Ha sido un mes vergonzoso. Hace una semana el personaje ese de Carlos Alonso Lucio salió en Semana a escupir su típico odio contra los gays. En estos días he leído en los periódicos que hay un escándalo por unas cartillas que aparentemente (no) son del Ministerio de Educación y que tienen alguna alusión a algún tema gay. Creo que Álvaro Uribe está bravo porque algo de esa cartilla corrompe algo. Me imagino que el Procurador debe estar indignado también.
Perdónenme el simplismo en mi terminología. No he visto las famosas cartillas y me estoy refiriendo en genérico a las personas gays. Creo que hay formas más adecuadas de hacer referencia a los distintos grupos con distintas identidades sexuales, pero no quiero entrar en el debate porque creo que el debate es parte de la trampa. Digo esto porque la profesionalización del debate sobre la sexualidad hace que para mí sea difícil expresar lo que siento de la manera más profunda: que dejen de joder gente por ser distinta, sentirse distinta, o tener gustos distintos. En últimas, la persecución tan vergonzosa contra los gays no tiene nada que ver con ellos sino con nosotros – palabras como "gay" simplemente significan “distinto a mí”. Y no he podido entender por qué tenemos que clasificar a personas con un gusto, identidad, inclinación o simple curiosidad sexual de una forma distinta a las personas con un gusto, identidad, o inclinación particular a un color, estilo culinario o diseño automovilístico. Aparte de haber sido sometido a una cruel persecución, no he podido entender qué tiene de diferente un tipo al que le gustan los otros tipos a un tipo al que le gustan las mujeres. O lo que sea. Creo que a los hombres o las mujeres o demás denominaciones no les gustan los géneros: les gustan las personas (que, por implicación natural, tienen algún género – por lo menos en el sentido que le damos a la palabra actualmente). Puede que haya un tipo por ahí que me encantaría si lo conociera y simplemente no lo he conocido; realmente no sé. Por eso es que no entiendo por qué todo el mundo insiste en singularizar esta cualidad como si fuera la esencia de la persona. Puede que el tipo sea gay, pero también es esquiador, coleccionista de estampillas, o tal vez le gusta mucho el jazz. Me parece sospechoso que, en términos generales, sea el tema sexual el que siempre se enfatiza.
Mi sugerencia es atrevida. Sugiero que a los Carlos Alonso Lucios, Álvaro Uribes y Procuradores, no salgan corriendo a preguntarles su opinión porque realmente lo que están diciendo no es una opinión; es un insulto. Me atrevo a creer que la razón por la cual los medios le hacen eco a esta ofensiva infamia es por un sesgo de la neutralidad, ya que asumen que si alguien opina algo distinto entonces es en sí mismo válido. Estoy en desacuerdo. Salir a tratar a los gays de inestables, enfermos, o cualquier otra estupidez, es tan incorrecto como salir a decir que los negros son inferiores, que las mujeres no deberían votar, o cualquier otra universalización elitista que ya hayamos superado como sociedad. Mi sugerencia es que usemos la cultura para decirle a estos personajes que están incorrectos; que la persona que haya entrevistado a Carlos Alonso Lucio sepa decirle que todas las democracias modernas tienen diseños institucionales para proteger a las minorías de las decisiones mayoritarias cuando éste dice que “la pregunta procedente” es “¿Cómo permitir que las minorías les impongan el destino a unas mayorías?”. El tipo dice que es un magnífico lector, pero tiene que estar equivocado o es víctima de la increible improbabilidad de haber leído todos los libros menos los que hablan de como las minorías han sido el motor del progreso social.
Al "Partido"“Liberal” parece no importarle que sus afiliados sean del calibre de Vivianne Morales. Pero si, por ejemplo, al Presidente del Partido le recuerdan que María Ángela Holguín es liberal y por lo tanto tiene su cuota burocrática, Serpa responde que la Canciller no representa al Partido. Es increíble – públicamente están dispuestos a decir que la ideología liberal no importa, sólo la afiliación y los votos. Muchos sinvergüenzas.
Me dio la impresión de que la pelea por las cartillas era por averiguar si las había hecho o no el Ministerio de Educación. Insisto que no las he visto, pero… ¿Qué importa? Si el Gobierno saliera a adueñarse de campañas que valoran la diversidad humana sería algo para estar orgulloso, no avergonzado. Puede que las cartillas sean malísimas para educar lo que sea que quieren educar, pero que sean al menos útiles para sonar una alarma de discriminación. El ataque a otras personas por lo que hagan en sus vidas privadas no es un argumento y no es una opinión, es simplemente falso y ofensivo.