A la lista de asesinatos de líderes sociales y campesinos que tanto preocupa en el país y que a diciembre eran unos 20 se sumaron dos más, esta vez en el Sur de Córdoba epicentro de buena parte del proceso de la coca y donde las Farc y las bacrim habían hecho una especie de acuerdo para manejar el negocio del narcotráfico.
Por esos crímenes, a los que se suman los de tres personas más que, según las autoridades, tenían anotaciones por narcotráfico, porte de armas y extorsión, ya se adelantan investigaciones en una unidad especializada que creó la Fiscalía en agosto de 2015 para investigar los crímenes de los líderes sociales en todo el país.
Las primeras hipótesis de la Policía apuntan a que los asesinatos tanto de los líderes como de los otros tres sujetos tienen detrás una guerra por el control de la coca en los municipios de Tierralta, Puerto Libertador y Montelíbano, en cuyas zonas rurales se registraron los cinco homicidios. Zonas que además son cercanas a la vereda tierraltense de El Gallo donde ya las Farc están preconcentradas.
La Silla indagó sobre los dos líderes asesinados y la labor que venían ejerciendo. Ambos hacían parte de asociaciones campesinas de la Coordinación Agrominera del Noroccidente y el Magdalena Medio colombianos, parte de Marcha Patriótica, como coordinadores de comités cocaleros y venían adelantando pedagogía para evitar la expansión de cultivos de coca en la zona.
Los líderes asesinados
El primer hecho de sangre de este 2017 en la zona ocurrió el 11 de enero y tocó a los habitantes de la vereda La Pedregosa, corregimiento de Saiza, jurisdicción de Tierralta.
Fue el asesinato de José Yimer Cartagena Úsuga, un líder local que desde que se empezó a ver un rumbo en las negociaciones de paz entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno comenzó a concientizar a sus compañeros de vereda de la necesidad de parar la siembra de coca, para que el desarrollo entrara a esa zona del Alto Sinú olvidada por el Estado.
Cartagena Úsuga tenía 30 años y desde 2012 hacía parte de la Asociación Campesina para el Desarrollo del Alto Sinú (Asodecas), de la cual era vicepresidente. Deja tres hijos con edades entre 10 y 15 años y otro de cuatro años.
Aunque sólo estudió hasta segundo grado de primaria, José Yimer mostró liderazgo en su comunidad y fue un acérrimo defensor del derecho de los campesinos a la tierra. “Nos decía que una de las ventajas de este acuerdo de paz era que iban a voltear a vernos”, dijo uno de sus amigos que pidió que su nombre no fuera citado.
Precisamente estaba trabajando para Asodecas y ejerciendo de coordinador del comité cocalero de su vereda cuando recibió una llamada que desencadenaría en su muerte.
“Lo llamaron y le dijeron que era de parte de la Alcaldía de Carepa (Antioquia) para el tema de la vía que lleva a La Pedregosa. Viajó de El Llano, un caserío donde estaba reunido con campesinos cocaleros haciendo control social para que no sigan cultivando la hoja (de coca), y en la vía a Carepa dos hombres lo bajaron del carro y se lo llevaron”, nos contó un campesino de Saiza y miembro de Asodecas.
De José se volvió a saber al mediodía del 11 de enero cuando agentes de la policía de Carepa informaron a Andrés Chica Durango, miembro de la Comisión de Derechos Humanos de Marcha Patriótica en Córdoba, que en la morgue de esa población estaba su cuerpo sin vida.
“Después de que se lo llevaron lo torturaron porque cuando lo encontraron, detrás del hospital de Carepa, tenía las manos atadas, le quitaron las uñas, le cortaron un pedazo de la lengua y le dieron varias puñaladas. El mismo Ministerio del Interior envió un forense desde Bogotá para que estudiara el cuerpo”, nos detalló Chica Durango.
Nueve días después de ese asesinato, la tarde del 19 de enero, la comunidad campesina de Juan José, corregimiento de Puerto Libertador, conoció del asesinato del campesino Hernán Enrique Agamez Flórez.
Él también era líder de otra asociación campesina que pertenece a Marcha Patriótica: de la Asociación de Campesinos del Sur de Córdoba (Ascsucor) y parte del comité cocalero de su poblado y de algunas veredas vecinas.
Vivía con su familia en Juan José y ese día regresaba de labrar el campo con un sobrino cuando cuatro hombres armados les dispararon, en la vereda San Ciprian.
“Lo que dice su sobrino es que los tipos llegaron y sin mediar palabras dispararon. Él quedó fuera de peligro porque la balacera fue directamente contra Hernán”, narró un líder de Puerto Libertador.
Las autoridades siguen investigando para establecer las causas de los dos homicidios. Sin embargo, el sólo hecho de que se tratara de líderes cuya principal tarea era la de “dinamizar políticamente la preparación para la implementación del acuerdo cuatro, eje uno en cohesión al acuerdo de reforma rural integral”, según un miembro de la asociación, da pistas de por dónde les pudo sobrevenir la muerte.
Esa misma tarea era la de cerca de veinte líderes más que viven en esa región, pero han suspendido ese trabajo en favor de la sustitución del cultivo de coca, un negocio que ha perdurado por años en esa zona, por temor a correr la misma suerte.
El negocio de la coca en el Paramillo
Ubicado en la zona fronteriza entre los departamentos de Córdoba y Antioquia, el Nudo de Paramillo ha sido por décadas epicentro del proceso de fabricación de la pasta de coca, un negocio que históricamente han manejado los frentes 18 y 58 de las Farc, que operaban en la región.
La coca se volvió en esa zona un negocio tan rentable que los campesinos hace tiempo dejaron de cultivar productos de pancoger en grandes hectáreas y los cambiaron por la mata de coca.
En Puerto Libertador, por ejemplo, donde hay 28 mil habitantes en la zona rural, las autoridades locales y departamentales calculan unas 500 hectáreas sembradas de coca.
Por eso, y porque sirve de paso entre el Magdalena Medio, el Caribe y el Pacífico, esa región ha sido, desde hace aproximadamente tres décadas, atractiva para los grupos al margen de la ley.
Desde hace más de cinco años, a la presencia histórica de las Farc y al tránsito por esas tierra de las AUC se le sumó la de las bacrim. Aunque en principio las autoridades y los pobladores de esa zona creyeron que se desataría una guerra, los dos bandos hicieron un pacto para manejar el negocio.
Esa especie de acuerdo consiste en que la guerrilla les compra a los cocaleros los cultivos, procesa la hoja y luego vende la base de coca a emisarios del llamado Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas (como se autodenominan). Estos manejan las rutas de salida, como contamos en La Silla.
Por algunos lados están dando dos millones ochocientos y por Juan José dos millones quinientos por el kilo (de hoja de coca)
Un campesino que ha raspado la hoja nos explicó el negocio así: ellos les vendían directamente a los hombres de las Farc el kilo de hoja a 2 millones 200 mil pesos. A ese dinero había que restarle 500 mil pesos “que era el impuesto de ellos (los guerrilleros)” y les quedaba 1 millón 700 mil pesos.
Pero ahora esas cifras empezaron a aumentar: “Ellos (el Clan del Golfo) están avisando que hay que seguir con los cultivos, porque ellos los van a pagar más caro. Por algunos lados están dando dos millones ochocientos y por Juan José dos millones quinientos por el kilo”, nos detalló el campesino cuya identidad no revelamos por temas de seguridad.
La Policía de Córdoba confirmó que ya ha recibido el reporte de la presencia de hombres armados diferentes a las Farc. “Desde el pasado sábado en Juan José cuenta con varias unidades policiales que fueron enviadas tras los avisos de la presencia de hombres armados sin brazaletes que los identifiquen”, según el comandante de la policía en Córdoba, coronel Engelbert Grijalba Suárez.
El mismo Fiscal General Néstor Humberto Martínez en una reciente visita a Caucasia alertó sobre la expansión del Clan del Golfo en el sur de Córdoba y el Bajo Cauca.
Esos asesinatos ponen de presente uno de los principales retos de la implementación del acuerdo con las Farc: cuando dejan vacíos de poder o se distancian del narcotráfico, si el Estado no aparece puede prenderse una guerra de otros grupos armados por el control de la droga. O por lo menos eso es lo que parece que está empezando a pasar en el Nudo de Paramillo.
