Una señora mayor de clase media bogotana que votó por Santos para impedir que volviera Uribe, pero que había sido muy crítica del primer período del Presidente exclamó: “que no vaya volver a sus andanzas”, cuando oyó en la radio la promoción de una gran cumbre de la tercera vía en Cartagena en la que estarán Clinton, Blair y otros.
“Ya esta semana se fue para Brasil y ahora como que está en México, en una de esas cumbres presidenciales que no sirven para nada”, agregó. Le dije que creía que era importante que el Presidente hiciera todas esas cosas pero no me compró la teoría ni un poquito. “¡Qué carajo!, lo que necesitamos es que el Presidente esté aquí pendiente de todas las cosas”.>p
Ese es el sentimiento de una buena parte de la opinión pública en relación con el Presidente, eso es lo que reflejan las encuestas en relación con su favorabilidad. La opinión percibe que Santos prefiere la reunión con grandes personajes internacionales a lo que Uribe llama el “diálogo con la gente” y eso no ha cambiado por el hecho de que haya ganado la reelección, al contrario, muchos de sus nuevos votantes, como mi interlocutora lo que están esperando es que corrija.
En Cali, en Popayán, en Cartagena, en cualquier parte de Colombia están esperando la recomposición del gabinete con la expectativa de que habrá ministros de las regiones, pero no bogotanos que tienen un abuelo de algún municipio de las costas. No, la gente está esperando que sean verdaderamente personas que representen las distintas visiones del país que no son las de la aristocracia bogotana.
El Presidente no puede seguir gobernando solo con sus amigos de los estratos altos de Bogotá. Por ejemplo, si el Presidente nombra a Gina Parody y a Juan José Echavarría para mencionar a dos de los más opcionados para ingresar al nuevo gobierno no podrá decir que la una es de Barranquilla y el otro de Antioquia.
El desafío del Presidente es convertir los votos del domingo pasado en favorabilidad a su persona y en apoyo a su gestión. En Colombia se dio un fenómeno extraño desde el punto de vista electoral y fue el triunfo de un Presidente al que la mayoría de los ciudadanos no califica bien y sus votantes le dieron un voto de confianza con la esperanza de que rectifique. Habría un problema si el Gobierno interpreta los resultados electorales como un apoyo a su gestión.
La izquierda espera que Santos de señales de cambio en materia de políticas sociales y económicas. El hundimiento del proyecto de horas extras se hubiera podido hacer de otra manera, previo –por ejemplo- de una declaración del Presidente de que sería retomado luego. Previo –por ejemplo- de una llamada a los congresistas del Polo que lo impulsaban para invitarlos a discutirlo en el marco de otra serie de reformas que la gente está esperando en estos cuatro años.
El Presidente va a tener oposición desde la izquierda y desde la derecha. No va a haber tregua. Las fotos con Clinton y Blair no sirven de mucho. Para los ciudadanos comunes y corrientes eso es “volver a sus andanzas” y para los de la oposición son muestra de un gobierno “derrochón”. Ya debieron radicar los derechos de petición en Proexport preguntando cuánto va a costar la cumbre de la tercera vía y el 21 de Julio ese puede ser el primer debate que citen.
Para ambientar las decisiones difíciles que hay que promover como consecuencia de un proceso de paz se necesita un Presidente con gran capital político, por eso es tan importante que Santos no se equivoque.
Las señales son claras: se espera un Presidente más atento a los problemas de la gente, que reaccione más rápido; se espera un gobierno que represente mejor a los colombianos y no a una supuesta “tecnocracia” bogotana que no interpreta a la regiones; se espera una agenda audaz en materia social y económica.
Santos tendrá que interpretar los vientos aprovechando lo que aprendió en la Armada Nacional hace años si no quiere nuevas tempestades como las que pusieron en riesgo su reelección. Santos no puede volver a sus andanzas.