El mercado laboral colombiano sufre desde hace tiempo de dos enfermedades (lo que a los economistas nos gusta llamar consecuencias de las fricciones) que lo hacen particularmente resistente a lograr insertar a la mayor parte de la población al sistema productivo.
Por un lado está la separación entre el empleo formal y el informal, que implica por ejemplo que una parte muy importante de quienes desempeñan algún tipo de labor para su sustento no estén vinculados al sistema de seguridad social y se reporten muy frecuentemente como desempleados para los registros oficiales, porque se encuentran muchas veces en búsqueda de un empleo más estable y formal.
Por otro lado, pero estrechamente emparentado con lo anterior, está la separación entre la demanda de trabajadores con grados de calificación media y alta y la escasez de mano de obra que cumpla esas características. Es decir, la abundancia de mano de obra poco calificada buscando trabajo o en el sector informal. Esto último significa que existe un desempleo estructural que está relacionado con que las firmas no encuentran lo que buscan en el mercado laboral y los oferentes de trabajo no encuentran quién requiera sus servicios poco calificados.
Estas características están estrechamente ligadas a su vez a la desigualdad de ingresos que caracteriza al país. La brecha se abrió de forma más profunda en la medida en que esas fuerzas de oferta y demanda del mercado laboral andaban por rumbos distintos, sin encontrarse, por las profundas transformaciones que sufrió el aparato productivo con el avance de la apertura comercial y las reformas de finales de los 1980s e inicios de los 1990s.
Estudiar la dinámica de funcionamiento del mercado laboral colombiano y poder diferenciar entre la parte del desempleo que se produce por escasez en la demanda de trabajo de parte de las empresas debido a problemas de ciclo económico y lo que se debe a estos problemas más estructurales mencionados arriba no es fácil.
Esto tiene además un problema “endógeno”: un mercado laboral con problemas estructurales, que hacen difícil que la demanda y la oferta de empleo se encuentren, está asociado con un mercado donde los mecanismos de búsqueda de trabajo por parte de los hogares y de oferta de puestos de trabajo por parte de las firmas son precarios e informarles. En Colombia, esto se manifiesta en la ausencia de formas organizadas, bien sea públicas o privadas, que aglutinen la información de ambos lados del mercado laboral.
En un reciente trabajo con Marc Hofstetter intentamos construir la primera serie histórica sobre el comportamiento de la demanda laboral en Colombia utilizando el viejo método de los avisos clasificados (documento aquí ) en los principales periódicos del país. Estas cifras que cubren casi medio siglo de historia hasta 2010, se chocan con la misma deficiencia de información y la informalidad del mercado que además se incrementó con la paulatina sustitución de los avisos clasificados impresos por los sistemas basados en la Internet. Esta transformación parece haber contribuido a excluir aún más a los trabajadores menos calificados del mercado.
En países donde existe subsidio de desempleo generalmente son las entidades públicas encargadas de administrar estos recursos las que llevan el registro de los oferentes de trabajo que reciben el subsidio de desempleo y allí pueden dirigirse las firmas para encontrar la mano de obra que quieren contratar.
Esta es una solución no espontánea del mercado, que aunque no elimina todas las fricciones, sí permite reducir este componente estructural que la falla del mercado laboral no reduce. Pero, también las solución puede venir más espontáneamente del mercado y algunas firmas pueden encontrar un espacio de negocio, como lo hacen los “cazadores de cabezas” (head hunters) en los segmentos más calificados del mercado.
En Colombia esta solución espontánea no logró generalizarse más allá del mercado laboral de trabajadores alta o medianamente calificados y por el contrario los mecanismos de búsqueda de empleo tendieron a volverse cada vez más informales y por lo tanto a afectar a los trabajadores menos calificados.
Recientemente el Ministerio de Trabajo, dentro de un proyecto que a mediano plazo incluirá probablemente un subsidio de desempleo, implementó el Servicio Nacional de Empleo. Esperemos que las fricciones del segmento menos calificado del mercado laboral empiecen a ceder y que además los economistas tengamos mejores datos sobre el comportamiento de la demanda laboral para ayudar a entender mejor los problemas de nuestro mercado laboral.