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¿Se puede consolidar la paz sin Uribe?

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El sábado, el jefe guerrillero de las Farc alias Timochenko le envió una carta al ex presidente Álvaro Uribe invitandolo a reunirse a discutir su llamado a la resistencia civil contra las negociaciones de La Habana. Una carta que el senador contestó a los medios reiterando sus objeciones al proceso y diciendo que éstas ya les habían debido llegar a la guerrilla vía personajes como Álvaro Leyva. En la noche, Timochenko insistió. Pero detrás de esta invitación de Timochenko, no importa si su intención es sincera o si es parte del show mediático, permanece la pregunta sobre qué tan necesario es que Uribe avale lo acordado en La Habana para consolidar la paz.

La carta de Timochenko

“En La Habana, o en lugar de Colombia que usted prefiera, contando desde luego con las garantías de seguridad suficientes para nuestro traslado y estadía en suelo patrio. Discutamos sobre su llamado a la resistencia nacional contra la paz, producido sin haber escuchado a quienes tanto combatió por tierra, mar y aire sin vencerlos. Nosotros provenimos de la resistencia a la violencia, a la injusticia y la impunidad. Precisemos entonces el significado del término”, dice la carta de Timochenko. Después de decirle -de manera amable- los tres supuestos de los que él parte para invitarlo que son que pese a la arremetida de la Seguridad Democrática las Farc no están derrotadas; que la justicia transicional no será solo para los guerrilleros sino para otros sectores; y que Uribe no está en contra de aspectos de la negociación sino contra la paz misma, continúa:

 

[…] Lo queremos a Usted sentado a la Mesa de la Reconstrucción y Reconciliación Nacional. No a la mesa del capricho personal o las exigencias carentes de generosidad.

[…]Proponemos al país entero un acuerdo político para reordenar entre todos la nación colombiana. Nadie quedaría por fuera, queremos que Usted sea partícipe de él, doctor Uribe, conversemos. Fue Usted un formidable adversario que nunca nos dio cuartel, pero como ve, seguimos aquí, en la brega, trabajando incansables por la nueva Colombia. Venga esa mano, le extendemos la nuestra con un ramo de olivo. La paz sí que merece dejar atrás orgullos. Resuélvase.”

Ante esta invitación a formar parte de un pacto político, hoy Uribe respondió. Evitando referirse a la invitación, reiteró sus críticas al proceso de paz: desde el hecho de que no se hayan concentrado antes de iniciar los diálogos hasta el que consideren al narcotráfico un delito conexo con el político y no vayan a reparar económicamente a sus víctimas. Y no dejó abierto ni un resquicio para continuar con la conversación.

“Nuestras preocupaciones y alternativas están por escrito, ninguna audiencia han tenido en el Gobierno ni en las mayorías parlamentarias. El Gobierno nos conmina a adherir a La Habana para lo cual no ahorra formas de intimidación.”

“Recientemente las examinamos en detalle con Kofi Annan, Ex Secretario de Naciones Unidas, quien nos anunció transmitirlas a la Farc. Las hemos hablado en detalle con el doctor Álvaro Leyva, con el señor Aronson, delegado de los Estados Unidos, quienes también pueden ser portadores ante Farc, así no las compartan”, fue la respuesta más directa de Uribe al guerrillero. E insistió:

[…] Que el Gobierno imponga los textos de La Habana, fuerce su incorporación a la Constitución y al Ordenamiento Jurídico, valido de simulada juridicidad con notoria ilegalidad y desdén por la democracia, causa incertidumbre política y la posibilidad que cambios en el futuro los deroguen.

La paz no está en discusión, están en discusión su eficacia, su sostenibilidad y el riesgo para nuestra democracia”.

En conclusión, Uribe decidió no cruzar la puerta que abrió nuevamente Timochenko con su carta. Sin embargo, el jefe guerrillero le mandó una nueva carta, en la que contesta cada uno de los reparos del ex presidente, y termina diciendo:

"Los muertos y los atropellos nos duelen a todos. Nos anima el propósito de ponerles  definitivamente fin en nuestra patria. Pero seamos objetivos, no busquemos tan solo la paja en el ojo ajeno. Por eso le insistimos, Presidente. No pensemos sólo en la empresa privada, el interés público cuenta más, sin arrollarla por ello. Con la paz ganamos todos, con ella no habrá perdedores. Ave María, doctor Uribe, conversemos, Usted tiene un puesto en el nuevo país."

Una de las personas consultadas por La Silla considera que habría bastado que dijera que el ex presidente le hubiera cogido la caña para haberse vuelto protagonista del proceso de paz en su última fase, aunque otros consideran que ya en este punto quizás el ex presidente evalúa que es muy poco lo que puede afectar el curso de la negociación y prefiere no legitimarla con su participación.

Pero más allá de las motivaciones de uno y otro, la pregunta sigue allí: ¿Es indispensable meter a Uribe al proceso?

“Hay que hacer el esfuerzo para que Uribe esté”, dice su ex embajador y analista Fernando Cepeda. “Que le haga resistencia debilita el acuerdo sobre las cosas fundamentales, que es la definición de una Constitución, porque implica un desacuerdo sobre algo tan fundamental como cómo hacemos la paz”.

Cepeda hace referencia a que en los países democráticos tiene que haber un consenso mínimo sobre algunas cosas que son tan esenciales que no se ponen en juego en el proceso electoral y sobre las únicas que no sería válido armar el debate político. Por ejemplo, el hecho de ser una democracia que elige sus gobernantes en elecciones o el derecho de las minorías a no ser discriminadas.

Como, por la vía del último acuerdo para blindar los acuerdos de paz, se acordó que lo firmado entrará a formar parte de la Constitución, que Uribe rechace esa futura parte de la Constitución debilitaría ese consenso mínimo.

Es, además, una resistencia que tiene implicaciones prácticas.

Los diferentes escenarios

Es claro que el presidente Santos y las Farc pueden firmar un acuerdo final en La Habana así Uribe lo rechace. Incluso, es factible que aún con Uribe haciéndole campaña en contra, el Sí gane el plebiscito y el Gobierno también pueda sacar adelante en el Congreso las reformas necesarias para desarrollar lo pactado en La Habana.

Sin embargo, el tipo de posconflicto que tendremos sí puede depender de que el Ex presidente mantenga una campaña activa en contra del Acuerdo Final o, incluso con reparos, entre a formar parte de un pacto político para acogerlo.

Hay tres escenarios posibles para el posconflicto (quizás más): uno, que es el que ha planteado el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo en sus intervenciones, es que la paz sea el pretexto para mejorar el sistema político, para desarrollar e integrar el campo, para modernizar al país y fortalecer la democracia. Ese es el escenario más ambicioso y el que tiene más opciones de prosperar si se logra un pacto político que reconozca lo acordado en la Habana.

En el otro extremo, sería un escenario en el que la paz es una bandera más de disputa política. Primero alrededor del plebiscito, luego alrededor de las elecciones presidenciales del 2018 y así hacia adelante, alrededor de la legitimidad de los acuerdos.

En la mitad, está el escenario de la indiferencia, en el que el proceso de paz tiene un impacto marginal solo entre los que la firmaron y a los demás poco les importa. Sería lo que el investigador Luis Jorge Garay llamó un "pacto entre élites" en una entrevista con La Silla.

A pesar de haber abandonado la Casa de Nariño hace seis años y de que una parte significativa del círculo con el que gobernó se encuentre sub judice, la influencia de Uribe sobre las narrativas del país se mantiene intacto.

Más de la mitad de la población –según lo reflejan las últimas encuestas- piensan respecto del proceso de paz lo mismo que dice Uribe, ya sea porque él los interpreta o porque les da el marco para entender lo que está sucediendo en La Habana.

Esta influencia ideológica es aún más marcada sobre sectores políticos y empresariales en regiones que han sido particularmente azotadas por el conflicto –Caquetá, Huila, Urabá, Magdalena Medio-, varias de las cuales serán priorizadas para ejecutar las reformas de la paz. Reformas que serían muy difíciles de aplicar si los que detentan el poder real allí se oponen con toda su fuerza porque perciben el proceso de paz más como un riesgo personal y para el país que como una oportunidad, tal como lo hace el ex presidente.

Como quedó demostrado durante el evento en el Cesar en el que participaron el procurador Alejandro Ordóñez y el director de Fedegán José Félix Lafaurie, mientras en Bogotá se comienza a armar la campaña a favor del plebiscito en otras regiones se ha ido constituyendo un frente anti-restitución y un movimiento de gente que le tiene miedo y demuestra rechazo al eventual Acuerdo Final con las Farc.

Dada la precariedad del liderazgo del Gobierno para transmitir un sentimiento de esperanza alrededor de lo acordado en La Habana y la efectividad de Uribe para comunicar lo contrario, si el ex presidente rechaza no solo la invitación del jefe guerrillero a hacer un pacto político sino la de otros quizás más legitimados para pedírselo, el posconflicto que nos espera podría convertirse en su profecía autocumplida.

La Silla
Alias Timochenko

Alias Timochenko

Comandante en Jefe de las FARC

Álvaro Uribe Vélez

Álvaro Uribe Vélez

Ex presidente de la República y Senador


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