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La sucesión de Petro

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Ha pasado casi un mes desde que el Procurador ordenó la destitución del Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Las estrategias jurídicas y políticas del Alcalde para tratar de quedarse parecen no ser suficientes para lograrlo. La única expectativa real que aún queda es la de las medidas cautelares que pueda adoptar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero los más conocedores de esas materias la ven como una posibilidad remota.

El Alcalde interpuso una acción de tutela que está en trámite pero el Tribunal negó la suspensión de la destitución y hay cada vez más reconocimiento a que algunos de los argumentos de Petro pueden ser razonables pero que habría que cambiar las normas para que así fuera porque nuestro ordenamiento le ha otorgado esas facultades a la Procuraduría y la Corte Constitucional no solo lo ha aceptado sino que ha tenido una interpretación a favor de los órganos de control. Así que el tema de las facultades de la Procuraduría es un debate para después pero no para el caso del Alcalde de Bogotá.

La “movilización” como la llama el Alcalde, que es su estrategia política, parece congelada. La marcha de ayer fue menor de lo anunciado y lo esperado y sustancialmente más pequeña que la de los dos primeros días después del anuncio. El desafío de los promotores de movimientos de “indignados” es que la movilización crezca porque si se estanca se vuelve de un grupo que poco a poco va languideciendo y también está claro a esta altura del partido que hay un alto porcentaje de ciudadanos que no estamos de acuerdo con la decisión del Procurador pero que tampoco estamos suficientemente motivados para que la defensa de una alcaldía mediocre se convierta en la gran causa.

Quiérase que no la hora de hablar sobre la sucesión de Petro está cada vez más cerca. Si el Procurador confirma su decisión pronto –como se espera- el Presidente convocará a elecciones atípicas que podrán ser el 9 de marzo, día de la elección de Congreso. Si ello es así los más probables candidatos serían Francisco Santos, Germán Vargas Lleras y Carlos Vicente de Roux. Candidatos de primera línea con lo que se desvirtúa la teoría de que a nadie le interesa la Alcaldía por 18 meses. No, claro que la Alcaldía de Bogotá es muy atractiva y siempre habrá candidatos de primera línea.

Lo de “Pacho” es obvio, él se muere de las ganas, el uribismo necesita resarcirlo de alguna manera, tiene reconocimiento y favorabilidad como para creer que puede ganar.

La candidatura de Carlos Vicente de Roux es inevitable. El progresismo no tiene otro candidato con suficiente reconocimiento, pero además De Roux tiene el conocimiento, los méritos y la capacidad para ser un gran alcalde. Ya Antonio Navarro lo ha insinuado varias veces. Aquí la duda es qué va a hacer Petro. No sería raro que sea más radical en su posición y decida llamar a la abstención para no legitimar su salida. Sería un nuevo error porque la izquierda no va a encontrar otro candidato mejor que De Roux y no sería descartable que pueda ganar la elección con la bandera de la continuidad de las políticas de Petro, que son muy populares en los estratos socio económicos más bajos de la ciudad.

La aspiración de Vargas Lleras resulta para muchos impensable. Creen que no se metería en eso porque en año y medio no se alcanza a hacer nada.  Pero ese cálculo depende también de cuales son las otras posibilidades del eventual candidato y la verdad es que ¿qué poner a hacer a Vargas en un segundo gobierno de Santos? Es una de las preguntas más difíciles de responder en el ajedrez de la “Unidad Nacional”. Pero ¿qué quisiera Vargas hacer? es cosa que él mismo no sabe responder.

¿Un nuevo ministerio?, pero ¿cuál y para qué? Su paso por el gabinete de Santos fue muy exitoso y tener más réditos políticos en otro ministerio no parece suficientemente rentable electoralmente hablando en la perspectiva de su candidatura presidencial del 2018. ¿Una embajada? Podría ser, pero no le serviría políticamente.

Pasada la elección y reelegido Santos, si es que ocurre como parece, Vargas tiene tres posibilidades: jugar a que el segundo turno del Presidente será lo suficientemente bueno como para que la gente quiera que el sucesor sea alguien aliado de Santos; empezar a deslindarse en la idea de que el segundo período no va a ser bueno y dentro de cuatro años la gente no va a querer más santismo; o –como lo ha hecho hasta ahora- un poco de santismo pero personalidad propia.

Vargas no ha apoyado abiertamente el proceso de paz, que es la principal bandera del Presidente, a pesar de lo cual es el presidente de la junta directiva del Centro de Pensamiento que prepara la propuesta electoral de Santos. Vargas ha estado relativamente callado desde que salió del Ministerio de Vivienda y estuvo a la retaguardia en el momento difícil de los paros campesino y minero.

Postularse a la Alcaldía, obtener una muy alta votación y probablemente ganar la elección lo ratificaría como un jefe político con cauda propia y no simplemente heredada de Santos. Si la elección es el 9 de marzo su postulación ayudaría a la lista de Cambio Radical al Senado que tiene dificultades para alcanzar el umbral y podría obtener dos o tres curules más de que la que tendría si Vargas no es candidato. Entraría directamente a la contienda con el uribismo y le disputaría los votos de Bogotá al expresidentes, incluidos los de una buena parte de los estratos altos que siguen siendo uribistas.

Además de las ventajas puramente electorales, la posibilidad de que Vargas en 18 meses tome dos o tres decisiones en materia de movilidad, que haga alguna obra visible -incluso no grande sino algo tan básico como tapar huecos- y que asuma la bandera de la seguridad ciudadana para pedir “mano dura” contra los ladrones, le darían el escenario que hoy no tiene y que no va a tener en un nuevo gobierno de Santos. Actuar en temas tan populares como arreglar las vías de Bogotá o protestar por la inseguridad podría ser lo que le faltaría a Vargas para aspirar con mayores posibilidades en el próximo período presidencial.

Ahí están los tres candidatos. Los demás que tendrían posibilidades o no quieren o no pueden.


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