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Lo verdadera apuesta del Gobierno es a que salga el acuerdo de paz en la Habana. Pero mientras se firma, el Gobierno está en una encrucijada. |
Los asesores más cercanos a Juan Manuel Santos dicen que el Presidente “se levanta, come y duerme pensando en la paz”. Pero desde afuera la sensación que existe es que él está gobernando como si este fuera su quinto año de Gobierno y no el primero de la paz.
“El Presidente no ha entendido que él perdió las elecciones. Sigue gobernando como si la gente lo hubiera elegido a él y no a la paz”, dijo a La Silla un político santista preocupado por la caída en picada del Presidente en las encuestas.
Una muestra de ello fue la actitud del gobierno tras la publicación de los acuerdos logrados hasta el momento con las Farc. Como contó La Silla, el potencial transformador de lo pactado es inmenso y sin embargo lejos de producir un viraje en el debate público, lo negociado fue rápidamente desplazado por las noticias sobre James y Falcao.
El Presidente y su ministro del Interior no aprovecharon el momento para hacer pedagogía sobre las oportunidades y los retos que se avecinan si se firma un acuerdo con las Farc, sino que optaron por hacer énfasis en que lo publicado desvirtuaba los rumores creados por los uribistas alrededor de lo pactado en la Habana.




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En el alto gobierno reconocen que la publicación de los acuerdos los cogió sin una estrategia de comunicación definida al respecto. Nadie se había dado cuenta de que estos habían sido publicados hace tiempo en la página de las Farc y la desinformación de los uribistas sobre lo supuestamente negociado ya estaba haciendo mucho daño. Pero una semana después, la estrategia de comunicación sobre los acuerdos sigue en elaboración.
Un asesor de Santos le dijo a La Silla que en realidad “El grado de indiferencia frente a los acuerdos es parte del diseño.”
“Hay una ambiguedad en el discurso del presidente porque se hizo elegir por la paz pero no quiere estar preso del discurso en la Habana”, opina alguien que ha estado cerca a la negociación. “Los acuerdos de la Habana es lo único que le interesa al Presidente pero tiene que disimular que no es así. Son como la amante.”
La lógica que impera en el Alto Gobierno es que entre más se comprometa Santos públicamente en su discurso con la Habana más débil políticamente queda en la mesa de negociación frente a las Farc y por fuera, frente al uribismo.
Por eso, a pesar de que Santos fue elegido para ser “el gobierno de la paz”, la paz no es el guión que atraviesa el discurso de su gobierno. No lo fue a la hora de nombrar su gabinete y tampoco ha permeado su agenda legislativa. El debate político hoy es sobre el tribunal de aforados en la reforma del equilibrio de poderes.
Ni siquiera es el argumento utilizado por el gobierno para cobrar el impuesto al patrimonio. Han dicho que es para hacer de Colombia el “país más educado de Latinoamérica”; que es para hacer las carreteras; que es para tapar el hueco fiscal.
La paradoja es que lo pactado en la Habana sí termina determinando bajo cuerda mucho de lo que pasa o deja de pasar en el Gobierno porque es la absoluta prioridad de Santos.
Según le dijo a La Silla una fuente con conocimiento de primera mano, la directriz del Gobierno frente a la reforma de equilibrio de poderes es que no se metieran con nada que interfiriera con la negociación en La Habana. Entonces, temas como el umbral para conformar partidos políticos están vedados pues lo acordado con las Farc es que la existencia de un partido no debe depender de alcanzar cierto umbral.
La ley de desarrollo rural, que está en cocción desde que Juan Camilo Restrepo era ministro, sigue sin presentarse pues mucho de lo que aparece allí es lo pactado con la guerrilla en el tema agrario.
Lo acordado con las Farc refleja lo que los técnicos de Planeación Nacional llevan diciendo desde hace años qué se necesita hacer para sacar al campo de su atraso: actualizar el catastro, cobrar un impuesto predial que refleje el verdadero valor de las tierras, implementar un plan de desarrollo integral para el campo, sacar un estatuto de oposición.
Sin embargo, el gobierno no puede ir haciendo nada de esto porque el proceso está diseñado para que las Farc puedan cobrar políticamente las reformas que se hagan. Para que así como los desmovilizados del M-19 se ufanan de que la Constitución del 91 y la consiguiente democratización del país es su logro, las Farc puedan conseguir votos con el discurso de que fueron ellas las que sacaron al campo de su atraso.
“Este es un gobierno que avanza pero que no puede hacer nada con los avances”, dice un analista. El asesor de Santos agrega: “La agenda real viene después de los acuerdos.”
Lo problemático de este esquema de bajarle públicamente el perfil a los acuerdos logrados con las Farc –que bajo cualquier punto de vista son un logro inmenso si se tiene en cuenta que lo que aparece allí fue pactado con una guerrilla que hasta hace poco desconocía completamente la legitimidad del Estado- es que se posterga el trabajo de convencer a los colombianos que refrenden los acuerdos pese a lo mucho que odian a las Farc. Iniciativas privadas como la campaña del Soy Capaz terminan cayendo en un vacío publicitario pese al esfuerzo de decenas de empresas y particulares.
Y por el otro, el país no comienza a prepararse institucionalmente para el día después de la firma de los acuerdos y todos los expertos dicen que ese primer año es fundamental para garantizar la estabilidad de un tratado de paz.
Según ha quedado en evidencia en los debates que ha citado la Comisión de Paz del Senado, el gobierno no tiene nada listo para ese posconflicto. Un pequeño ejemplo es el Fondo de Tierras, que como contó La Silla, no podrá obtener las tierras de donde dice el acuerdo salvo que el Gobierno le ponga toda la voluntad política a superar los cuellos de botella, una voluntad que por ahora no ha demostrado.
“Este gobierno de la paz no tiene nada listo para el posconflicto”, dice la senadora verde Claudia López, miembro de esa comisión. “Han costeado cero lo que va a costar la implementación de los acuerdos. A la comisión de paz nos tocó hacer la tarea y sobre eso vamos a hacer el debate el próximo martes.”
Mientras algunos, incluso dentro del gobierno, opinan que el Presidente está en "actitud zen" y que ha delegado la mayor parte de su gobierno en Germán Vargas Lleras y el ministro de la presidencia Néstor Humberto Martínez, sus asesores más cercanos dicen que Santos está totalmente dedicado a trabajar en función del posconflicto. Que por ejemplo en el viaje reciente a Estados Unidos estuvo haciendo gestiones para conseguir recursos internacionales para financiarlo. Y que en el más reciente consejo de ministros le pidió a cada uno de los miembros del gabinete que identificara a partir de los acuerdos publicados las tareas que se tienen que cumplir desde cada ministerio para implementarlos y cuánto costaría.
Cumplir esa tarea será fácil. Pero eso no elimina el dilema en el que se encuentra el gobierno.
¿Reflejará el Plan de Desarrollo lo pactado con las Farc hasta ahora que en realidad es el plan de desarrollo para el campo durante los próximos diez años? Si sí lo hace, las Farc dirán con razón que el Gobierno ha decidido ejecutar los acuerdos de manera unilateral y no concertada con ellos y con la participación masiva de la comunidad. Si no lo hace, y la paz se firma el otro año, no estará ni la plata ni las instituciones necesarias para cumplir con los acuerdos. Ni el corazón de los colombianos.