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Lo que pasa en los Andes

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La semana pasada tuve el mismo grupo de estudiantes dos veces en mi oficina. La primera vez fue justo después que otros estudiantes, usando máscaras para cubrir sus rostros, los rodearan y amenazaran con armas de juguete. Los mismos agresores iniciaron después una campaña de matoneo en las redes sociales, tan intensa que los estudiantes en mi oficina tenían miedo- miedo de ir a clase, de subir a un ascensor lleno de desconocidos, miedo de venir a la universidad.

En ese primer momento la preocupación me llevó a indagar con mis otros alumnos- los que ni tienen miedo ni agreden a sus compañeros- por lo que estaba pasando en los Andes. Me sorprendió fue la sonrisa de sorna: “Pailas los chompos” me dijo uno casi riendo y a manera de ilustración. “Son muy boleta,” aclaró. “¡Muchos chompos!” ofreció otro, para calificar (como la Silla Vacía hablando de Trump!) el comportamiento odioso, y chabacano, del grupo de agresores enmascarados.  

La segunda reunión con los estudiantes agredidos fue muy distinta. En una semana al parecer sí se abrieron investigaciones siguiendo un nuevo protocolo que sanciona las agresiones virtuales y presenciales. Las autoridades de la universidad apoyaron a las víctimas, en especial la decana de derecho y el decano de economía. Y los alumnos sintieron que en medio de la indiferencia de la mayoría, muchas personas, personas con poder y carisma en los Andes, estaban de su lado. Algunos de los agresores incluso se disculparon.

Pero por supuesto, esto aún no explica lo que pasa en los Andes.

Luego de pensarlo varios días, y diré que mi ritmo no es el de las noticias, creo que tengo un par de respuestas posibles, y cedo a la presión por publicarlas el blog antes de estar del todo segura…

La primera respuesta posible a qué pasa en los Andes es que no pasa nada nuevo. Los Andes es parte de una sociedad en la que persiste un mundo social que goza con la humillación de quienes han sido históricamente discriminados y excluidos. Es un mundo feroz de jerarquías de todo tipo, alimentadas por el miedo, por el goce de pertenecer a un grupo y por la indiferencia al dolor propio y al ajeno. Era el mundo al que aspiraban los paramilitares en la Costa Atlántica, y por el cual aún suspiran desde sus motos, y era el mismo mundo que cuando yo era estudiante escribía mensajes de odio contra negros y costeños en los destartalados baños de los Andes de los años ochenta…

Una segunda respuesta posible a lo que pasa en los Andes es la emergencia de un cambio de época que profesores y autoridades tratamos de ocultar. El  mundo en el que surgió los Andes, y en el que ha llegado a ser hoy la tercera universidad del país, y la primera de las universidades privadas, está quizá a punto de dejar de existir.  Los Andes es después de todo una institución creadas por elites económicas que abrazaron el ethos del Frente Nacional, y que le apostaron a la ciencia y las ideas de modernidad y progreso como antídoto a la violencia. Es una institución liberal en el sentido más amplio y no de partido, y que como liberal le ha tenido siempre temor a la política de masas. No al poder, por supuesto, sino a la política como confrontación y odios, como marchas masivas, y tomas, y peleas. Es una institución que por lo general ha creído que en política, lo mejor es no hablar de eso.

Los Andes ha pensado, hemos pensado pues allí he pasado buena parte de mi vida adulta, que terminada esta guerra con las guerrillas comunistas, el futuro nos pertenece. Es decir, le pertenece a las ideas de civilidad y tolerancia que con mayor o menor intensidad machacamos muchos de sus profesores y al proyecto de inclusión social por la vía inclusión en los mercados (y en las empresas) que promueven sus directivas. Le pertenece, por ponerlo de otra forma, a la visión del Presidente Santos de un país en el cual el desarrollo económico trae la “prosperidad para todos” y la convivencia pacífica. Y que a ese futuro estamos dispuestos como universidad a llevar al país, de la mano de la ciencia.

Yo creo que estamos equivocados. El futuro, que hay que abrazar porque es inevitable, será político, y no científico.

El triunfo de las democracias como forma de gobierno trae profundas divisiones que la guerra fría y el Frente Nacional intentaron contener. Terminada esa época, incipit vita nova. El conocimiento, en el sentido de la ciencia, y de la razón de los argumentos, es apenas una de las banderas en pugna, y tendrá que batirse en las calles y en las urnas contra la revelación de las iglesias, contra la risa de los chompos y los trolles, contra el proyecto político de las antiguas exclusiones.  Así, lo que pasa en los Andes es lo que pasa en el mundo: el nuevo y el conflictivo mundo de principios de siglo XXI, magnificado por las redes sociales y no ya por la prensa. Un mundo que ya estamos saboreando en las elecciones de este inolvidable año y que debemos entender, empezando quizá por intentar entender lo que pasa en los Andes...


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