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Lo pendientes económicos del nuevo gobierno de Santos

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Por Marcela Eslava

Superada la incertidumbre sobre quién estará a la cabeza del país en el próximo cuatrienio, es hora de regresar las manos a la obra. Nos han martillado hasta el cansancio que éste será el cuatrienio de la paz (¡qué dicha, crucemos dedos!) y que seguramente esa paz traerá grandes réditos económicos. Pero es claro que no es esa la única tarea pendiente en el campo económico. Es el momento entonces de hacer la “to do list”. Aquí va un borrador, con sólo tres de las tareas más importantes:

 La política agropecuaria estructural: Alrededor de la necesidad de “hacer algo” para potenciar el campo hacia el futuro hay un grado de consenso inusual en el país. También hay relativo consenso alrededor de que se necesita una política integral, enfocada hacia la provisión de bienes públicos indispensables para el campo que sólo el gobierno puede proveer: títulos de propiedad; distritos de riego; carreteras; investigación, desarrollo y asistencia técnica; y, claro, paz, para nombrar sólo algunos. El pasado-actual gobierno se ha comprometido en todos los tonos a esa tarea. Pero, por el momento sólo hemos visto los pañitos temporales: subsidios para paliar crisis de precios, alivio de deudas. Todavía está por diseñarse, lanzarse y consolidarse esa política estructural. Probablemente la demora no sea de extrañarse porque ésta no es tarea que se culmine de la noche a la mañana y porque en los últimos meses su discusión estuvo dominada por la agitación electoral y el consecuente predominio de las promesas cortoplacistas. Pero sí tenemos los colombianos la tarea primordial de fiscalizar que este gobierno nos deje con una estrategia bien razonada de desarrollo agropecuario sostenible en lo económico y lo ambiental.
La infraestructura: Un enorme reto de este gobierno es demostrar que su estrategia 4G es realmente capaz de darle el vuelco al país en materia de infraestructura. Para eso no hay opción diferente a que se entreguen y pongan en funcionamiento las carreteras. Claro, fantástico que se adjudiquen los contratos, pero si estos no se convierten en vías funcionales y efectivas es improbable que los colombianos sigamos comiendo cuento. Y a la entrega de las 4G se necesita sumarle la efectiva ejecución de las promesas respecto a corredores férreos y fluviales; la solución definitiva de los cuellos de botella logísticos para el desplazamiento y exportación de mercancías; y la entrega y puesta en funcionamiento de los múltiples pedacitos de vía nueva que por una u otra razón siguen posando de elefantes blancos—la variante de Tocancipá, los viaductos en la Línea, el conector de Zipaquirá, y muchísimos más. Si no se logra ni siquiera destrabar lo chiquito, es difícil creer en estrategias de magníficas proporciones.
La educación: Lo de menos es que estemos de últimas en pruebas PISA entre los países de la OCDE. Lo realmente grave es que tenemos un adulto típico que no cuadra en el complicado rompecabezas del mercado laboral. Hay una gran población de personas que apenas han terminado el colegio y que, ahí sí como nos muestran las pruebas PISA, no puede ni siquiera leer efectivamente. Obviamente,  sus posibilidades laborales son pobres. Y de la fracción que pasa a la educación terciaria, casi el 80% se decide por carreras universitarias en lugar de vocacionales (técnicas o tecnológicas). ¿Problemático? Aunque parezca raro, sí: éste no es un caso en que más sea mejor. ¿Ha pensado en los médicos, abogados e ingenieros manejando taxi porque no encuentra un puesto donde su formación se valore?¿O en las encuestas según las cuales los empresarios se quejan de no encontrar trabajadores capacitados, no porque su formación sea excesivamente básica sino porque es excesivamente científica y poco aplicada? Para la muestra un botón: en el mundo desarrollado la matrícula universitaria no supera la vocacional. En muchos casos, de hecho, la proporción es a la inversa del caso colombiano. El nuevo gobierno tiene dos retos fundamentales en educación: 1) mejorar la calidad de la educación escolar y 2) generar una política de largo plazo de formación para el trabajo, que de alguna manera garantice la pertinencia de la oferta educativa y le permita a los individuos escoger qué habilidades adquieren a sabiendas de cómo valora el mercado esas habilidades. Afortunadamente, alrededor de la primera tarea hay enorme consenso, buenos diagnósticos, y hasta un pacto por la educación al que el presidente Santos adhirió. Desafortunadamente, de la segunda poco se ha hablado.

Obviamente, mi lista está lejos de ser exhaustiva. Pero tengo certeza de que estos tres elementos concretos son fundamentales para movernos en la solución de los dos problemas más grandes de nuestra economía: desigualdad y pobre competitividad. 


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