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Entre Vargas Llosa y Calle 13, una elástica democracia

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Mario Vargas Llosa, nuestro invitado de honor a la Feria Internacional del Libro, dedicado como el que más a las letras y ejemplo de impecable producción literaria, que ha combatido desde allí y también con la palabra las dictaduras en el mundo, hace votos porque Venezuela vuelva a ser lo que fue en su historia, deje los desvaríos y retorne por los caminos de la democracia. ¿A cuál democracia se referirá el Nobel? No a la colombiana, seguramente, la más antigua del continente, porque la nuestra no supo darle nunca educación a su pueblo, ni salud, ni tierra, ni justicia, ni cuidar de sus recursos naturales...ni tan siquiera transparentes elecciones. ¿Será entonces a la misma democracia venezolana? Como no puede ser a la actual, bien cuestionada por cierto, ¿quizá a la de Carlos Andrés Pérez ?

“(…) En 1993, también el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, fue despojado de su cargo, y condenado a prisión domiciliaria, por malversación de fondos. En ningún caso, nunca nadie en la historia de América latina ha sido obligado a devolver el dinero que robó: ni los presidentes derribados, ni los muchos ministros renunciados por comprobada corrupción, ni los directores de servicios públicos, ni los legisladores, ni los funcionarios que reciben dinero por debajo de la mesa. Nunca nadie ha devuelto nada...No sólo se roba dinero. A veces, también, se roban elecciones” 1

Me he quedado entonces sin saber cuál democracia desea de retorno para Venezuela el señor Vargas Llosa. A propósito, se dice que el maestro se encuentra cercano a los predios ideológicos del senador Álvaro Uribe Vélez. ¿Será cierto? Develar lo anterior, al parecer, fue  la intención de la pregunta que un enfurecido asistente lanzó al aire en la charla que en el marco de la Feria Internacional del libro de Bogotá ofrecía Vargas LLosa. No recuerdo la respuesta, pero sí los hechos subsiguientes: el embravecido señor procedió en público a romper lo que a lo mejor se trataba de una publicación del Nobel, en lo que para él fue un acto de protesta.

Qué vergüenza con Mario Vargas y qué infinita pena y temor. Temor de que a estas alturas de nuestra civilización, se recurra a hechos de semejante naturaleza para manifestar una opinión que diverge de la de otro, trátese de lo que se trate, en el lugar que sea. Así que el enfurecido asistente ha dejado en evidencia ante propios y extraños, la sociedad que se ha construido en Colombia. Procedió de forma tan intransigente, carente de asomo de inteligencia para al fin y sobretodo, refundirse, fusionarse con las ideologías que pretendía cuestionar. Pero bueno, pensaría éste, si también se dice que el actual Procurador de la Nación participó en la quema de libros en su juventud, y ahora ocupa el lugar que ocupa en la sociedad, pues qué más da un libro menos.

También recuerdo con claridad la cordura y la tolerancia y seguramente comprensión del Nobel al referirse al hecho. Esa tolerancia que tanto nos hace falta hoy, yo incluido, ad portas de la firma de un nuevo tratado de paz.

Y es que la intransigencia en este país es de tal naturaleza y magnitud que por ejemplo, en la Bogotá de hoy, se ha llegado al límite de intentar vetar, censurar e impedir la pública y gratuita presentación del muy reconocido grupo musical puertorriqueño Calle 13. Censura proveniente de un grupo de concejales de la ciudad, originada, al decir de aquellos, en la peligrosidad de las letras de las canciones de Calle 13, emprendiéndola de paso contra Canal Capital, entidad que en el marco de novedosa e incluyente programación, también trajo para los bogotanos a Paul McCartney, Manu Chau, Café Tacuba. Así pues, hacen su aparición excusas, ya no para la quema de libros, sino aquellas asociadas a la moral y las buenas costumbres –como si alguna vez las hubiéramos tenido-  de utilización de los dineros públicos y qué sé yo de adicionales pretextos. ¿Cuándo acaso los concejales se preocuparon por la calidad de la televisión colombiana, por protestar por el sinnúmero de horrendas y violentas telenovelas y pésimos musicales que todavía hoy atormentan la programación televisiva? ¿Cuándo por la calidad de la educación? ¡Cuándo !

Quizá la única  y verdadera preocupación que sí agobia a muchos de los H Concejales bogotanos  y de la que hemos tenido hasta los tuétanos es aquella asociada a los conciertos. Pero a los conciertos para delinquir. Y vaya que sí!

A decir verdad, a mi también me asalta un temor: el de no llegar a tiempo para conseguir una buena ubicación en la presentación.

 

1.  Galeano, Eduardo. Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Tercer mundo editores. 1998. Pág. 151.


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