Albergo la certeza de que nuestro país ha dado muestras inequívocas de avance en lo que a la protección de las instituciones se refiere. Hace tan sólo unas décadas que, ante la demente toma del Palacio de Justicia por parte del M19, el establecimiento defendería las instituciones de manera contundente: asesinando a sangre y fuego a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado. Salvando la democracia, se nos dijo. Hoy, para salvarlas, tan sólo se destituye a un alcalde. Por fortuna. Pero, hoy como ayer, flota en el aire la misma pregunta: ¿de qué instituciones se habla cuando se dice salvar las instituciones? ¿cuáles se han salvado?
Ciertamente no son las de la salud, ni las del agua potable, ni las de la educación. Tampoco las que protegen el medio ambiente y los recursos naturales. Menos las de justicia pues, antes arrasadas, hoy son el fortín de quien ya sabemos. Tampoco el senado, ni la cámara, tomados por la para política y el narcotráfico. ¿La libertad de expresión? Pero si acá los diarios y noticieros son del sector privado. ¿Cuáles entonces? Será menester realizar un corto viaje por acontecimientos y noticias, para extraer de allí pistas y ojalá entender lo que el presidente Santos quiso decir con aquél término. Veamos:
Hace cinco años una programadora de televisión ofreció a Antanas Mockus unos minutos para que formulara algunas preguntas a los, para entonces, candidatos a la alcaldía de Bogotá. Recuerdo con claridad una pregunta, una respuesta y un protagonista.
La pregunta: "¿Si usted comprando 50 votos puede salvar a la ciudad de caer en manos de alguien capaz de comprar 50 mil votos, lo haría?"
La respuesta: Sin duda
El protagonista: Samuel Moreno Rojas
Moreno fue elegido y cumplió lo prometido, con holgura. Y los concejales de los partidos liberal y conservador -que también lo eligieron- coadyuvaron hasta la saciedad en el robo y fueron a la cárcel. Pero los partidos nunca perdieron la personería jurídica. Se salvaron. (Aquí a lo mejor una pista: hay que salvar algunos partidos). Y, ¿Samuel alcalde? Destituido. No le fue decretada la muerte política. Se salvó. ¿Se salvó la ciudad? Eso al parecer poco importa.
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María Jimena Duzán conduce un pertinente programa de debate en televisión. En su última entrega vemos allí compartiendo la mesa, entre otros, a Paloma Valencia Laserna, nueva senadora uribista. A la pregunta de qué debería hacerse en el caso Petro, a propósito de las medidas cautelares que se veían venir por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ,Valencia expuso:
“(…) Esto se me parece a mí a ese proceso 8.000 cuando el presidente Samper no quería soltar, independientemente a todo. Y ya el tema de si tenía razón o no era secundario, porque el país estaba sufriendo un proceso de desgobierno total.” (El subrayado es mío)
Acá una espectacular señal del establecimiento: tener o no la razón es algo secundario.
Curiosamente sería el mismo Samper quien solicitara a Petro hacerse a un lado, cómo el mismo lo hiciera, para salvar la institucionalidad. (Seguramente así lo esperaban también El Tiempo y City TV, de Luis Carlos. El Espectador y Caracol, de Julio Mario, con Arizmendi y Gómez y todo. Semana, de López y Santos. RCN y NTN 24, de Ardila).
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En la mañana del pasado día de elecciones, un respetado constitucionalista amablemente respondería algunas de las preguntas de la periodista, en la también maravillosa Señal Radio Colombia. Tema: el significado del día de elecciones. Respuesta: (palabras más o menos): si hay algo simbólico en nuestro país es el día de elecciones. Así que nuestra máxima expresión y concreta manifestación de lo que son las instituciones y la democracia, se reduce a algo meramente simbólico. Pero entonces, ¿para qué preocuparnos por la compra de votos? Tampoco es esa la institución que hay que salvar. O será ¿salvar la compra y venta de votos?
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Con el caso Petro, lo de salvar las instituciones vuelve a hacer su aparición cuando el presidente anuncia que ha destituido al alcalde para salvarlas. Destituido éste seguramente aquellas ya se salvaron. ¿Cuáles? No nos dice. No son las relacionadas con los acuerdos internacionales: no fueron respetados. Tampoco las sentencias de la Corte Constitucional: no es la justicia interna entonces. Y aunque el Consejo de Estado había dado vía libre a la destitución, tampoco se cumplieron los procedimientos. Tampoco pues son los procedimientos, que también hacen parte de la justicia. Ni la justicia internacional, ni los tratados, ni la interna, ni sus procedimientos. ¿Se tratará entonces de nuevo de las personas?
Así que vamos entendiendo. Cuando el presidente (cualquier presidente, Santos, Gaviria, Samper, Uribe, Turbay) habla de instituciones, y habla en nombre de todos, habla de personas. De algunas personas. Habla de partidos. De algunos partidos. De las Altas Cortes. Pero de nuevo de algunas personas de las Altas cortes. Tengan o no la razón.
No habla ni de tratados, ni de leyes, ni de acuerdos, ni de procedimientos. No habla de instituciones de salud para todos, ni de educación para todos, ni de recursos naturales para todos. No.
¿De qué personas habla usted, señor Presidente?
Adenda. De la terna de Progresistas dependerá mi nuevo voto para la alcaldía de la ciudad capital. No entendería una terna sin Carlos Vicente de Roux.