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Discutamos lo indiscutible: ¿Debemos pensar en un nuevo régimen monetario?

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por Andrés Álvarez ()

Aunque es difícil de definir exhaustivamente lo que es un régimen monetario, se puede decir que está al menos compuesto de cuatro cosas importantes: un objetivo misional, unas metas acordes a este objetivo misional, un conjunto de instrumentos compatibles con estas metas y que permitan alcanzarlas y unos indicadores que deben observarse para evaluar el desempeño y la validez de las políticas. Un régimen monetario es entonces una forma compleja de implementación de un ideal de política. Una forma de Utopía llevada a la práctica, generalmente de buena fe. Una Utopía que surge de un consenso entre autoridades monetarias, actores económicos locales, gobiernos y actores económicos externos. Un régimen monetario tiene entonces la forma de un equilibrio político con una fachada científica, técnica. Pero lo político nunca está muy lejos. Tampoco el hecho de que sea un equilibrio político se puede pensar como una mancha que enturbia la pulcritud de la idea técnica, científica. 

Precisamente el gran valor de la estabilidad monetaria lograda, en términos generales, por Colombia, a lo largo de casi un siglo, ha sido uno de los mayores reflejos de un atisbo de madurez política del país. De un país que en otros aspectos es un infante político. Un niño malcriado que arregla a patadas sus grandes problemas políticos. Pero detrás de esta, a grandes rasgos, estabilidad monetaria del país no se puede olvidar que ha habido una sucesión de cambios de régimen monetario.

Desde la adopción del Patrón Oro al momento de la creación del Banco de la República (1923), hasta la más reciente consolidación de un modelo de inflación objetivo. Hemos tenido de todo. La historia monetaria de un país es precisamente la historia de la sucesión de regímenes monetarios. Es decir, la historia de la forma en que de un equilibrio político ideado con rigor tecnócrata se pasa a otro equilibrio político con una nueva convicción tecnocrática. Un régimen monetario se implementa como una forma de equilibrar las fuerzas económicas y políticas de los ganadores y perdedores de la política monetaria. Se trata de un consenso donde unos y otros sacrifican algo para amarrarse al mástil evitando que cada uno, sabiéndose sirena, hale para su propio lado y termine en un naufragio colectivo. 

Pero, después de que se escoge un nuevo rumbo para el barco, en medio de la turbulencia, sabemos que la ruta escogida tendrá sus propios agites. La “economía política” es ese mar que se agita al vaivén de nuevos ganadores y perdedores. De resultados inesperados del modelo ideado. Cuando la turbulencia vuelve a ganarle a la calma el régimen monetario tambalea y se desamarra cada quien de su mástil y un nuevo equilibrio se debe encontrar antes del naufragio.

Hoy las turbulencias de las economías desarrolladas muestran que el equilibrio de los regímenes vigentes piloteados por el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de Estados Unidos están sometidos a choques desequilibrantes. La cada vez menos exótica y más necesaria idea de las política de “lanzar dinero desde un helicóptero” (). Que, dicho más técnicamente, en el contexto actual, se refiere a violar el tabú de financiar el gasto público con emisión monetaria primaria. La ortodoxia monetaria se persigna y se encomienda a todos los santos. Pero, cada vez parece sentirse más sola amarrada a su mástil. 

En Colombia no estamos en medio de tales turbulencias, pero empezamos a sentir cada vez las olas más grandes y los vientos más fuertes. El modelo de inflación objetivo, como me sopló un colega, es una mar tranquilo hasta que un choque externo a la tasa de cambio empieza a recordarnos dolorosamente que también hay ganadores y perdedores. El Banco de la República lleva varios meses golpeando en la mesa con su puño para calmar los ánimos de las expectativas descarriadas. Pero la dosis de una tasa de interés cada día más alta parece que empezó a enfermar a varios pacientes. El equilibrio político entre el Gobierno y el Banco cada día se ve más al borde de la ruptura y los instrumentos de política tan limitados que tiene el régimen actual de inflación objetivo no ofrecen mucha alternativa a los puñetazos en la mesa del emisor.

Es tiempo entonces de contribuir desde todos los actores, y especialmente desde la academia y la tecnocracia, a una discusión sobre lo hasta hoy indiscutible. ¿Estaremos necesitando más que un ajuste fino al régimen monetario actual? La verdad mi pregunta no tiene nada de original. Lo mismo se está preguntando hasta uno de los guardianes del tabú:  

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