A Germán Vargas Lleras le cambió su futuro en un día: ayer. Con el triunfo apretado del No, el Vicepresidente perdió el puesto que tenía asegurado en la segunda vuelta y la posibilidad de forjar una alianza con el uribismo alrededor suyo. Además, y para completar su mala suerte, en la coalición oficial lo culpan en parte de la derrota.
El cambio de fortuna
Germán Vargas Lleras mantuvo un disciplinado silencio frente al proceso de paz durante los cuatro años de negociación pública con las Farc. Sólo rompió su silencio forzado por una invitación -también pública- que le hizo el Presidente a montarse en el bus de la paz y salir a hacer campaña.
A pesar de que Vargas Lleras siempre dijo que su Sí era con reservas porque le preocupaba el tema de la justicia transicional y que no se le vio nunca promover esta opción en plaza pública, en ninguno de los muchos eventos que lidera por todo el país concretando o entregando obras de agua e infraestructura, en el último momento el Vicepresidente se montó en la campaña oficial lo que lo dejó del lado del Sí.
Con esto, incluso antes de la votación del domingo, ya se había cerrado la posibilidad de una alianza con el uribismo para ganar en primera vuelta, como nos lo confirmó la semana pasada una persona muy cercana al expresidente Álvaro Uribe: “Vargas no fue ni chicha ni limoná. Acá muchos lo veíamos como un posible aliado para 2018, como el de mano dura, pero se plegó a Santos para mantener unos puestos”.
Después de la votación del domingo, en el que el uribismo contó con casi 6,5 millones de votos, la posibilidad de que esa alianza se de en segunda vuelta también se puso en jaque.
Con la votación que obtuvieron en el plebiscito, el candidato del ex presidente Álvaro Uribe ya tiene garantizado un puesto en segunda vuelta (salvo que algo excepcional ocurra en los próximos meses).
Por lo que si hacen una alianza lo más seguro es que sea alrededor del candidato uribista y no de otro candidato. Máximo cuando Uribe sabe que -igual a como le pasó con Santos- no podría controlar una vez sea elegido.
Los chances de que Vargas Lleras sea el segundo candidato para llegar a la segunda vuelta también se ven improbables a esta altura.
Salvo que las Farc tengan un gesto de humildad y grandeza y acepten voluntariamente en las próximas semanas mandar a sus jefes a una colonia agrícola durante cinco años y renuncien ir al Congreso, el proceso de paz seguramente no se resolverá sino hasta después de la campaña presidencial.
Y en un escenario en que la campaña presidencial vuelva a girar alrededor de la paz, Vargas Lleras lleva las de perder precisamente por su opción de pasar de agache con este tema.
Del otro lado
A que, de momento, pueda tener la puerta cerrada en el uribismo, se suma el hecho de que esta campaña del plebiscito terminó de agrietar las relaciones del Vicepresidente con los partidos de la Unidad Nacional, comenzando por el liberalismo.
En concreto, con César Gaviria (designado jefe del Sí desde el Gobierno), bajo cuyo paraguas el vargasllerismo se negó a impulsar la refrendación de los acuerdos.
En La Silla Caribe contamos, por ejemplo, sobre la llamada que Vargas le hizo a uno de sus políticos en el Magdalena (el exgobernador Luis Miguel ‘el Mello’ Cotes) pidiéndole que no fuera a un evento por el Sí que presidía Gaviria.
Esto le deja cuesta arriba la posibilidad de una alianza en 2018 a Cambio Radical, que aunque cuenta con cinco gobernaciones y ganó cuatro alcaldías capitales, incluyendo Bogotá, tan solo tiene 9 senadores.
Con La U las relaciones rotas por las peleas burocráticas dentro de la coalición santista siguen igual (“En La U, muchos preferimos irnos para donde Uribe en 2018 que para donde Vargas”, nos aseguró un cacique de ese partido. Y eso que lo hizo el sábado cuando nadie contemplaba un triunfo del No.
Y a todo lo anterior, se le suma que hoy por hoy algunos en el Gobierno y en la Unidad Nacional le atribuyen parte de la derrota del Sí porque en sus fortines electorales fue donde más decepcionante fue la votación.
Los números no dan
En el Atlántico (uno de los fortines del vargasllerismo, en donde mandan sus aliados, los Char) el Sí obtuvo 258 mil votos frente a 168 mil del No. Pero esa victoria fue lánguida: votaron sólo 431 mil personas contra 702 mil en la segunda vuelta presidencial.
Si hubieran votado todas esas 702 mil, y se hubiera mantenido la diferencia de 20 por ciento entre el Sí y el No que tuvo ese departamento el domingo, el Sí habría tenido 54 mil votos más. Es decir, habría recortado toda la diferencia en el país excepto unos 2 mil votos.
En Barranquilla, la cuarta ciudad donde más se vota en Colombia y donde el Sí le sacó 15 puntos porcentuales al No, votaron 105 mil personas menos que en junio de 2014.
En esa misma segunda vuelta, en Soledad, donde el Sí ganó por 18 por ciento, votaron 57 mil más que el domingo.
Si en esos dos municipios hubiera votado la gente que salió en 2014, y sin cambiar las proporciones entre el Sí y el No, el Sí habría recortado unos 25 mil votos al No en la suma nacional.
Otro caso claro es el Magdalena, donde la gobernadora Rosa Cotes y su sobrino el ex gobernador Mello Cotes tienen el poder y son aliados de Vargas. Allí solo salieron a votar 222 mil personas, mientras que en la segunda vuelta presidencial fueron 388 mil.
Por eso, si hubieran salido todas y el Sí hubiera ganado con el 60 por ciento de los votos, como ocurrió, habría alcanzado unos 32 mil votos más.
Es decir, solo sumando los votos que no aparecieron en el Atlántico y el Magdalena, los dos fortines grandes de Vargas Lleras, y sin cambiar el porcentaje de quienes apoyaron al No en ellos, el Sí habría tenido de sobra para ganar.
Y eso no es todo. En el Quindío, donde Vargas tuvo una aliada clave en la anterior gobernadora Sandra Paola Hurtado, ella lideró la campaña del No. Lo hizo con éxito a pesar de que su grupo ya no tiene la Gobernación: esa opción ganó con el 60 por ciento de los votos, una diferencia de 37 mil sufragios.
Y allí, donde Cambio tiene dos de los 3 representantes y donde obtuvo su curul el senador bogotano de Cambio Germán Varón, la abstención fue menor que la nacional y votaron casi las mismas personas que en la segunda vuelta presidencial.
A la incapacidad de mover sus estructuras políticas como se esperaba le atribuyen, además, que la pelea que tuvo dos semanas antes del plebiscito con la gobernadora liberal del Meta, Marcela Amaya, no contribuyó a tener un clima de coordinación y confianza entre las cabezas del Sí.
La defensa de los vargaslleristas
La Silla habló con tres alfiles de Vargas y ellos ven este análisis desde otra perspectiva. Consideran que si bien Vargas no ganó porque ahora el uribismo no lo necesitará, tampoco perdió. Dicen que en los departamentos en los que tenía influencia Cambio Radical ganó el Sí, excepto en el Huila.
Pero que más importante que eso, creen que la votación de ayer demostró que Vargas no está desconectado del país, pues, en palabras de uno de ellos, "el país demostró que la posición del país es la misma de Vargas: ni con el Sí radical de Santos ni con el No radical de Uribe".
Tienen la esperanza de que en el 2018 se repita lo que sucedió con Enrique Peñalosa en Bogotá. Que muchos uribistas votaron por él a pesar de que la orden del Partido era votar por Pacho. "Lo de ayer abrió un campo de centro que o estaba. Estaba copado por Sergio Fajardo y De la Calle. Fajarde existe pero de la Calle perdió enormemente. En resúmen, Vargas no ganó pero tampoco perdió", dijo uno de los miembros de Cambio Radical.
El camino para el 2018 es largo y mucho puede pasar todavía. Pero por lo menos en un día político tan difícil como hoy, el liderazgo del Vicepresidente no se ha hecho sentir. Ha retomado su silencio.
