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#¿soycapaz?: Guerra y paz en Los Andes

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En su ensayo Las desventajas de una educación de élite, William Deresiewicz, egresado de la Universidad de Yale y luego profesor apóstata de esa institución, desgrana una extensa serie de críticas a una formación elitista. Un brusco resumen:

—Incapacidad de hablar con gente que “no es como uno”.

—Inculcación de un “falso sentido de autoestima”.

—Terror al fracaso y sobreprotección: “Mediocridad con título”, “no te preocupes, nosotros te cuidaremos, puedes no ser muy bueno, pero eres lo suficientemente bueno”.

—Reproducción del sistema de clases, el propósito de Yale es “fabricar ex alumnos de Yale”.

—Poca diversidad: “32 sabores, todos de vainilla”.

—Poca introspección, poca autocrítica: “ahí estábamos —dice Deresiewicz en una clase, luego de cuestionar a los estudiantes sobre la importancia de la soledad—  un joven que ha perdido la capacidad de estar solo y otro que no le ve objeto a estarlo”.

—Conclusión: “La desventaja de la educación de élite es que nos ha dado la elite que tenemos y la élite que vamos a tener”.

En un aparte, Deresiewicz hace una relación entre la arquitectura y uso del campus y como esta peculiar geografía universitaria refuerza el mensaje de “Ustedes han llegado, Bienvenidos al club”, un currículo oculto que permea la cotidianidad de esa universidad:

“En Yale, y sin duda en otros lugares, el mensaje se refuerza en términos bochornosamente literales. La forma física del campus —sus patios y sus residencias, con sus fachadas góticas de piedra y sus puertas de hierro forjado— está conformada por un muro circular con una puerta asegurada. Todo el mundo lleva una tarjeta que los identifica y que determina por cuáles puertas pueden pasar. La puerta, en otras palabras, es una suerte de metáfora rectora, ya que la forma social de la universidad, como en las demás universidades de élite, se constituye de la misma manera. Estas instituciones son dominios amurallados protegidos por puertas cerradas, con permiso de entrada solo para los elegidos. La diligencia con la que los estudiantes absorben esta lección se demuestra por la avidez con la que erigen más puertas dentro de esas puertas, reinos especiales cada vez más exclusivos. (En Yale, las famosas sociedades secretas, o como probablemente deben ser llamadas, “las abiertas sociedades secretas”, ya que una verdadera confidencialidad acabaría con su propósito: no tiene sentido excluir a la gente a menos que sepan que han sido excluidos)”.

En Colombia, en la Universidad de Los Andes, el Consejo Estudiantil Uniandino, CEU, conformado por estudiantes de todos los departamentos y facultades, elegidos por votación estudiantil, declaró que el 16 de septiembre sería un “día histórico”: durante la mayor parte de la jornada los torniquetes que impiden la libre entrada a esa universidad privada permanecerían abajo y algunos profesores dictarían sus clases afuera del salón. El CEU señaló que “convenció” a la universidad de tomar esa iniciativa y centró su mensaje en la confianza: “Yo, #soy capaz de confiar ¿Y tú? ¿De qué eres capaz?”

La acción de los torniquetes fue liderada por Alejandro Franco, Presidente del CEU, y recibió críticas por parte de otros estudiantes en cuanto fue anunciada. Muy pronto se abrieron firmatones virtuales a favor y en contra que generaron un pequeña guerra en la redes virtuales. Algunos criticaron la reacción contra la medida; Gabriel Aljure, un estudiante de arte, lo resumió así: “Ellos no están defendiendo la seguridad, sino el privilegio de tenerla”.

La revistaLa Cicuta, publicada por un equipo de estudiantes del pregrado de Filosofía, 24 horas antes del “día histórico”, programó un debate a partir de la cuestión “¿Se deben abrir los torniquetes de Los Andes?”. Los invitados eran el Presidente del CEU y Juan Sebastián González, un representante estudiantil de la Facultad de Derecho que era objetor de la iniciativa.

El estudiante de Derecho señaló su preocupación por la falta de planeación y por la imposición de la medida:  “la gente de seguridad me expresó: no conocemos de la medida, no sabemos que mañana van a bajar los torniquetes, no sabíamos que mañana va a entrar gente externa, incluso me preguntaron, ¿y cómo va a ser eso, quien va a entrar, vamos a dejar entrar a todo el mundo?. Yo les dije se va a dejar entrar a todas las personas a que tengan unas actividades adentro, pero sin los torniquetes […] hoy, a menos de 24 horas de iniciar la campaña, que las personas que se van a encargar de tomar las medidas de seguridad apropiadas e idóneas  para que ningún acto vandálico se lleve a cabo, o por lo menos para minimizar los riesgos, porque no estoy diciendo que se vaya a llevar a cabo alguno, que ellos no sepan, me parece muy problemático […] No hay que tener dos dedos de frente para decir, oiga, eso no es una iniciativa por la paz, eso en últimas es una campaña política para reafirmar un discurso de cómo se está negociando la paz. Yo no estoy diciendo que el discurso este bien o mal, pero hay gente que no le gusta ese discurso ¿y por qué los tenemos que someter a ese discurso? La gente que considere que la paz no se está negociando bien tiene el derecho a que no se le imponga tener que bajar los torniquetes, o a que no se le imponga que tiene que ser capaz de algo, o que no se le imponga seguir los lineamientos que alguien piensa que son deseables”.

El presidente del CEU señaló: “la universidad no es un espacio para hacer proselitismo político, pero claro que tiene que ser un espacio para hacer política, eso me parece a mí que es la razón de ser de cualquier universidad, eso no es un invento acá de Los Andes ni es allá de los “comunistas de la Nacional” —como algunos dirían—, sino que en Harvard, en Columbia, en Yale, existe el Club de los Demócratas, el Club de los Republicanos…”.

En los Andes el espectro de grupos de participación se extiende desde el Centro Democrático al Polo.

Ante los cuestionamientos a la iniciativa de hacer #soycapaz en la universidad, esto dijo el presidente del CEU: “es una directriz de la universidad, de la Vicerrectoría de Desarrollo y Egresados, de Relaciones Públicas, de Comunicaciones. A mi me llaman hace tres semanas, a una reunión, me muestran todo esto y yo digo “Jueputa, el país va a…, Coca-Cola va a vender productos Pepsi, Caracol va a presentar en RCN, Millonarios se va a intercambiar camisetas con Santa Fe, ¡De una, listo!” —“Eso sí, Alejandro, es confidencial, la campaña no sale sino hasta el lunes de esta semana. Por favor no lo comentes con nadie.”—. Y yo, —“¿cómo así, con nadie? ¿Ni siquiera con la junta directiva?”—, —“Esto es confidencial”—, y me dieron un archivo así que decía “Confidencial”, con un sello rojo, tal cual, y no me dejan comentarlo con nadie […] El lunes se lanza la campaña, era tan confidencial que ni siquiera el Rector sabía, las personas enteradas de esto eran las personas de la universidad que les mencioné, y como el Rector es una persona tan ocupada, solo nos pudo dar cita hasta el jueves, por la tarde, tenemos esa reunión, yo hablé personalmente con el Director de Seguridad, con el Gerente del Campus, porque no tenían ni idea de la iniciativa, y al día siguiente es que se publica el mensaje, que sí, es muy encima, el martes, es el día de Los Andes […] la campaña es una cosa que se planeó hace seis meses, hace un año, cada día lo tenían asignado a un sector del país, entonces, por ejemplo, el sábado fue el día de los deportes, entonces en los partidos se cambiaron las camisetas, el lunes fue el día de la emisoras, no sé cuando va a ser el día de los noticieros, y el martes, mañana es el día que estaba asignado hace seis meses para la realización de las actividades de las universidades, de modo que no nos quedaba fácil cambiar eso”.

Un día después del evento el CEU publicó su balance del “Día #soycapaz”:

“(Los más)

—Una nueva biblioteca construida en la Fundación Ponte en mi Lugar.

—Más de 1800 libros donados para la biblioteca.

—20 clases dictadas al aire libre para el disfrute de todos.

—Mas de 2500 lápices donados para colegios públicos de la Alianza Educativa por parte de estudiantes.

—Mas de 500 almuerzos servidos al cuerpo de servicios generales por parte de estudiantes.

—Más de 3000 tintos repartidos al personal administrativo por parte de estudiantes.

—Más de 100 personas externas disfrutaron del campus.

—Un minuto de silencio por las víctimas del conflicto.

(Los menos)

—1 escrito en el baño del Santo Domingo.

—Según los datos del Departamento de Seguridad de la universidad una maleta que fue robada en la Cafetería Central.

—Denuncias en redes sociales de libros sacados sin autorlzacl6n de las bibliotecas.

—De las cosas malas y buenas tenemos mucho que aprender.

Para entender la ecuación:

El CEU tomó las denuncias radicadas en la oficina de Seguridad y revisó redes sociales para identificar otros hechos irregulares.

Aclaración:

El CEU lamenta que en un día que se pretendía mostrar el camino hacia la paz, un estudiante haya sido robado y aplaude la iniciativa estudiantil de reponer sus pertenencias.

—Consejo Estudiantil”

Sí, todo transcurrió en normalidad. Además de los puntos destacados por el CEU, que muestran una apertura que va en algo más allá de lo simbólico —propia de esta y otras iniciativas de la universidad—, tal vez lo que más le quedó a muchos estudiantes, profesores y empleados fue un falso positivo: la extraña sensación que producía el acto reflejo de desenfundar el carnet ante cada torniquete y notar, al menos por ese día, la inutilidad del gesto, el poder del condicionamiento, un dispositivo de seguridad propio de un aprendizaje invisible que marca con frialdad maquinal diferencias entre nosotros y las “personas externas”, externas a la universidad con la matrícula más cara del país ($12,488.000). Un sentimiento de extrañeza en singular, bien sea porque en otras universidades privadas de la zona el uso del torniquete es moderado y la apertura del campus es mayor —La Tadeo, El Externado, Javeriana—, o porque el #soycapaz tiene un componente corporativo que deja por fuera a las universidades públicas.

Por otras vías, en especial en muros de Facebook y reenvíos de correo, circuló ese día un mensaje ambiguo, una pieza de escritura elitista contraria a la acción de los estudiantes de élite que traicionaban a su clase. El texto, enviado desde un perfil público recién creado en la red social, podía tratarse de una bien punteada parodia del arribismo más autóctono o de una sentida y honesta palomita hija de la godarrea más beligerante:

“Hoy en mi universidad, la Universidad de los Andes, están poniendo en marcha la más ridícula de las ideas. Les ha dado por unirse a toda esa basura de Juan Manuel Santos de la inclusión y de la paz. Están haciendo de la universidad una universidad pública. Quieren dejar entrar por 10 horas a ladrones, drogadictos, guerrilleros, pobres y gais. Todo esto bajo el ridículo lema #Soycapaz de confiar (qué basura, ni en mi novia puedo confiar. Ya saben cómo son las mujeres).

Antes la Universidad era un lugar de paz, uno de los pocos lugares en Colombia fuera de mi casa y el club donde podía sentirme feliz. Ahora, con esta iniciativa, esto no será nada más que un campo de guerra. Estoy seguro de que todos los promotores de esta ridícula propuesta —el Consejo Estudiantil (los becados)— son unos mamertos que, por creer que esta Universidad les dio la oportunidad de estar con nosotros, creen que todo el mundo lo puede hacer. ¡Gas! Ya no podré llevar ni mi carro ni mi Ipad ni mucho menos mi Mac ni siquiera mi Iphone, porque, let´s face it, el que nada tiene nada teme y a uno de esos resentidos no va a temblarle la mano para secuestrarme por cualquiera de mis cosas.

Y no me vayan a llamar elitista ni clasista, simplemente soy realista: el mundo tiene sus diferencias y hay que aprender a aceptarlas y respetarlas. Por ahí es por donde empezamos a construir la verdadera paz. Muchos han venido con el cuento de que todos somos iguales y ¿a dónde hemos llegado? No nos dejemos meter los dedos en la boca.

Somos muchos los que hemos pagado por estar en esta universidad para tener siempre lo mejor, para que ahora nos obliguen a regalar lo que tanto nos cuesta. En pocas palabras: nos están privando de nuestros derechos. ¿Desde cuándo el derecho del que se esfuerza y se ha superado es el mismo de aquel que no tiene ninguna ambición? Que no vengan esos que no han trabajado a gozar de las cosas por las que ellos no han podido pagar. ¿Por qué vamos a arriesgar nuestra seguridad e integridad por dárnoslas de hippies? No más Santos. No más Chávez. No más Farc.”

A las cinco de la tarde del “día histórico” los torniquetes estaban de nuevo arriba, se cuenta de una persona externa que gracias a la medida pudo entrar durante el día a la Universidad de los Andes pero que al restablecerse el cerco no logró salir. Se dice que esta suerte de ángel exterminador ahora da guerra y asusta a los porteros durante las noches, sábados y domingos. Pero parece que esa poderosa presencia del exterior se minimiza en el día, contenida, en casi nada afecta la imponente normalidad de este campus donde alumnos, profesores y empleados estudiamos, creamos e investigamos para el país en la aparente paz de nuestro dominio amurallado.


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