Por: Catherine Rodríguez
La semana pasada los medios nos hicieron enfocar nuestra atención en lo que estaba pasando con Powerball, una lotearía que entregaba el mayor premio en la historia. ¡1,500 millones de dólares! Sin duda, la vida de los dueños (y sus descendientes) de las tres boletas ganadoras que recibirán aproximadamente 500 millones de dólares antes de impuestos cambiará. Dado que las probabilidades de ganar esta lotería eran supremamente bajas, 1 en 292 millones, preguntarnos que les pasará a estas familias puede no ser tan interesante. Hay otras loterías que, aunque tienen un menor premio, las probabilidades de ganarlas son mayores y por lo tanto una mayor proporción de personas, incluyendo quizás alguien que conozcamos, han ganado. ¿Qué pasa en la vida de estos ganadores de loterías más “típicos” después que reciben el premio? ¿Qué pasaría si yo me ganase la lotería? ¿Cuantos no nos hemos hecho esta pregunta alguna vez?
Leyendo artículos en internet es posible encontrar una variedad impresionante de posibles respuestas. Unos artículos, incluso en el New York Times, sugieren que ganarse la lotería puede ser una maldición. Después de ganarse las loterías las personas son asesinadas con cianuro, mueren por problemas de drogas o alcohol, son asesinadas por nuevos “amigos” o envenenadas por familiares. Otros artículos menos dramáticos sugieren que en realidad esos premios no llevaron felicidad a los ganadores y algunos testimonios de ellos sugieren que hubiese sido mejor no ganárselos. Otros resaltan que algunos ganadores donan todo el dinero ganado y continúan viviendo una vida muy similar a la anterior.
Sin embargo, mas allá de ejemplos específicos estos artículos no nos dicen mucho. ¿Es posible entender si ganar la lotería realmente cambia radicalmente la vida de los ganadores? ¿Puede el dinero comprar la felicidad?
Algunos economistas se han preguntado qué sucede con las decisiones y estado de ánimo de los individuos cuando estos eventos, que en últimas son choques al ingreso bastante estudiados en la teoría económica, ocurren. Quizás uno de los estudios más conocidos en ese tema es el de Imbens, Ruben y Sacerdote (2001) en donde los autores comparan ganadores de los premios mayores de la lotería de Massachusetts (entre $US22,000 y $US9 millones) con ganadores de premios menores de esa misma lotería (personas que ganaron entre US$100 y US$5,0000). Los autores encontraron que el dinero se invierte casi siempre en carros y casas y cerca del 16% de las ganancias son ahorradas. Los autores encuentran también que, aunque por supuesto baja el ingreso recibido por trabajo de los ganadores esta reducción es mucho menor de la que uno esperaría y no varía entre hombres o mujeres sugiriendo que no necesariamente los ganadores dejan de trabajar.
Dos trabajos más recientes encuentran efectos no esperados de ganarse la lotería. Kuhn et al. (2011) estudiaron el impacto de ganar una lotería en Holanda que, aunque tiene una mayor probabilidad de ganar, el valor de los premios consiste en menores sumas monetarias y un carro BMW. Los autores encuentran que, consistente con los resultados anteriores, aumenta el consumo en carros y casas de los ganadores. De manera interesante los autores encuentran que estos eventos no solo afectan a los implicados sino a sus vecinos también. Ellos demuestran que los vecinos de ganadores tienen también una mayor probabilidad de comprar carro que vecinos de no ganadores. En el mismo año, Hankins, Hoekstra y Skiba (2011) utilizaron los resultados de la Lotería de Florida y compararon también a los ganadores de premios mayores y menores. Los autores se preguntaban si ganarse la lotería disminuía las probabilidades de que individuos se declararan en bancarrota, un resultado que a priori yo hubiese pensado que sí. Con esta metodología encuentran que la probabilidad de caer en banca rota no disminuye a pesar de ganar una lotería de entre 160 millones y 500 millones de pesos. La lotería solo retrasa el tiempo en el que las personas se declaran en banca rota. Los resultados muestran que, aunque en el corto plazo la probabilidad de alguien que gana la lotería quede en la quiebra es menor que la de un no ganador, cinco años después esta probabilidad se revierte.
Pasando a resultados más sociales Hankins y Hoekstra (2011) analizan las decisiones de matrimonio o divorcio que toman los individuos después de ganar la lotería. Curiosamente ellos encuentran que, aunque ganar la lotería no aumenta las probabilidades de divorcio de hombres o mujeres, aquellas mujeres solteras que ganan la lotería tienen una menor probabilidad de casarse que aquellas que no la ganan. Finalmente, el más reciente ganador del premio Nobel en Economía, Angus Deaton se pregunta en un estudio junto con Daniel Kahneman si el dinero compra la felicidad. Los autores concluyen que, aunque el dinero puede comprar el nivel de satisfacción con la vida este en realidad no compra la felicidad.
Estos resultados son consistentes con el que es posiblemente uno de los estudios más conocidos en psicología al respecto. Brickman et al. (1978) comparan el nivel de felicidad de ganadores de lotería con individuos controles y con individuos que quedaron parapléjicos en accidentes recientes. El estudio no encontró que aquellos que ganaron la lotería eran más felices que los controles. De hecho, los ganadores de lotería reportaron menores niveles de felicidad de realizar actividades mundanas que los controles y que los parapléjicos. Además, aunque los ganadores de lotería reportaron que en el presente eran más felices que los parapléjicos o los controles las expectativas de felicidad de los parapléjicos en el futuro eran mayores que las de los primeros. Los autores explican que estos resultados pueden estar basados en los contrastes y el hábito que creamos nosotros los humanos. Eventualmente los que ganan la lotería se acostumbran a habérsela ganado y, peor aún, cualquier experiencia después de eso les parece insignificante.
Estos estudios parecen indicar que ganarse la lotería no es una maldición, pero tampoco una bendición. En general ganarse la lotería no asegura la felicidad y ni siquiera te cambia la vida de manera dramática. Quizás, como probablemente muchos de ustedes ya sabían, cambiar la vida depende de nosotros mismos y la felicidad no es algo que nos cae del cielo sino una actitud y una decisión de vida que debemos buscar todos los días.