Los promotores del NO argumentan que su propósito no es que se rompa el proceso de paz sino lograr un mejor acuerdo. Así lo han dicho reiteradamente el centro democrático, en boca de sus voceros, como Carlos Holmes, u otros opositores al acuerdo por fuera de ese partido, como Jaime Castro.
Su argumento parte de tres premisas: i) que la paz negociada con las FARC es buena, ii) que el acuerdo de la Habana es malo; y que iii) puede ser renegociado si gana el NO. Y a partir de eso concluyen que hay que votar NO para lograr un mejor acuerdo y tener una verdadera paz.
Si uno acepta las premisas, la conclusión parece inevitable. Pero: ¿son aceptables esas premisas?
Comparto la primera de que la paz negociada es buena, por las razones que expliqué en mi entrada previa; discrepo de la segunda pues el acuerdo, sin ser prefecto (pero ninguno pacto de paz lo es) es bueno, como lo explico largamente en este video. Pero en este blog quiero concentrarme en la tercera, esto es, si es viable una renegociación del acuerdo en caso de victoria del NO.
Esa tesis es jurídicamente válida pues el voto el domingo es para apoyar o rechazar el acuerdo de paz, y no para aprobar o rechazar la búsqueda de una solución negociada al conflicto armado. Y por eso la Corte Constitucional, al revisar la ley del plebiscito, aclaró que el efecto jurídico del NO era que el presidente no podía implementar el acuerdo de la Habana pero que su competencia constitucional de buscar una paz negociada se mantenía. En teoría y a nivel jurídico es entonces posible renegociar el acuerdo. Pero ¿es eso políticamente realista? No lo creo.
En el contexto colombiano, la posibilidad de una renegociación del acuerdo con las FARC es bajísima, como lo han destacado numerosos columnistas, como Alvaro Forero Tascón, Ariel Ávila o Carlo Nasi, por citar tres analistas, con perspectivas en general diversas, pero que coinciden en esta conclusión
Comparto esos análisis y no creo que tenga sentido repetirlos en detalle. Basta señalar al menos las siguientes seis razones por las que la renegociación es prácticamente imposible en el caso colombiano: i) porque así lo han dicho tanto las FARC como el gobierno; ii) porque este acuerdo es fruto de una duras y serias negociaciones por cuatro años entre una guerrilla de izquierda y un gobierno de centro derecha, por lo que es razonable suponer que es el mejor acuerdo posible, como lo ha dicho Humberto de la Calle; iii) porque los liderazgos que podrían llevar a cabo la renegociación (el presidente Santos y el secretariado de las FARC) quedarían totalmente debilitados políticamente por el rechazo del acuerdo; iv) porque quienes defienden la propuesta del NO están en la oposición y no en el gobierno, con lo cual no podrían liderar esa renegociación; v) porque no se sabrían cuáles son los puntos a ser renegociados, pues distintos ciudadanos podrían haberse opuesto por diversas razones al acuerdo, con lo cual la renegociación sería en realidad una nueva negociación desde el inicio; vi) y porque, sin perjuicio del punto anterior, los dos puntos que más han agitado los opositores al acuerdo (a saber la cárcel y la prohibición de participar en política a los líderes de las FARC que resulten responsables de crímenes atroces) son temas que las FARC han rechazado abierta y sistemáticamente.
A esos puntos, lo que quiero agregar es una perspectiva comparada, que no es conclusiva pues no hay muchos acuerdos de paz que hayan sido puestos a ratificación ciudadana, por lo cual no abundan los estudios en esta materia . Pero los pocos casos existentes muestran que el triunfo del SI permite la implementación del acuerdo de paz mientras que el NO imposibilita la renegociación, al menos por un largo tiempo.
Señalo dos casos relevantes: Irlanda del Norte y Chipre.
El llamado “acuerdo de Viernes Santo” fue aprobado en Irlanda del Norte masivamente por la ciudadanía en 1988 y se pudo implementar. No fue fácil pues tuvieron que sortear problemas complejos, en especial la desconfianza y separación entre la comunidad católica, que mayoritariamente ha querido unirse a Irlanda, y la comunidad protestante, que en general ha buscado permanecer en el Reino Unido. Pero la legitimidad democrática de la aprobación del acuerdo de Viernes Santo fue un factor decisivo para superar los obstáculos. Hoy hay paz estable y duradera en Irlanda del Norte.
En Chipre, el acuerdo de paz mediado por Kofi Annan (el llamado Plan Annan) fue rechazado en voto popular en 2004. Teóricamente el acuerdo podía ser renegociado inmediatamente pero han pasado 12 años sin haya sido posible. No se ha logrado entonces solucionar pacíficamente el conflicto que tiene partido a Chipre. Y si la guerra no ha vuelto a Chipre es porque hay una presencia masiva de fuerzas de la ONU, que tiene separado de facto el país entre la zona norte, esencialmente habitada por turco chipriotas, y el resto del país de los greco chipriotas.
La lección del análisis comparado parece clara y confirma las consideraciones específicas hechas por analistas colombianos sobre el impacto del voto en el plebiscito: un SI masivo de la ciudadanía hace probable la implementación de un acuerdo de paz, incluso en sociedades divididas como Irlanda del Norte. Y algo idéntido se puede decir de la refrendación exitosa de la paz en Sudáfria. Un NO, en cambio, hace casi imposible una renegociación de la paz, al menos por un buen rato, pues queda agotada la energía política necesaria para llevar a cabo una negociación.
El NO nos lleva entonces n Colombia a un callejón sin salida, que conduciría a la ruptura no inmediata pero altamente probable del proceso de paz. Y en ese contexto es que reitero mi fórmula metodológica del voto señalada en una entrada anterior:
- Debe votar SI quien considere que el acuerdo globalmente considerado es suficientemente digno que decide apoyarlo, en nombre de una paz altamente probable.
- Debe votar NO quien considere que el acuerdo globalmente considerado es tan indigno e injusto que lo rechaza, a pesar de saber que será muy probable que retorne una guerra particularmente cruel con las poblaciones rurales.
- Y como la paz negociada es éticamente deseable y el NO parece inútil para lograr un mejor acuerdo, debe uno aplicar una especie de presunción a favor del Sí. En caso de duda, uno debería votar SÍ y sólo optar por el NO en caso de que la valoración del acuerdo le parezca a uno tan claramente negativa que justifique los riesgos del retorno de la guerra y de quedar atados al pasado.