Por Franz Hamann* y Hernando Zuleta**
El acuerdo alcanzado entre el gobierno colombiano y las FARC hizo evidente la posibilidad de terminar con los móviles políticos de la violencia. Si bien gran parte de la violencia que padece el país no está relacionada con la lucha guerrillera, la firma del acuerdo generó una ola de optimismo entre los partidarios del SÍ.
Infortunadamente, el ambiente festivo que se respiraba en las toldas de quienes apoyaban el acuerdo restó visibilidad a las objeciones de los partidarios del NO, a las dudas de algunos de los partidarios del SÍ y al escepticismo de otros que a la larga decidieron no participar. En estas circunstancias, el resultado de la jornada del 2 de Octubre tomó por sorpresa a muchos, incluidos los líderes de las dos campañas. La sorpresa, a su vez, estuvo acompañada de momentos de incertidumbre con respecto a las posibilidades de implementar los acuerdos total o parcialmente, la voluntad de la partes para negociar y la posibilidad del fin del cese al fuego bilateral.
El panorama se aclaró un poco con las declaraciones de Francisco Santos, la intervención del presidente y la reciente propuesta de trece puntos del Centro Democrático. El mensaje central de los dos líderes es que hay voluntad de renegociar el acuerdo y, en este sentido, aun luce posible la implantación de un nuevo acuerdo que permita el desarme de las FARC y su incorporación a la vida civil.
El resultado del plebiscito del domingo y los acontecimientos recientes abren entonces una ventana de oportunidad para ajustar el acuerdo con las FARC de manera que logre un apoyo más unificado en la sociedad. Capitalizar esa oportunidad es un deber de todas las partes: las FARC, los representantes del NO y los del SÍ. La sociedad demanda de todos ellos disposición para flexibilizar sus posiciones, atendiendo las voces de dos sectores hasta ahora divididos (el SÍ y el NO) y buscando entender el silencio de quienes no participaron.
A pesar de lo complejo de la tarea, debe llegarse a solución definitiva con prontitud. Dilatar el proceso presenta enormes riesgos: los incentivos que generan las rentas del narcotráfico dificultan la coexistencia del cese al fuego y la incertidumbre de una renegociación durante un periodo prolongado de tiempo; la incertidumbre con respecto al proceso de paz entorpece la labor del ejecutivo y el legislativo en áreas importantes; la cercanía de las elecciones del 2018 puede dificultar el desarrollo y la implementación del proceso de paz.
Es fundamental entonces entrar a discutir con toda celeridad la agenda de puntos planteada por el Centro Democrático, el opositor más radical del acuerdo inicial, para reabrir discusión. El nuevo acuerdo debe atender las preocupaciones de los votantes del No, quienes obtuvieron mayoría en el plebiscito; respetar la voz de los votantes del Sí, quienes apoyaron un texto que no puede renegociarse en su totalidad; y convocar a quienes no se pronunciaron en las urnas. Del logro de este delicado equilibrio depende la construcción de una auténtica paz estable y duradera.
* Franz Hamann es economista, profesor de cátedra de la Universidad de los Andes y votó NO en el plebiscito.
** Hernando Zuleta es economista, profesor de planta de la Universidad de los Andes y votó SI en el plebiscito.