y más sangrientos escenarios de su macabra guerra.

“Para muchos, decir chalanero era decir guerrillero. Eso fue muy duro, a uno desplazado le daba miedo decir que era de allá. Hacerse la vida así en otra parte fue muy difícil. Y eso fue así hasta hace poquito”, se lamenta un hijo de Chalán que tenía 13 años cuando el burro-bomba, hoy maneja un taxi en Sincelejo y prefirió que se omitiera su nombre.

Ese punto tiene su complejidad. Cierto es que por la época los frentes 35 y 37 que comandaba Martín Caballero lograron involucrarse con habitantes de sectores del municipio cercanos a la montaña.

Sin embargo, todo el sufrimiento que detallan las víctimas y el sentimiento antiguerrilla que hoy se palpa en Chalán - evidenciado también en asuntos como, por ejemplo, que el año pasado la candidata del uribismo estuvo a pocos votos de ganarle la Alcaldía a la carta de Yahir Acuña- muestran que éste está lejos de ser un “pueblo de guerrilleros”, como injustamente han pensado tantos.

Allí muchos recibieron con tranquilidad la condena, el año pasado, al guerrillero encontrado culpable de haberse ideado lo del burro: José Joaquín Medina, del frente 35, castigado a 40 años de cárcel. Y, de hecho, uno de los mayores temores de nueve de las personas con las que hablamos es que, en la actual coyuntura del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc, se abra la posibilidad de que la guerrilla pueda regresar.

No

No es fácil de explicar, pero Chalán se siente como un pueblo triste. La gente no habla mucho, no se oye el ruido típico Caribe del vecino que comenta cualquier pequeñez a gritos y se acuestan más bien temprano. Incluso cuatro viejos satisfechos que juegan dominó a las 2 de la tarde en la puerta de una casa sonríen con un dejo de melancolía.

El clima no ayuda mucho. Aunque de la montaña siempre baja una brisa fresca que a veces incluso obliga a ponerse saco en la noche, en ocasiones seguidas las nubes tapan el sol. Y la cosa se pone más gris.

Dice el propio Alcalde que desde el burro-bomba y la época de las Farc el municipio no levanta cabeza. Sus 4.300 habitantes viven mayormente de sembrar tabaco, ñame, yuca, maíz, un poco de la ganadería, pero hace mucho que ya no es como antes.

Chalán llegó a tener empresas y negocios, prosperidad, porque además lo bendice una tierra fértil y productiva. Y ahora apenas si queda algo de comercio.

“Aunque estamos priorizados para inversión en el posconflicto, hoy nosotros solamente tenemos un presupuesto que no llega a los nueve mil millones al año. No tenemos buenas vías de acceso y al colegio de bachillerato le falta la infraestructura”, agrega el mandatario, quien hace unos meses lanzó una alerta en medios porque la sequía tiene sin agua a los 20 jagüeyes con los que se surte la zona rural.

Este es el escenario en el cual los chalaneros reciben las noticias del proceso con las Farc y del plebiscito para refrendarlo.

Las palabras de algunos de ellos dicen mucho:

“Mire, a mí me mataron a mi hermano en la vereda La Candelillas. Él no hacía nada. Él compraba tabaco y trabajaba en el monte. No participaba en nada. Y un día el frente 35 lo llamó a una reunión, le pidieron una plata y él no dio. Aquí nunca ha venido nadie a dar explicación de nada ni a ayudar en nada. ¿Y todavía dice Santos que lo tengo que olvidar así como así? Si yo fuera a votar, votaría que No. Chalán debería votar por el No”, dice la señora Margarita, desde su rancho lleno de gallinas.

El Alcalde añade por su lado: “Yo voy por el Sí porque uno no puede ir en contra del Estado, pero la verdad es que Chalán tiene mucho que agradecerle al expresidente (Álvaro) Uribe, que fue quien ordenó el regreso del Ejército (luego de que la guerrilla asesinara al cura del pueblo en 2002). Yo lo que siento es que aquí posiblemente va a haber mucha abstención… de todas formas, da temor que si llega a ganar el No en Chalán, no podamos jalonar recursos nacionales para acá”.

“La verdad yo no oigo mucho que acá se hable del plebiscito, pero si la gente tiene memoria es para que aquí el 80 por ciento votara por el No”, remata, también por su parte, Adolfo, el músico.

Incluso las cuatro viudas de los policías que viven en Sincelejo (Mariluz Campo, Alcira Ruiz, Rosa Acosta y Alexis Hernández) quienes, aunque no son de Chalán, sí que saben de los golpes a ese pueblo, coinciden al decir que no están contentas con el proceso.

“Yo quiero la paz, yo no quiero que haya más muertos, pero hay cosas (de los acuerdos) que no comparto porque me parecen injustas después de todo este sufrimiento”, opina Alexis, viuda de Deider José Díaz Paternina, quien murió de 26 años.

Mariela, la líder de las víctimas de violencia sexual que vivió en el municipio sus años más oscuros, hoy hace pedagogía de los acuerdos de manera voluntaria y va a votar por el SÍ. Pero apunta lo siguiente: “Si fuera aún la Mariela de Chalán, marcaría el No”.

Don Nelson, viejo roble chalanero, desde la calma de su mecedora en Sincelejo, finaliza: “Mi voto es por el No. Usted ya escuchó todo lo que le conté que nos pasó. Hicieron de todo. ¿Cómo es posible que no vayan a pagar un día de cárcel?”.

- ¿Y si las Farc fueran a Chalán a pedirle perdón al pueblo, don Nelson? ¿Usted podría cambiar de opinión?

Silencio.

“Pues, si lo hicieran sinceramente, sí: yo podría cambiar de opinión”.

 

(Para ver la galería de fotos a continuación, haga clic en los puntos:)

 
El animal de trabajo de los campesinos fue usado en su contra, como un arma de guerra, en 1996. Fotos: Laura Ardila
La Silla Caribe

Viewing all articles
Browse latest Browse all 10158

Trending Articles



<script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>