Desde que Estados Unidos y Cuba comenzaron a normalizar sus relaciones diplomáticas y económicas en diciembre de 2014, después de medio siglo de enemistad, en Cartagena hay expectativa por los turistas estadounidenses que la isla pueda comenzar a quitarle. Mucho más, tras la histórica visita de Barack Obama en marzo a La Habana, que anuncia un nuevo capítulo en la historia de ambas naciones.
De hecho, La Silla Caribe supo que desde que los dos gobiernos anunciaron el deshielo, las especulaciones de qué tanto terminará golpeada a mediano plazo Cartagena son tema frecuente de conversación entre los empresarios del turismo de esa ciudad.
La expectativa es tal que en julio pasado viajó una primera misión integrada por funcionarios del Distrito para conocer, de primera mano, cómo se están preparando los cubanos para su apertura al turismo estadounidense.
La misión que visitó La Habana, durante tres días, fue una iniciativa de la Corporación de Turismo de Cartagena, Procolombia y la Sociedad Aeroportuaria de la Costa (Sacsa). Los funcionarios hablaron con sus homólogos antillanos para conocer su trabajo y describieron esa visita como el comienzo de un acercamiento con el sector turístico de ese país, que también quiere aprender de la experiencia cartagenera.
Además, propusieron en ese viaje la creación de una ruta que incluya a Cartagena, La Habana y San Juan de Puerto Rico, por ser ciudades con pasado histórico y cascos coloniales comunes.
Propuesta a la que le queda un largo trecho para convertirse en una realidad, y cuyo trámite no es fácil. De hecho, hace unos años Cartagena intentó, sin resultado alguno, volverse un destino compartido con Punta Cana.
La presidenta de la Corporación de Turismo Zully Salazar le dijo a La Silla que con esa ruta buscan hacer de la avalancha turística que se le avecina a Cuba, los próximos años, una oportunidad, para que el turista estadounidense o europeo no solo se quede en la isla sino que también llegue a La Heroica.
Y es que la apertura de Cuba a los Estados Unidos justo se da cuando Cartagena lleva tres años consecutivos recibiendo el mayor número de estadounidenses de su historia turística. Ellos representan hoy el 20% de los 232 mil visitantes internacionales que aterrizan en avión y ocupan, desde 2013, el primer lugar en el listado de extranjeros.
Aunque el número de turistas internacionales que recibe Cartagena sigue estando lejos de las cifras reportadas por otros destinos del Caribe, como los balnearios de Aruba, República Dominicana, Jamaica, Puerto Rico y hasta la misma Habana, que ha sido los últimos 15 años destino favorito de canadienses, europeos y latinoamericanos.
“Ahora que nosotros comenzábamos a tener alguito de mercado americano va a ser más difícil mantenerlo”, le dijo a La Silla Diana Gedeón, gerente de la agencia de viajes Gema Tours, una de las más grandes de Cartagena.
Sin embargo, en esa ciudad hay otras voces del gremio turístico que creen que La Heroica no sufrirá una caída en el número de sus visitantes internacionales, por lo menos los próximos años, porque Cuba tiene mucho por mejorar para atender al exigente mercado estadounidense.
“A Cuba se le perdonan todos los errores de servicio, calidad y de infraestructura por sus condiciones (económicas)”, le dijo a La Silla Ana Victoria Maldonado, gerente de Tierra Magna, empresa pionera en ofrecer audioguías en Cartagena y organizar recorridos turísticos culturales.
Lo que sí es un hecho es que el número de turistas gringos en Cuba comenzará a aumentar los próximos meses, y los cálculos del Ministerio de Turismo cubano llegan al millón anual a mediano plazo. Mucho más desde el mes pasado, que Estados Unidos volvió a flexibilizarles las condiciones de viaje a sus ciudadanos.
En mayo, por ejemplo, zarpará un crucero de Miami a La Habana. Será el primero en hacerlo desde 1959. Y antes de que finalice 2016, deben estar operando hasta 20 vuelos diarios directos desde diferentes ciudades estadounidenses hacia la capital cubana y 10 más hacia otros nueve aeropuertos internacionales de la isla.
Para este 2016, Cuba espera recibir 3,7 millones de visitantes, 200 mil más que el año pasado. De lograrlo, sería un hito para la economía de la isla y todo apunta a que lo logrará, porque hasta el 12 de marzo el ingreso de extranjeros por turismo ya sobrepasaba el millón.
Otras cinco fuentes del sector turístico cartagenero, consultadas por La Silla, tampoco creen que Cartagena vivirá de la noche a la mañana un descenso de turistas gringos, pero sí advierten que la ciudad también tiene mucho por mejorar en infraestructura y oferta de planes turísticos para pelearle de tú a tú a otras plazas tradicionales del Caribe insular y a nuevos competidores como La Habana.
Un estudio de hace una década, realizado por la Cámara de Comercio de Cartagena y el Observatorio del Caribe, ya advertía que, en comparación con otros destinos del Gran Caribe, La Heróica no era competitiva.
Ese estudio todavía está vigente, le explicó a La Silla el investigador económico Luis Fernando López, porque los precios en Cartagena siguen siendo altos, la conectividad aérea es muy limitada (solo hay vuelos directos a cuatro destinos internacionales) y a la ciudad le falta aprovechar más sus fortalezas culturales para que el visitante sienta que la oferta le compensará lo pagado.
Además, en temporada alta, las vías de La Heroica colapsan con los carros que ingresan de otras ciudades del país y todavía tiene pendiente la organización de las ventas ambulantes, particularmente en el Centro Histórico y las playas. De hecho, guías tan populares como Lonely Planet les advierten a los viajeros de lo irritante que puede llegar a ser el acoso callejero de los vendedores informales.
Sin embargo, el investigador de la Cámara de Comercio resaltó que durante la última década Cartagena ha mejorado bastante su promoción y es mucho más conocida como destino del Caribe.
Solo el tiempo dirá qué tanto el despertar de La Habana golpea o no a Cartagena. Mientras tanto, La Heroica sigue expandiéndose y apostándole al turismo internacional, pero ahora más que nunca debe comenzar a resolver su listado de asignaturas pendientes ante el peso pesado que llega a competirle.