Con las movidas de los últimos días, comenzando por las propuestas que hizo ayer el ex presidente Álvaro Uribe, se comienzan a perfilar las apuestas de cada una de las tres patas de la nueva negociación del Acuerdo que arranca hoy después de que con un margen estrecho perdió el Sí en las urnas; el gerente de la campaña del No confesó que habían usado propaganda negra durante la campaña; y Juan Manuel Santos ganó el Nobel de Paz.
La apuesta de Uribe
Golpeado por las declaraciones del gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, que manchó el triunfo del No al haber confesado que habían manipulado a los electores con propaganda negra y por el Nobel de Santos, el ex presidente Uribe lanzó ayer cinco propuestas para “mejorar” el Acuerdo firmado con las Farc. Dijo que hoy presentaría otras y que “se necesita paciencia para discutir tantos motivos de preocupación”.
Algunas de las diez propuestas son obvias (como que el cumplimiento de los acuerdos tiene que respetar la disponibilidad fiscal); otras caben dentro de la interpretación del acuerdo (como la de que se privilegie la erradicación manual de drogas ilícitas “sin que el Gobierno pierda la facultad de fumigar cuando lo estime conveniente) y otras son más generosas que lo pactado (como que la ley podría conceder una amnistía, sin desmovilización total inmediata, a guerrilleros rasos).
En conjunto, sus propuestas revelan no solo el deseo de muchos colombianos de que las Farc cedan más sino también un modelo de sociedad conservador que choca con el modelo liberal del Acuerdo.
Mientras que las propuestas de Uribe apuntan a defender un modelo de democracia representativo y con mayores garantías para las élites políticas y empresariales, el Acuerdo le apuesta a una democracia más directa con mayores garantías para las organizaciones sociales y los movimientos sociales. Y es en este choque de visiones en donde seguramente será más difícil ponerse de acuerdo.
Pero en lo que tiene que ver con la negociación estrictamente, Santos y Uribe están mucho más cerca y el reto será convencer a las Farc: que los responsables de delitos atroces no puedan ser elegidos antes de pagar su condena y que sean recluidos en granjas agrícolas.
Según dos fuentes del uribismo, la estrategia de Uribe será negociar duro, pedir lo máximo, y si ve que hay voluntad del Gobierno de conceder, llegar a un “mejor acuerdo para todos los colombianos”
¿En cuánto tiempo? Ambos calcularon que en unos cuatro o cinco meses. Sienten que la amenaza de que se rompa el cese bilateral es eso, una amenaza del Gobierno para presionarlo.
Los dos coincidieron, sin embargo, en que la intención no es dilatar hasta el 2018 como dijeron varios columnistas este fin de semana.
Dicen que son conscientes de que “triunfo del No se puede volver una derrota”, en palabras de uno de ellos, si la ciudadanía percibe que su verdadera intención es otra diferente a sacar un buen acuerdo para el país.
También son conscientes de que Santos quiere aislar a Uribe y negociar con los otros del No por lo que saben que el tiempo también les corre en contra. Para una campaña del 2018, no habría mejor bandera –creen ellos- que mostrar que por cuenta de ellos el acuerdo logrado sí conducirá a la paz.
Lo que ellos esperan es poder llegar a un acuerdo con Santos, para que éste lo negocie con las Farc y luego sea acordado en el Congreso.
Riesgo: que a punta de tantas propuestas se alargue tanto la negociación que se rompa el cese bilateral y se rompa el proceso de paz.
La apuesta de Santos
Sin un plan B inicial pero con la bala de oxígeno del Nóbel, pareciera que el Presidente ha puesto en marcha varias estrategias simultáneas, todas dirigidas a salvar el acuerdo logrado con las Farc haciéndole el mínimo de cambios sustanciales posibles, según lo que pudo reportar La Silla con dos congresistas de la Unidad para la Paz, dos personas de Casa de Nariño y dos analistas cercanos al gobierno.
La primera fue lograr –a través de sus negociadores en La Habana- que las Farc accediera a considerar hacerle al Acuerdo “ajustes y precisiones” de tal forma que le diera “garantías a todos”. Con ese comunicado conjunto, Santos aceptó que podría haber un mejor acuerdo y dejó el balón en la cancha del No pues respondió la pregunta de Uribe sobre si estaban dispuestos a modificar el Acuerdo.
La segunda estrategia del Gobierno parece ser diluir a Uribe dándole más juego a los sectores más liberales del No. Uribe hábilmente se cobró los casi siete millones que sacó el No e invitó a los otros promotores visibles de esta opción a Palacio en una estrategia que le podría servir para ir armando una coalición amplia de derecha con miras al 2018.
En respuesta, el Presidente dividió al No en varias comisiones, lo que le puede servir para ir negociando con los más moderados y dejando aislado a Uribe con los más radicales (la ex candidata presidencial Marta Lucía Ramírez le daña la ‘foto’ de la extrema derecha que quizás quiere mostrar el Presidente de este grupo) si el Senador se empeña en reabrir la negociación sobre lo que Santos llamó “la columna vertebral” del Acuerdo.
Tras una primera reunión aparte con el ex presidente Andrés Pastrana, que con su dignidad reestablecida, dijo que el acuerdo "tiene cosas muy buenas, cosas que podemos corregir y cosas que vamos a cambiar, no nos vamos a salir de la agenda pactada en La Habana”, ya lo sacó del llavero de Uribe.
También, como contó La Silla, Santos se reunió con Cedecol, la Confederación Evangélica de Colombia, que agrupa alrededor de 266 organizaciones cristianas y representa a siete de los diez millones de cristianos que hay en el país. Esta organización se comprometió con el Presidente a pasarle un documento con sus propuestas sobre la familia y la supuesta ideología de género en el Acuerdo, con lo cual Uribe se quedó tan solo con el ala evangélica más radical.
Por último, ayer, el Comité de Reconciliación, que reúne al mayor número de militares y policías internos en cárceles sacó un comunicado ayer en el que dice que “seguirán apoyando irrestrictamente al Gobierno Nacional en el proceso adelantado con la guerrilla de las Farc” y que están de acuerdo con el tratamiento penal diferenciado que establece el Acuerdo de paz para ellos. Con este comunicado, la propuesta de Uribe de “darle alivio judicial a nuestros soldados y policías” por un camino diferente a la Jurisdicción Especial de Paz se queda sin base social.
La tercera estrategia de Santos parecer ser aliarse con las víctimas y apalancarse en los ciudadanos que piden no dar marcha atrás para visibilizar el costo de una ruptura del Acuerdo
Cuando recibió el Nobel dijo que se lo dedicaba a las víctimas y el domingo hizo el viaje simbólico a Bojayá, donde las Farc mataron a 79 personas, 48 de ellas, menores de edad, y desde allá ofreció donar los casi 3 mil millones de pesos del Premio para la reparación de las víctimas.
Organizaciones de la periferia donde ganó el Sí están planeando movilizarse alrededor de los acuerdos y unirse con organizaciones en la ciudad alrededor de la iniciativa Campo y Ciudad Somos Paz y la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC, hizo un llamado al Gobierno y Farc para implementar en sus territorios los acuerdos de paz alcanzados en La Habana, Cuba.
La cuarta estrategia, revivir la esperanza de que el Eln podría entrar en la negociación. Ayer el Arzobismo de Cali anunció que esta guerrilla “contempla el preacuerdo humanitario” para iniciar la fase pública de negociaciones con el Gobierno. Si esto se da, Santos comenzaría a remover otra de las razones del No y es la idea de que mientras subsista la otra guerrilla, la desmovilización de las Farc no conducirá al fin de la guerra.
Con todo lo anterior, según lo que averiguó La Silla, Santos intentaría renegociar con las Farc algunos puntos que son claves para grupos del No como el enfoque de género (que tranquiliza a los religiosos); la incorporación del acuerdo al bloque de constitucionalidad y la existencia de magistrados extranjeros (que calma a Pastrana); y el tema de la elegibilidad política hasta que paguen sus condenas. Aclarando que estas serán en colonias agrícolas (que calmaría a muchos uribistas).
Con esos cambios, si Uribe y las Farc estuvieran de acuerdo, el Congreso podría sacar adelante el nuevo Acuerdo o podría el Presidente convocar un nuevo plebiscito para marzo y alcanzar a crear el nuevo partido de las Farc a tiempo para participar en las elecciones del 2018.
El riesgo: con la presentación de la reforma tributaria y el aumento del IVA, el apoyo de los universitarios y de otros grupos de la sociedad civil al Gobierno y su Acuerdo se diluye. La negociación con los del No se alarga hasta el punto de que las Farc pierde la paciencia y comienza a presionar vía movilizaciones campesinas que bloquean vías. Y Santos se debilita hasta el punto que se rompe el acuerdo
La apuesta de las Farc
Los miembros del Secretariado de las Farc están relativamente tranquilos y confiados en que el Acuerdo se salvará, según le dijo uno de los jefes guerrilleros a La Silla.
Una evidencia de esto es que si bien después de que Santos dijo que el cese bilateral iba hasta el final de este mes, dieron la orden a sus frentes preagrupados de volver a sus zonas, la mayoría de ellos siguen relativamente cerca de las zonas de concentración.
La Silla confirmó, por ejemplo, en el Catatumbo salieron de las veredas donde ya andaban de civil pero que no están lejos. Allá, hace un par de días, estaban funcionarios de Presidencia disponiendo cómo iban a ser los campamentos donde se concentrarían, con lo cual el mensaje que han entendido es que las cosas se resolverán muy pronto.
La estrategia inicial de las Farc es confiar en el Gobierno para que lleve a la Mesa las propuesta de los promotores del No y que en un término muy corto, teniendo en cuenta la presión de la sociedad, se pueda adoptar el acuerdo renegociado con los ajustes del caso o convocar un nuevo plebiscito, que es la propuesta de su asesor Álvaro Leyva.
El Plan B es promover una movilización campesina desde sus zonas de influencia para presionar el cumplimiento de los acuerdos.
El riesgo: que interpreten el No como el deseo de hacer meros ajustes al Acuerdo y no cedan en cosas más sustanciales que permitan una renegociación que salve lo más significativo de lo pactado. Y que las marchas que promuevan terminen debilitando más al Presidente.
