Por Jorge Mahecha* (@JorgeMahecha)
Se acerca el inicio del año escolar para miles de colegios públicos en Colombia y con este el periodo de actividades de desarrollo institucional. Es el momento ideal para que los profesores revisen 1) qué se va enseñar, 2) cómo, y 3) cómo se va a evaluar formativa y sumativamente.
El qué se va a enseñar se refiere a los objetivos educativos: establecer qué destrezas, habilidades, competencias, como les quiera decir, van a lograr los estudiantes. Aprender a desempeñarse de forma competente y flexible es la meta general, sea en educación física o en matemáticas Las destrezas como la coordinación gruesa o la capacidad de resolver problemas de optimización no se desarrollan sobre la nada; obviamente se necesita aprender ciertos contenidos pues estos son el contexto del aprendizaje: el dilema habilidades o contenidos es por lo tanto, absurdo. Contenidos, hay muchos, y en los currículos de muchos colegios que he conocido, demasiados. Los niños no aprenden de dinosaurios por los dinosaurios en sí, sino por ejemplo, para aprender a hacer comparaciones de objetos. Igual pasa con el “descubrimiento” de América. Es un tema perfecto para entender que la historia se cuenta dependiendo de los intereses políticos del que la cuente: para unos, el amable proceso de iluminación a unos salvajes de la mano de intrépidos exploradores; para otros la usurpación territorial y el genocidio de culturas enteras a manos de mercenarios de poca monta. Hay que saber escoger los temas con criterio. No me he encontrado el primer profesor que manifieste su desacuerdo con que respecto a contenidos “menos es más” y que es mejor ver menos temas pero con mayor profundidad. Tampoco me he encontrado muchos profesores o colegios que se comprometan de verdad con ese principio. Muy innovadores de dientes para afuera, pero al final terminan siguiendo los índices de los textos escolares como verdades reveladas.
Cómo se va a enseñar se refiere a qué se va hacer en las clases para cumplir con los objetivos. Si se quiere que los estudiantes aprendan a escribir, hay que ponerlos a escribir. Si el objetivo es que aprendan a resolver X tipo de problemas hay ponerlos a resolver ese tipo de problemas. Saber los pasos que hay que seguir, las cosas que hay que hacer. Muy distinta es una clase donde los estudiantes tan sólo oyen hablar a alguien y aprenden esa difícil habilidad de sentarse derechos y poner cuidado, a otra en la que están discutiendo lecturas con una guía que su profesor hizo, o recogiendo datos, o dándose cuenta de un patrón, de una regla, o de una forma de hacer las cosas. Este es uno de los más importantes significados de esa frase de moda de que “los estudiantes son el centro del aprendizaje”. Planear clases así es bastante exigente; muchos lo seguimos aprendiendo. Requiere tener en mente una secuencia de experiencias de aprendizaje, y saber hacer cambios inteligentes en la medida que las cosas salen o generalmente, no salen, como se pensó. Pero las ganancias asociadas son importantísimas. A los docentes les inicia en la práctica reflexiva de su profesión y a los estudiantes les garantiza calidad en su derecho a la educación. Mucho ojo Rectores y Coordinadores con los mercachifles que les citen autorcitos para argumentar que “el fenómeno educativo es muy complejo y nunca se puede saber que va a pasar”, y entonces no planean clases. Semejante perjuicio a los niños no se puede tolerar.
Por último, está el tema de la evaluación formativa y sumativa, que sirve para saber cómo va el proceso y a qué término llegó, respectivamente. “Cuando el cocinero prueba la sopa, eso es formativo, cuando la prueba el cliente, eso es sumativo” dicen que dijo un famoso evaluador para entender esta diferencia. Los profesionales del diseño de experiencias de aprendizaje evalúan de acuerdo a lo que se propusieron lograr y a cómo hicieron para lograrlo. No emboscan a sus alumnos con evaluaciones cascareras, llenas de, por primera vez en el bimestre, preguntas “de pensar”, para las que “solo había que integrar lo que vimos en clase; es que ustedes no pueden aspirar a que todo se les de así, masticado”. La gente no es bruta. Aprende lo que le enseñaron, que es muy distinto. Si todo el semestre estuvieron aprendiendo las etapas de la “conquista” y luego les pidieron que escribieran un ensayo donde comparen desde una perspectiva crítica los procesos de colonización en América y África, cuando jamás existió el contexto para esto, es obvio que a los estudiantes les va a ir mal. Los practicantes reflexivos y los evaluadores éticos revisan sus objetivos, su metodología o sus evaluaciones y hacen que coordinen para superar estos problemas y que se produzca aprendizaje.
Pensar en estos asuntos complejos toma tiempo y es importante que los profesores tengan el tiempo y las condiciones de apoyo institucional para hacerlo. Este inicio de año es una oportunidad como pocas para que los profesores revisen lo más importante de su labor: cómo van a aprender sus estudiantes. Ojalá que parte significativa de esta temporada pueda ser aprovechada en muchos colegios oficiales de Colombia en esta dirección, y no se pierda el tiempo socializando misiones, visiones y similares que en realidad aportan poco y nada al qué hacer de los profesores en las aulas. Todas dicen lo mismo: que van a formar un dechado de cualidades intelectuales y morales, y que en cuatro años van a ser los mejores de su liga: sea la localidad Rafael Uribe Uribe, la UNCOLI, Bogotá o Colombia. En vez de dar pie a descaches tan trágicos como el de este vínculo, mejor dedicar el tiempo a planear bien las clases.
*Mágister en Educación, CIFE, Universidad de Los Andes