Sin que el medio país que votó por el Sí haya salido del guayabo de su derrota en las urnas, la pregunta que surge ahora es ¿Qué va a pasar con las Farc? Nadie sabe, aunque de las declaraciones y movidas de Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y Timochenko se pueden inferir los posibles escenarios que están vislumbrando cada uno.
Como el preferido de cada uno tiene cierta ingenuidad, lo más seguro es que al final no se escoja ninguno de los tres sino una fórmula alternativa que surja de la discusión y que en todo caso refleje la nueva relación de fuerzas tras la votación del plebiscito en el que Uribe ganó y Santos perdió.
Después de entrevistar fuentes en el Centro Democrático, en el Gobierno y analistas externos, La Silla concluye que estos son los escenarios que están considerando. Lo que tienen en común es que ésta ya no será la paz exclusiva de Santos. El triunfo del No le arrancó su lugar privilegiado en la Historia.
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Este escenario, que es el que parece estar considerando el Gobierno, es crear una mesa de tres patas entre los negociadores del Gobierno, delegados del Centro Democrático y las Farc para entablar un diálogo abierto sobre puntos del Acuerdo.
“Una mesa donde cada uno va a decir a eso que se pactó le faltaba esto, le sobraba aquello, como cualquier negocio, y van a llegar a eso. No se deben demorar mucho porque no tienen que empezar de cero”, fue la propuesta del empresario Henry Acosta a la emisora Blu Radio. Fue el emisario que hizo los contactos iniciales del Gobierno con las Farc.
Un indicio de que el Gobierno está confiado en esta fórmula de la negociación tripartita es que no le aceptó la renuncia a Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador, porque tiene la ilusión de que se pueda renegociar con las Farc y de que los delegados uribistas actúen bajo su batuta.
De hecho, ayer mismo el Gobierno renovó el arrendamiento de la casa de los negociadores en Cuba, y nombró a De la Calle, a la canciller María Ángela Holguín y al ministro de Defensa Luis Carlos Villegas para que entablen el diálogo inicial con los tres alfiles uribistas.
La ingenuidad: Este escenario parte de dos supuestos. El primero es que a Uribe solo le interesa ‘corregir’ la negociación y permitir que Santos la cierre durante su mandato, algo improbable dada la animadversión personal que le tiene; y la segunda, que las Farc están dispuestas a renegociar los acuerdos en su contra ante la voz contundente de los colombianos en las urnas.
La Silla consultó una fuente uribista de alto nivel y la percepción después de la entrevista es que ellos no están pensando en formar parte de ningún equipo negociador en la Habana. Que su intención es llegar a un pacto político en el escenario del Congreso y que con lo acordado el Gobierno vea cómo lo tramita con las Farc.
Si Uribe accediera a renegociar en La Habana habría toda una discusión sobre la representación de los negociadores del No. Ya Uribe dijo que el Procurador, Marta Lucía Ramírez y Andrés Pastrana también deberían estar representados. Lo cual dificultaría cualquier negociación. Y luego está el tema de cómo consultarían esos negociadores con el bloque del No.
Las Farc, por su parte, han insistido en que los acuerdos firmados son inmodificables. De ahí la insistencia de Timochenko de que fueron registrados en Suiza como un tratado humanitario internacional. Aunque en la práctica esta encrucijada se tiene que resolver política y no jurídicamente eso poco importa.
El riesgo de este escenario, si las Farc no asume el golpe y en un acto de grandeza acepta que los jefes guerrilleros paguen cinco años en una colonia agrícola y que los que cometieron delitos atroces no vayan al Congreso, es que la renegociación se alargue indefinidamente.
Sostener un cese bilateral sin concentración y verificación más de un par de meses es muy complicado. Primero porque alimentar una tropa es costoso si no están delinquiendo para obtener rentas; y segundo, porque mantener quietos y sin un norte definido a casi seis mil combatientes es muy difícil.
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Un escenario que está contemplando gente de izquierda y que ve venir alguna gente del gobierno como la posibilidad que más le interesará a las Farc, es que el gran “pacto nacional” del que habla Uribe se daría en una Asamblea Constituyente, algo que pronosticó hace meses Héctor Riveros si ganaba el No y que por lo menos en el primer día post-uribexit salió tal cuál.
Podría ser una Constituyente mixta, en la que habría una representación corporativa como le gusta a las Farc con representantes de sindicatos, de organizaciones campesinas, etc y una representación por elección popular en la que si el uribismo repite la hazaña podría quedarse hasta con el 40 por ciento o más de las sillas.
A las Farc les interesaría esta Constituyente porque muy posiblemente terminaría ganando más de lo que ganó en la negociación de la Habana, como advirtió Riveros: “Si gana el NO nos veremos avocados a una constituyente, con participación de las Farc, que en términos de representación política es mucho más de lo que han logrado en La Habana. Si gana el NO la nueva negociación no será sobre los pocos temas que se han discutido en Cuba sino sobre todo, lo que ha sido una vieja pretensión de las Farc que no habían logrado en este proceso.”
A Uribe le podría interesar la Constituyente para, entre otras cosas, revivir la reelección y hacerla indefinida, además de reformar cosas como el artículo 42 de la Constitución que habla sobre la familia y que ha permitido que la Corte Constitucional lo interprete de tal forma que cabe el matrimonio entre homosexuales, por ejemplo.
Si entre Uribe y las Farc acordaran esta fórmula, que ya el Partido Conservador avaló oficialmente, y forzaran a Santos a aceptar una Constituyente ésta tendría que convocarse como fecha más cercana en marzo de 2017.
La ingenuidad: Según el artículo 376 de la Constitución, para convocar a una Asamblea Constituyente se necesita una ley aprobada por la mayoría de miembros del Senado y la Cámara que convoque al pueblo a una votación. Y el pueblo la tiene que aprobar con al menos la tercera parte de los integrantes del censo electoral. Es decir, con más de 10 millones de votos (casi el doble de los que votaron por el No).
A Juan Manuel Santos la Asamblea Constituyente es la opción que menos le conviene porque le quitaría la base de su gobernabilidad que es el apoyo mayoritario que tiene en el Congreso y porque echaría para atrás dos de sus principales legados hasta ahora: la eliminación de la reelección y la agenda progresista de libertades individuales.
Por eso es ingenuo pensar que alguien en el Congreso pueda radicar una ley para convocar la Constituyente y que esta sea aprobada por la coalición santista que tiene más del 75 por ciento de las curules. E incluso si esto sucediera, es improbable que 10 millones de colombianos salgan a votar en menos de un año por una fórmula que le interesa a las Farc así le interese a Uribe también.
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Este es el escenario privilegiado por Álvaro Uribe, según pudo deducir La Silla tras hablar con dos fuentes cercanas al Centro Democrático.
Consistiría en replicar un poco la situación que se dio en 2006 durante la negociación de paz con las Autodefensas Unidas de Colombia en Ralito.
En dicha oportunidad, tras las críticas que lideraron los entonces senadores Rafael Pardo y Gina Parody y la embajada gringa a la ley de Justicia y Paz presentada por Uribe como marco jurídico para la desmovilización de los paras, el entonces presidente se vio obligado a introducirle enmiendas que endurecieron las condiciones para los jefes de las Auc.
Como Uribe es senador “va a ir tramitando cosas vía proyectos de ley en el Congreso”, le explicó una de las fuentes a La Silla. Un ejemplo de lo que sería es la propuesta que hizo ayer el Senador de amnistiar a los combatientes que no hayan cometido delitos atroces y de blindar a los militares investigados, según otra ley que ha propuesto el Centro Democrático.
“Así Uribe recobra la institucionalidad para implementar los acuerdos sin el estado de transición ni la institucionalidad paralela”, explicó la persona cercana al ex Presidente.
Según la otra fuente del Centro Democrático, lo que quieren en el partido uribista es que se les reconozca la vocería de los del No para acordar con los voceros del Sí los correctivos al Acuerdo que se pueda tramitar en el Congreso, que luego se “informarían” a las Farc en la Habana.
La ingenuidad:Este escenario supone que las Farc no tienen más alternativa que aceptar el veredicto popular y someterse a la renegociación que haga el Establecimiento entre sí.
Parte del supuesto que la decisión de las Farc de firmar la paz ya es irrevocable y que ya no existe el riesgo de volver a usar las armas. Aun si este supuesto fuera cierto, la guerrilla tiene otros mecanismos de reestablecer “la bilateralidad”.
Por ejemplo, propiciando movilizaciones sociales en algunas regiones con organizaciones afines o bajo su control que pueden bloquear el aparato productivo en algunas regiones.
También está el tiempo que toma tramitar una ley por la vía ordinaria, que no estaría lista antes del próximo año y suponiendo que nadie la demanda ante la Corte Constitucional.
Esto implicaría que el cese bilateral tendría que mantenerse durante todo ese tiempo sin verificación, sin que los guerrilleros delincan para sostenerse, y sin que se presenten enfrentamientos fortuitos con el Ejército o grupos como la Bacrim.