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La carta (editada) que Santos le envió a Clinton y Trump

La revista Americas Quartely, le preguntó a varios líderes de la región: ¿Qué le gustaría decirle al próximo presidente de los Estados Unidos acerca de América Latina? De todos los temas bilaterales, el presidente Juan Manuel Santos escogió la guerra contra las drogas. Por esto, en Piedra de Toque, tradujimos la carta y agregamos algunas cosas debieron ser incluidas (las cuales el lector encontrará en negrilla-cursiva)

 

Respetado señor Presidente / Respetada señora Presidenta,

 

Permítame aprovechar esta oportunidad para discutir con Usted un asunto importante para nuestras naciones y muchos otros países del planeta: el problema global de las drogas.

 

Como es de su conocimiento, en abril de 2016 – como resultado de la solicitud de México, Guatemala y Colombia- se realizó la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, UNGASS 2016. En esta reunión, se puede rescatar, que se dio un importante debate sobre los cambios que necesitamos para lograr mayor efectividad en la prevención del uso de drogas ilícitas así como en la lucha contra las mafias que impulsan este negocio. Sin embargo, quedaron varios temas pendientes como la despenalización del consumo y la no aplicación de la pena de muerte para los delitos relacionados con drogas. Tampoco estuvo en el debate la regulación del marcado del cannabis, el elefante que nadie quiso ver en la UNGASS. Aunque logramos un cambios en el lenguaje, en la práctica todavía falta mucho por avanzar.   

 

Para ser más preciso, la llamada Guerra contra las Drogas liderada por el Presidente (Richard) Nixon en 1971, y seguida al pie de la letra por Latinoamérica y en particular Colombia, no ha sido ganada. Quizás llegó la hora de reconocer, como lo ha dicho el Director General de Sanidad Militar de Estados Unidos, que esta guerra contra las drogas se ha convertido en una guerra contra las personas que usan drogas, a lo cual debería agregar que también ha sido dirigida contra los campesinos que producen drogas bajo la presión de grupos armados, y contra los hombres, mujeres, jóvenes y niños que creen encontrar en la venta de drogas su salida de la marginalidad. Por esta razón, muchos países han instado a un cambio de dirección. Colombia, con la autoridad moral que nos hemos ganado al ser el país que más ha perdido sangre y recursos en esta “guerra”, está a la cabeza de este esfuerzo. Ahora bien, somos conscientes de que ese liderazgo pierde fuerza y legitimidad cuando pasa el tiempo y no tomamos decisiones internas coherentes con el llamado que hacemos en los escenarios internacionales. En Colombia avanzamos con la regulación de la marihuana para fines científicos y medicinales, además suspendimos la fumigación área. Pero este es solo el comienzo de las reformas que necesitamos implementar.

 

Desde su participación en la Cumbre de las Américas en Cartagena en 2012, el presidente (Barack) Obama demostró su apertura al debate y a tener un diálogo constructivo sobre cómo hacer mejoras en esta guerra contra las drogas ilegales. Valoramos esta postura de los Estados Unidos. Al interior de su país, se han dado importantes cambios, como la reforma a la Ley Federal para reducir las penas por delitos menores de drogas cuando el encarcelamiento en el país llegó a ser el más alto del mundo, siendo las minorías  - negros y latinos - los más afectados. Además, por primera vez en EEUU el porcentaje del presupuesto que se dedica a la prevención es mayor al que se destina a la represión. En mi país en cambio los eslabones más débiles continúan llenando las cárceles y apenas destinamos el 4% de nuestros recursos a la prevención y el tratamiento.

 

En el marco de este espíritu de apertura, previamente formulé al presidente Obama la pregunta que ahora hago a su sucesor: ¿Cómo puedo mirar a los ojos a un campesino y decirle que irá a prisión por cultivar marihuana, mientras que en los Estados de Colorado y Oregón ahora es legal sembrar, vender y consumir? Parte de lo que debemos hacer es tener un debate honesto de lo que está pasando y buscar una mayor coherencia en el abordaje de este problema. Soy consciente que debemos de dejar de culpar a Estados Unidos y al Régimen Internacional por el uso desmedido del derecho penal para enfrentar la problemática de las drogas. Tampoco podemos esperar que la comunidad internacional se ponga de acuerdo para avanzar en los cambios que el país necesita. Por esta razón, reformaremos el Estatuto de Estupefacientes y el Código Penal para garantizar proporcionalidad en las penas y terminar la persecución contras los eslabones más débiles de la cadena.

 

Si bien es cierto que mi país - en gran parte gracias al apoyo proporcionado por el pueblo estadounidense a través del Plan Colombia - ha hecho grandes avances contra el tráfico de drogas, esto va más allá de los progresos realizados por sólo uno o dos países. Esto tiene que ver con lo que podemos lograr como comunidad de naciones. Cualquier avance logrado por Colombia por lo general se convierte en costos para otro país, porque mientras haya demanda, los comerciantes de todo tipo van a intervenir para proporcionar el suministro. Es por esto que he hecho público y con absoluta convicción, que ha llegado el momento para que el mundo adopte un nuevo enfoque en sus políticas de control de drogas.

 

Este no es un llamado a la legalización del mercado, sino a su regulación progresiva por parte del Estado y la implementación de medidas diferenciadas para los distintos eslabones de la cadena. Este es un llamado a reconocer que entre los dos extremos de una guerra contra las drogas y la legalización completa, hay una amplia gama de opciones que podemos explorar juntos. Podemos encontrar nuevas formas para apoyarnos en mejorar la prevención del abuso de drogas en los jóvenes, conceder un trato más humano a los consumidores de drogas, aumentar la cooperación para luchar contra el crimen organizado, y ofrecer alternativas económicas a los campesinos y otras comunidades vulnerables que se encuentran atrapados por el negocio del narcotráfico.

 

Con esta convicción, iniciaré en Colombia con un conjunto de reformas, que no requieren modificaciones de los acuerdos internacionales. En mi país focalizaremos los esfuerzos del Estados en los eslabones con mayor capacidad de fuego y de cooptación del Estado; equilibraremos el presupuesto dedicado a atender la oferta y la demanda de drogas; elaboraremos una verdadera política pública sobre este tema, con la participación de las regiones y otros sectores relevantes; además, ensayaremos de forma controlada la posibilidad de regular mercados como el de la cocaína, que es el principal problema que en esta materia enfrenta Colombia. Además, mi gobierno hará un cambio radical en la manera como se ha manejado el desarrollo alternativo, dotando a esta estrategia de una institucionalidad con el conocimiento, presupuesto y la fortaleza necesaria para apoyar la transformación de los territorios.

 

En la UNGASS de 2016, se dieron algunos pasos en la dirección correcta, tales como la aceptación de que los países necesitan un mayor grado de flexibilidad y autonomía en la aplicación de las convenciones de drogas, y la promoción de medidas para mitigar los riesgos y los impactos del consumo.

 

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. La propuesta de Colombia es que analicemos las distintas opciones sin prejuicios ni ideologías, con base en los hechos y la evidencia científica objetiva, por esta razón tomaré la decisión de detener el uso del glifosato de forma terrestre y la búsqueda de otra molécula para reactivar la aspersión aérea; que no le apliquemos la mayor carga de la ley a los consumidores o a los pequeños cultivadores, cesando la aplicación de sanciones penales contra los campesinos en situación de vulnerabilidad; y que persigamos con una mayor colaboración y determinación a las grandes mafias, a los proveedores de precursores y productos químicos, y los lavadores de dinero. Debemos golpear a estas organizaciones criminales donde más les duele – en sus finanzas. Como muestra de nuestro compromiso con esto, dedicaremos un mayor recurso humano y de inteligencia a estos eslabones de la cadena.

 

Señor o Señora Presidente, por el bien de nuestras naciones y nuestros jóvenes, fortalezcamos nuestra alianza para hacer frente al problema de las drogas de una manera más humana y pragmática. Prevengamos el consumo, tratemos a los usuarios problemáticos, rehabilitemos a los adictos, implementemos estrategias de reducción del daño en nuestros países, ofrezcamos oportunidades a los cultivadores, persigamos a los criminales con vigor. Bajémonos de la bicicleta estática en la que aún estamos montados. Este es el único camino hacia el éxito.

 

Podemos hacerlo mejor. Sería una locura continuar haciendo lo mismo y esperar resultados distintos.

 

Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia

 

Traducción libre del texto original publicado en:

 

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