En el debate de la reforma tributaria que se aprobó la semana pasada, los gremios ejercieron una oposición al Gobierno que no se veía hace años. Bruce MacMaster, quien fue el principal vocero de esta rebelión empresarial, jugó un papel de equilibrista para no dejar descontentos a sus representados ni al gobierno santista, del que formó parte hasta hace poco. No lo logró del todo.
El debate sobre la reforma ha sido el más duro en décadas, según le dijeron a La Silla funcionarios y empresarios. A pesar de que no es una reforma que cambie el sistema tributario, como la de hace dos años, sí tiene un impacto alto en dinero: la meta es obtener un recaudo de 53 billones de pesos en cuatro años, lo que equivale a aumentar en un diez por ciento lo que hoy recoge el Estado por impuestos.
En ese panorama, MacMaster (que fue viceministro de Hacienda y director del Departamento de Prosperidad Social de Santos I) asumió un papel central como presidente de la Andi, el principal gremio del país y del Consejo Gremial, el órgano más alto de coordinación empresarial y en el que se sientan 21 gremios. Pero no fue una labor fácil ni pacífica. La Silla conoció lo que se movió tras bambalinas.
En octubre, cuando el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas anunció la necesidad de la reforma, el Consejo Gremial criticó la propuesta de prorrogar el 4 por mil y el impuesto al patrimonio pero los empresarios no se movieron de manera concertada porque coincidió con otro evento que empezó a delinear las fuerzas empresariales: la elección del nuevo presidente del Consejo Gremial.
Como explicó Semana, en esa elección había diferencias políticas de fondo que llevaron a que una elección que antes era rutinaria, se convirtiera en un pulso complejo.
A pesar de que se acababan de cambiar las reglas de juego que acortaron el período del presidente del Consejo a solo un año (el ex presidente de la Andi Luis Carlos Villegas fue presidente del Consejo entre 1998 y 2012, con excepción de tres años en el gobierno Pastrana) y prohibieron la reelección, la cosa se puso interesante porque la polarización de la campaña electoral había dejado una ruptura.


De un lado estaban cabezas de gremio uribistas o cercanas al uribismo, como Rafael Mejía de la SAC, Guillermo Botero, de Fenalco y Jorge Humberto Botero, de Fasecolda.
De hecho, este grupo ya había protagonizado un conflicto con el Gobierno cuando, en agosto, intentó impulsar en el Consejo Gremial una carta a Santos recomendando retomar las exigencias que le hacía Óscar Iván Zuluaga a las Farc, lo que fue intepretado en Palacio como una iniciativa contra el proceso de La Habana.
Del otro lado, estaba un grupo más cercano al gobierno, empezando por el mismo MacMaster, quien llegó a la Andi tras ser director del Departamento de Prosperidad Social de Santos e impulsado por él. Cerca a él han estado Augusto Solano, de Asocolflores, y Juan Martín Caicedo, de la Cámara Colombiana de la Infraestructura.
Aunque los 21 gremios del Consejo Gremial tienen el mismo peso formal, el poder real se concentra en los tres más poderosos: la Andi, Fenalco y Asobancaria. Con la cabeza del primer gremio (MacMaster, que había reemplazado al gobiernista Villegas) en una orilla, la del segundo (Guillermo Botero) en la otra y la del tercero (María Mercedes Cuéllar) en una posición intermedia, el equilibrio se mantuvo aunque con dificultad.
Con esa distancia, la elección del nuevo presidente del Consejo Gremial tenía una carga política importante. Faltando dos días para la reunión en la que se iba a elegir, nadie se había postulado aún. Y sin embargo, Jorge Humberto Botero envió una carta en la que proponía elegir a Santiago Montenegro, el presidente de Asofondos y quien es visto como una de las cabezas de gremio más sopesadas y expertas.
Esa movida de Botero significaba enterrar la posibilidad de que el elegido fuera MacMaster, quien sonaba como presidente. Botero pedía no darle de nuevo la presidencia a la Andi porque ese gremio ya la había tenido durante una década.
Montenegro declinó el ofrecimiento en otra carta y MacMaster fue el único candidato, en buena medida porque sus cercanía con el gobierno podría ser útil para la negociación de la tributaria. De hecho esa reforma fue uno de los cinco puntos que él y el nuevo vicepesidente, Javier Díaz, de Analdex, prometieron priorizar.
Como los otros cuatro (las reformas pensional y laboral, el Plan Nacional de Desarrollo y un futuro estatuto de competencia) no estaban aún en la agenda del Gobierno, fue el primero que abordó el Consejo Gremial.
Elegido en el Consejo Gremial, MacMaster era para varios empresarios un aliado del gobierno, y la división estaba viva.
Pero el panorama externo abría las puertas a la unidad. Una reforma tributaria es un tema que fácilmente los convoca, y más cuando tiene propuestas como la del impuesto al patrimonio que los golpea a todos.


Esa unidad creció porque muchos empresarios empezaron a sentir que Santos y Cárdenas -en un intento desesperado por ganar la popularidad de la que carecen- estaban desarrollando un discurso populista y polarizador en contra de los empresarios. Se molestaron, primero, con la propuesta de prorrogar el impuesto al patrimonio con el nombre de “impuesto a la riqueza” y señalaron que si el problema era que faltaba plata para el próximo año, el proyecto de ley solo debía regir en 2015 para llenar ese faltante.
Ese era un terreno abonado para que, como presidente del Consejo Gremial, MacMaster pudiera limar las asperezas con los demás gremios.
A mediados de noviembre, cuando ya el gobierno había presentado el proyecto en el Congreso, hubo una reunión del Consejo Gremial. En ella los presidente de gremios dijeron que, según sus fuentes legislativas, era claro que la reforma iba a pasar y seguramente muy en la línea del proyecto inicial. Es decir, no había mucho por hacer en ese frente.
Por eso, se discutió la posibilidad de llevar el debate a la opinión pública, ante cuya presión el Gobierno ha cedido en el pasado. Aunque había divergencias entre los gremios, un punto los unía a todos: evitar el impuesto al patrimonio.
El tema quedó ahí. Pero a finales de esa misma semana, después de que en el Congreso ya se había radicado la ponencia sobre la reforma en la línea del proyecto de Cárdenas, hubo otra reunión. Aunque esa ponencia se había demorado porque el Gobierno no lograba recoger las firmas de los ponentes de la Comisión II de la Cámara, superó ese obstáculo.
El camino parecía despejado para aprobar la reforma, con lo que entre los gremios el descontento iba creciendo, sobre todo por el impuesto al patrimonio. Y resurgió la división en el Consejo.
Esta vez de un lado estaban Juan Martín Caicedo (de la Cámara Colombiana de la Infraestructura) y MacMaster, abogando por no subir mucho el tono para mantener abiertos los puentes con el Gobierno.
Del otro, pidiendo alzar la voz para defender el principio de que se deben pagar impuestos sobre ganancias y no sobre patrimonio, estaban Rafael Mejía, María Mercedes Cuéllar, Guillermo Botero y Jorge Humberto Botero. También señalaban que había que debatir no sólo cómo llenar el hueco sino pedirle al Gobierno que se apretara el cinturón.
Al final triunfó la primera posición, después de que Macmaster les pidió que esperaran una reunión que tendría con Juan Manuel Santos en la junta directiva de la Andi.
Efectivamente, el 25 de noviembre los miembros de la junta fueron al Palacio de Nariño. Al salir de ella, MacMaster dio declaraciones con buenas noticias: Santos estaba de acuerdo con hacer una reforma estructral el próximo año, algo que piden economistas y empresarios, y que se ha convertido en una bandera del líder gremial.
Sin embargo, la reunión había terminado sin acuerdo con el Gobierno y con una ronda de críticas de empresarios que reiteraron que la carga tributaria es muy alta en el país.
Ese reclamo lo recogió MacMaster en sus declaraciones, cuando dijo que estaban dispuestos a financiar el déficit de 12,5 billones de pesos pero no más. Eso, aunque lo dejó bien con los empresarios, lo distanció del gobierno, donde se sintió que era una crítica fuerte.

Al día siguiente, antes de que las comisiones votaran la reforma, hubo otra reunión del Consejo. En ella Jorge Humberto Botero propuso que el Consejo pagara un aviso de prensa de página entera en El Tiempo para explicar la posición empresarial contra la reforma. La idea era que, perdida definitivamente la pelea en el Congreso, había que mover a la opinión pública.
MacMaster respondió con una contrapropuesta: sacar un comunicado y acudir a los medios para darle despliegue, con lo que se lograría el mismo objetivo pero sin antagonizar tanto con el Gobierno y sin crear el precedente a futuro de que habría que sacar avisos en cada negociación.
Esa propuesta ganó y el Consejo envió una carta a las comisiones que iban a votar la reforma, y un comunicado de prensa en el que reiteraba su posición: en vez de un impuesto al patrimonio, proponían una sobretasa al impuesto de renta. Hasta ahí MacMaster había logrado mantener el liderazgo en el Consejo Gremial.
Pero después de que las comisiones aprobaron la reforma con impuesto al patrimonio, las presiones crecieron porque los empresarios estaban descontentos. Encima, Santos se despachó contra los empresarios en televisión, diciendo, por ejemplo, que para oponerse a ella “se esconden detrás de la clase media, de la clase trabajadora, engañando a la gente”.
Por eso la siguiente reunión del Consejo, el martes 2 de diciembre, empezó muy caldeada.
A pesar de que MacMaster, Solano y Caicedo trataron de calmar los ánimos y lograron desterrar definitivamente la idea del aviso de prensa, salió adelante la decisión de convocar a una rueda de prensa el jueves siguiente a las 9 de la mañana para aumentar la presión contra el Gobierno, antes de la cual se reunirían de nuevo los 21 a las 7.30 de la mañana para terminar de preparar el mensaje.
MacMaster buscó darle más impulso a la rueda de prensa. Al día siguiente, después de que unos 50 empresarios le dijeron que querían acompañarlo en l rueda de prnesa, le envío un correo a los otros miembros del Consejo Gremial con la idea de que cada uno llevara diez empresarios. Así se vería un frente amplio de empresarios contra la reforma, con toda la carga simbólica que eso significaba.
Eso, claro, empezó a prender las alarmas en el gobierno. El presidente de la Andi estaba moviéndose en serio contra la propuesta. Y dado el déficit fiscal que existe, era una rebelión que el gobierno no estaba dispuesto a tolerar. Para ello comenzó a mover los hilos de poder para ‘docilizar’ a MacMaster.
De Palacio contactaron a algunos grandes empresarios de Cali y Medellín para que les ayudaran a organizar reuniones entre funcionarios y otros empresarios, con lo que buscaba quitarle fuerza a la estrategia de los gremios. Uno de los ministros confirmó a La Silla que llamó personalmente a uno de los cacaos para que “le jalara las orejas” a MacMaster. Pero, según supo La Silla, los grandes empresarios también están en contra del impuesto al patrimonio y respaldaron al presidente de la Andi.
Esa noche la tensión subió aún más con una nota de CM& en su sección 1,2,3 en la que hablaba de la rueda de prensa y que decía que la meta era tumbar toda la reforma.
Ante eso el Gobierno se movió de otra manera: varios ministros llamaron a los gremios que representan empresas de su sector para explicarles la reforma, y empezaron a buscar encuentros con los gremios por aparte para pedirles que bajaran el tono. La idea era dividirlos.


A las 10 de la mañana hubo una primera reunión entre Cárdenas, Cuéllar, Javier Díaz y MacMaster. Luego, a las dos de la tarde, otra de MacMaster con la Consejera Presidencial María Lorena Gutiérrez. Y por la noche se programó una entre Cárdenas y otros presidentes de gremios en el Club El Nogal.
Esa noche MacMaster envió un correo a los demás miembros del Consejo que movió todo el tablero. En ella decía que el Presidente estaba dispuesto a reunirse con una delegación del Consejo esa misma noche en El Nogal, pero que a cambio, había exigido que se cancelara la rueda de prensa. E informaba que había decidido aceptar.
Eso, aunque alegró a algunos y permitió a cinco de los miembros del Consejo reunirse con Santos y con Cárdenas en El Nogal, molestó a otros.
Primero, porque no sabían de la reunión con María Lorena, pero, sobre todo, porque sintieron que MacMaster había cancelado la rueda de prensa sin permiso del Consejo, que era el que la había convocado - a pesar de que, dado el ultimátum de Santos, no había tiempo para convocar a una reunión.
En la reunión con Santos, el Gobierno propuso incluir una devolución de dos puntos del IVA sobre los bienes de capital que compran las empresas (como la maquinaria), como una concesión a los empresarios y una manera de incentivar la producción.
También se definió trabajar aceleradamente para encontrar una fórmula para que los gremios apoyaran la reforma, con una reunión entre técnicos de los dos lados el jueves y otra entre el Consejo Gremial y los ministros de Hacienda y Comercio el viernes.
Pero antes de esas reuniones estaba otra: como el Consejo había cancelado la rueda de prensa pero no la reunión del día siguiente, todos se vieron la cara ese jueves temprano. Encima, como no habían alcanzado a avisar a la prensa, llegaron los periodistas listos para cubrir la rueda de prensa.
A diferencia de lo usual, la reunión fue a puerta cerrada y sin asesores; de forma también inusual no duró dos sino cuatro horas. Adentro, según un asistente, el malestar con MacMaster era evidente, y se hacía más fuerte una fractura que debilitaba al Consejo para la reunión del viernes.
Después de la reunión ese día ocurrió otra cosa que podía afectar la reunión del viernes: Guillermo Botero sacó la mayor votación en las elecciones para la la junta directiva de la Cámara de Comercio, donde había sido delegado del Presidente hasta que Santos lo sacó por uribista en octubre.
Con ese nuevo aire debajo de las alas, Botero llegó empoderado a la reunión del viernes.
Encima, gracias a su reconocida cancha en asuntos tributarios, le encomendaron presentar la propuesta del Consejo Gremial, que consistía en aceptar el impuesto al patrimonio pero solo para 2015 y con una tarifa muy baja, y complementarlo con una sobretasa al impuesto de renta.
Además de Botero estaban en la reunion MacMaster, Mejía, Montenegro, Díaz y Marta Lasprilla, la mano derecha de María Mercedes Cuéllar, quien acaba de renunciar a su cargo en Asobancaria; por el lado del gobierno estaban Cárdenas, Cecilia Álvarez-Correa, Santiago Rojas, el viceministro de Hacienda Andrés Escobar, y algunos técnicos de la Dian.
Esa reunión fue difícil para todas las partes (no en vano se alargó hasta las 10 de la noche), pero especialmente para MacMaster. Según tres de los asistentes, inicialmente quien llevó la batuta del lado de los gremios fue Guillermo Botero, pero se tuvo que ir pronto pues tenía agendada una junta directiva de Fenalco desde antes y, como ésta tiene varios miembros de fuera de Bogotá que habían viajado solo para esa reunión, no podía faltar.
Al salir Botero, MacMaster tomó la vocería. Tres fuentes que estuvieron presentes coinciden en que entre los funcionarios cayó mal su intervención porque pareció arrogante, y porque provocó que Mauricio Cárdenas le respondiera con fuerza. Según uno de los asistentes, el Ministro “lo puso en su sitio”; segun otro, fue Macmaster quien respondió con vehemencia a unas frases fuertes del ministro.
La reunión se alargó no solo por lo difícil del tema y por esos rifirrafes sino porque los dirigentes gremiales pedían pararla con frecuencia para discutir entre ellos. “Parece que había dos negociaciones paralelas: una entre nosotros y ellos y otra interna de ellos”, le dijo a La Silla uno de los funcionarios presentes. “Parecía la negociación con un sindicato”, dijo otro de ellos.
Además, Cárdenas pidió que estuviera presente Francisco José Lloreda, el presidente del gremio de las petroleras que salió hace poco del Gobierno, donde se desempeñó como Alto Consejero de Seguridad Urbana. Su argumento era que ese sector es fundamental en la economía y había que oírlo. Aunque quizás la verdadera razón es que Lloreda había cambiado de posición y se había puesto del lado del gobierno.
Resulta que Lloreda inicialmente estaba alineado con la propuesta del Consejo Gremial de tumbar el impuesto al patrimonio. Pero algunos de sus afiliados se dieron cuenta que a los operadores petroleros les convenía más pagar este impuesto que un aumento en el Cree, y en una asamblea extraordinaria que convocaron obligaron a Lloreda a echarse para atrás.
Porque su llegada representaba una división entre los empresarios, pero sobre todo porque la Asociación Colombiana de Petróleo no forma parte del Consejo Gremial, MacMaster se opuso a que entrara directamente a la reunión cuando Lloreda se apareció.
El presidente de la ACP se reunió primero, por aparte, con los demás líderes gremiales y luego con los funcionarios, pero sin la presencia del Consejo Gremial. Eso, claro, demoró todo el proceso.
Al final, Cárdenas anunció un acuerdo con el Consejo Gremial para recoger 53 billones de pesos en los próximos cuatro años.
Finalmente, los gremios aceparon el impuesto a la riqueza por cuatro años, y el Gobierno cedió en bajarles la tarifa. Al final, quienes tengan que pagarlo le darán al Estado máximo un 2,55 por ciento de su capital en los próximos 4 años, en lugar del nueve por ciento de la propuesta inicial. Es una reducción de casi el 70 por ciento.

El gobierno también se comprometió a hacer el próximo año una ‘reforma estructural’ como lo pedía el Consejo Gremial, algo que Cárdenas ha dicho que no le gusta porque uno sabe cómo comienza una reforma pero no cómo termina después de su paso por el Congreso. Igual el compromiso no definé cómo sería esa reforma.
Ese acuerdo es un logro, en buena medida, del trabajo de MacMaster, quien en el Consejo Gremial impidió las medidas más confrontacionales y abogó por encontrar un acuerdo con el Gobierno. Pero lograrlo no estuvo exento de costos.
A la larga, la posición de los más críticos de la reforma es naturalmente más atractiva para muchos empresarios que la matizada de MacMaster. Oponerse a pagar más impuestos y pedir que más bien el Gobierno se apriete el cinturón (como hicieron algunos empresarios y la bancada uribista) es mucho más vendible que pelear sobre cuál impuesto es menos dañino y cómo pagar 12,5 billones de pesos en 2015.
Por eso no extrañan rumores como el de que circuló una carta en la junta directiva regional de la Andi en Antioquia para exigirle a MacMaster ponerse más duro contra la reforma, algo que La SIlla no pudo verificar.
Ponerse el overol de los empresarios y confrontar una propuesta que era crucial para el gobierno del que se hizo parte hace poco tampoco dejó inerme a MacMaster, pues demostró que no es una ‘ficha’ del gobierno. Mientras que Luis Carlos Villegas jamás salía a criticar públicamente al gobierno, MacMaster rompió esa tradición. Y el gobierno Santos no suele aceptar fácilmente el disenso, menos dentro de los que considera que son sus aliados naturales.
“En Colombia, por culpa de la política, es imposible disentir sin ser considerado enemigo a muerte. Inicialmente eso aplicaba para temas ideológicos alrededor de la paz y el enfrentamiento armado, pero hoy es válido para cualquier tema ”, dijo a La Silla MacMaster. “Eso le hace gran daño a la democracia y debemos superarla”.
Al final el empresariado quedó posicionado como un actor más fuerte a quien el Gobierno ya no tiene totalmente alineado. Y, aunque con fracturas difíciles de manejar, el frente unificado que es el Consejo Gremial le ganó terreno al lobby aislado de los cacaos.
El gobierno, por su parte, consiguió que los empresarios le ayudaran a tapar el hueco de 12 billones. Solo que ahora -después de estas reuniones con los empresarios- quedó claro para todos que en realidad el déficit es mucho más grande.