Cuando el reloj marca la una de la tarde, en Las Mercedes no es hora de almorzar. Es hora de meterse a la casa.
En ese corregimiento de Sardinata, en el Catatumbo, a tres horas de Cúcuta, el debate sobre el Sí y el No, la renegociación del Acuerdo con las Farc, la prórroga del cese bilateral y el anuncio de la instalación de los diálogos con el ELN son anuncios de otro país.
Para los más de siete mil habitantes de este pueblo, la salida de las Farc de la guerra no ha significado un respiro sino un recrudecimiento del conflicto porque el EPL entró a llenar el vacío que dejó la guerrilla de Timochenko y que el Estado no ocupó.
Es un ejemplo más de cómo mientras el Establecimiento en Bogotá se toma su tiempo para hacer su paz interna, en los territorios el conflicto va tomando su propio curso. Que nunca es bueno.
“Cuando las Farc uno sabía que los hostigamientos eran en la noche, entonces en el día uno no estaba prevenido. Pero ahora, con los del EPL cualquier cosa puede pasar”, le dijo a La Silla un líder de Las Mercedes que pidió la reserva de su nombre por seguridad.
La hora cero en Las Mercedes la marca la salida de los niños del colegio. A ese fue el acuerdo al que llegaron los habitantes del corregimiento con el EPL luego de que le disparara a la escuela mientras los niños estaban en clase. Ahora hay marcas de bala en en el arco de baloncesto y en la puerta de la rectoría.
“A esa hora todo el mundo se mete en sus casas, ya cada uno sabe cuál es el mejor lado para resguardarse y si algún vecino lo coge por fuera el tiroteo uno lo ayuda a resguardar”, le contó a La Silla Rolando Méndez, rector del colegio.
El diario de la guerra
La bienvenida a Las Mercedes la da una virgen en una urna de cristal, protegida por una cerca de vidrio. Al lado de ella, un letrero reza en letras rojas: ‘Bienvenido a Las Mercedes, tierra de paz’.
El camino de entrada al corregimiento está en las mismas condiciones que la trocha que precede los 37 kilómetros que inician en el desvío de la vía Cúcuta - Ocaña, y que un carro cuatro por cuatro se demora hora y media en cruzar (antes del desvió hay que recorrer hora y media de carretera pavimentada desde Cúcuta). La de Las Mercedes es una carretera atestada de volquetas repletas del carbón que se extrae, en la mayoría de los casos, ilegalmente en la zona.
Las Mercedes es uno de los cinco lugares más peligrosos del Catatumbo, junto a San Calixto, Hacarí, el Tarra y La Gabarra, en Tibú. Allá no hay corregidor, no hay inspector de Policía, no hay ninguna autoridad civil que represente al Estado.
Varias cuadras de ese corregimiento de Sardinata, que tiene 46 veredas (solo cinco con electricidad y ninguna con agua) y 7.500 habitantes (2 mil en la cabecera) parecen las de un pueblo fantasma.
Los constantes ataques de la guerrilla a la Estación de Policía destruyeron varias casas, y las que quedan en pie solo están ocupadas de día porque en la noche sus dueños temen dormir en ellas.
Por esas tierras, que demarcan en el mapa de la guerra los límites del Catatumbo y que pasaron de dar cacao y café a producir coca en cantidades industriales, han desfilado todos los grupos armados que se han gestado en el país.
Primero lo hicieron las Farc, más adelante llegaron el ELN y el EPL, luego los paras y después de su desmovilización, volvieron las guerrillas. Ahora hay además un actor adicional que se mueve entre sombras pero que probablemente es el más poderoso de ese corregimiento y sus alrededores.
Se hacen llamar ‘Los Pepes’ de Norte de Santander. Son unos hermanos que según los registros de las autoridades, financiaron la entrada paramilitar en Las Mercedes al principio del 2000. Ahora coordinan el negocio del narcotráfico con el EPL en ese sector del Catatumbo.
“Son muy peligrosos y poderosos”, le dijo a La Silla una fuente que conoce muy bien la región.
La Silla supo que los están investigando como presuntos responsables de la desaparición de Henry Pérez, el líder del corregimiento La Gabarra en el Catatumbo, de quien desde hace ocho meses no se saben noticias.
Dentro de las hipótesis que están considerando las autoridades está que Pérez se oponía a la minería ilegal, que también es controlada por Los Pepes.
La fortalecida del EPL
En los últimos 40 años, varios episodios han marcado la vida de los pobladores de Las Mercedes: en el 98 fue la toma y la destrucción de la Estación de la Policía en un ataque conjunto entre el ELN, el EPL y las Farc, que dejó a varios uniformados muertos; en 2011, el ELN lanzó cilindros a la Estación, pero falló y cayeron encima de las casas; y desde que arrancó este año, ha sido la guerra sin cuartel del EPL, que desde que las Farc se replegaron en agosto del año pasado, empezó a expandirse y a aumentar su control.
“Mire anote bien”, le dijo a La Silla un líder de Las Mercedes. “23 de marzo, 26 y 27 de julio, 11 de agosto, 1 y 15 de septiembre. Estas son las fechas en las que durante este año hemos tenido que resguardarnos”.
La información la tenía guardada en un blog de notas en su celular. “Este es el diario de los hostigamientos”, continuó ese líder. “Yo lo llevo porque quiero tener claro cuándo han pasado las cosas. Las cosas están muy terribles acá por estos días. La guerra de ahora es mucho peor.”
Todo esos ataques han sido dirigidos a la Policía pero no siempre atinan. Por eso, desde hace varios años, los habitantes de Las Mercedes están intentando que la Estación de Policía sea reubicada en un lugar que no represente peligro para ellos.
Si bien en 2013 lo lograron, y la Corte Suprema de Justicia en un fallo de una tutela le ordenó a la Alcaldía y a la Policía mover la estación, hoy sigue en el mismo costado del parque principal. Y la nueva que va a ser construída está en el mismo parque, solo que en un costado diferente y en el mismo lugar en el estaba la estación que fue destruida en el 98.
Por esa razón, este año la Defensoría del Pueblo de Norte de Santander ya ha promovido dos desacatos a la tutela de 2013.
“Esta ha sido una pelea difícil. Nosotros ganamos acá el pleito, pero cuando llega a Bogotá lo perdemos”, le dijo a La Silla Jorge Villamizar, defensor del Pueblo de Norte de Santander.
“Este es el segundo desacato que nos revocan en Bogotá, cuando es un hecho evidente que la nueva estación la van a construir en la mitad del mismo parque, y en el mismo lugar en el que fue destruida en el 98. Aquí están poniendo en peligro a los campesinos.”
En la Defensoría no saben si insistirán con un nuevo desacato y en Las Mercedes están asustados porque si los ataques siguen como van y la Policía insiste en meter la estación en la mitad del parque, “van a terminar de destruir el pueblo”, dijo un líder de las juntas de acción comunal del corregimiento.
La otra cara
Del otro lado de los bultos verdes llenos de arena forrados de plástico negro que atrincheran a los policías de la subestación de Las Mercedes, se vive la otra cara de la guerra.
El día que La Silla llegó a ese corregimiento los policías acababan de hacer su relevo -cada seis meses lo hacen porque esa es zona roja- y el ambiente estaba tenso.
“Acá les dan la bienvenida. Eso no demora en armarse el tiroteo otra vez”, dijo un poblador de la zona mientras señalaba con sus manos las montañas que rodean el corregimiento. “¿Si ve que estamos como en un hueco? Los francotiradores tienen tiros precisos”.
Ese día el comentario entre la gente era que había llegado el Grupo de Operaciones Especiales (Goes) en vez del Escuadrón Móvil de Seguridad Rural (Emcar) -una diferencia que La Silla no entendió pero que a los campesinos les parecía relevante- y los policías de rutina. El Ejército no había aparecido.
Hace al menos seis meses que el Ejército no pisa Las Mercedes, y sin ellos en la zona es bien sabido que la Policía se convierte en el peligroso adorno del paisaje.
“Aquí lo que hacen es poner policías de carnadas de leones”, dijo a La Silla Gabriel Martínez, párroco del corregimiento. “El Estado nos ha pasado por encima y por debajo. Dígame ¿qué pueden hacer esos policías allá encerrados? Si salen, los matan”.
En las garitas el ambiente es de zozobra. Todos los policías vienen de prestar servicio en diferentes partes del departamento, se conocen hace solo 15 días y desde que el helicóptero los dejó en una de las montañas del corregimiento, no han salido de la Estación.
Todos saben lo que les va a tocar en los próximos seis meses, que es el tiempo que estarán en Las Mercedes. Cada uno está conociendo los rangos de visión que tiene, vigilando sus flancos y pendiente de que en cualquier momento aparezca el primer tiro desde la montaña.
“A nosotros nos dijeron que estuviéramos pendientes de una señora con mellizos que vive en una casa diagonal a las garitas de la Estación; que si salía era porque nos iban a recibir y como salió, todos esperábamos anoche lo peor. Yo la verdad no pude dormir”, le dijo a La Silla uno de los policías recién llegado.
“Yo tengo una hija de seis años, ella cree que yo soy un superhéroe y la mamá me contó que ella le está pidiendo súper poderes a Dios para venir a salvarme”.
En el corregimiento se da por hecho que antes del próximo fin de semana, ya habrán tenido su primer enfrentamiento. Será una noticia que seguramente no tendrá espacio en los medios nacionales, concentrados como están, en los temas de la paz.