Esta tarde, después de cinco días de dudas y zozobra, el Ministro de Defensa Luis Carlos Villegas dijo -evitando usar la palabra secuestrada- que ya está claro que el ELN sí tienen a la periodista colombo española Salud Hernández-Mora y a los periodistas de RCN Tv Diego D’Pablos y Carlos Melo, lo que significan que están. Eso significa que quien fuera una una de las principales defensoras de los secuestrados se convirtió, lamentablemente, en una secuestrada.
Aunque Hernández-Mora es conocida por sus columnas en El Tiempo, muchas veces muy críticas, por sus participaciones en programas de opinión como Hora 20 y por sus posiciones fuertes contra la negociación de La Habana y el gobierno de Juan Manuel Santos, buena parte de su trabajo en Colombia ha sido a favor de los secuestrados.
Su novela Acorralada nació de conversar durante dos años con una madre que sufrió el asesinato de su esposo y el secuestro de su hijo.
Esta señora recibió apoyo de la fundación País Libre, creada por el ex vicepresidente ‘Pacho’ Santos, quien la creó tras ser secuestrado en los años 90.
Santos y Hernández-Mora se conocieron en las marchas del No Más, de 1999, que organizó Pacho como forma de movilizar a la sociedad contra el secuestro después de dos secuestros masivos que hizo justamente el ELN, el de la iglesia La María de Cali y el del avión de Avianca en Santander.
Después de conocerse, como dice Santos, Salud “se metió mucho en el tema”, y por eso él la llevó al consejo directivo de País Libre, en la que sigue hasta hoy. Y es uno de las tres presidentes honorarios que Pacho dejó en ese consejo.
Ese activismo a favor de los secuestrados también se ha visto en su trabajo como periodista.
“En una época en que era un gran flagelo, fue fundamental también visibilizando qué era el secuestro, cómo era, sensibilizar a la sociedad para que entendiera que los negociadores no eran los malos del cuento sino que ayudaba a mantener a los secuestrados vivos, y que la responsabilidad era ante todo de los secuestradores, y luego del Estado”, explica Jonathan Luna, durante varios años asesor jurídico de la Fundación.
“Ella ayuda con medios”, confirma Pacho Santos.
“En una época trabajó muy cercana a la Fundación, como apoyo en casos, tuvimos un grupo de víctimas de secuestro y armamos un dossier para la Corte Penal Internacional y la Comisión Interamericana”, cuenta María Consuelo Jáuregui, la actual directora de País Libre. “A algunas familias las acompañó en todo el proceso para visibilizar los casos, publicó varios de ellos en sus columnas”
En todo ese proceso, como le dijo Hernández-Mora a La Nación de Neiva, se hizo muy cercana a las familias de los secuestrados. Y quienes la conocieron en ese papel coinciden en que tiene una faceta humanitaria que se revelaba en esa labor, que contrasta con su imagen pública y que es la más importante y valiosa para las víctimas.
La Salud de los secuestrados
“Siempre con un bajo perfil, en silencio, Salud acompaña a los familiares en lo psicológico y les ayuda a hacer gestiones”, explica Santos. “Se convierte casi en otro familiar de los secuestrados”.
“Ella no hacía la parte técnica, que hace la Fundación, sino que acompañaba a los familiares, para que sintieran que no estaban solos. Los llamaba, hablaba con ellos, les daba fuerza”, dice Luna.
“Es una mujer increíblemente solidaria. Se pone inmediatamente del lado de cualquier persona que ve sufriendo o que ve que sufre una injusticia. Tiene una calidad humana impresionante y las víctimas lo han sentido”, dice Jáuregui.
Por ejemplo, Salud ha acompañado a familias a buscar restos de sus familiares desaparecidos, ha ido con ellos a audiencias en la Fiscalía (“a la hora que sea”, anota Jáuregui), ha conseguido que las autoridades les den protección a las que están amenazadas.
Por eso, muchas víctimas han seguido en contacto con ella, y también es en muchas ocasiones la que lleva a nuevas víctimas a País Libre, según cuenta Jáuregui.
El testimonio de uno de esos familiares, que pidió a La Silla no revelar su nombre por problemas de seguridad, muestra hasta dónde Salud va más allá del deber, como dice Santos.
“Salud entrevistó a mi familiar para una nota para el Mundo de España. Al terminar, le dio su celular y le dijo que el día que necesitara cualquier cosa, la llamara. Pocos días después los criminales asesinaron a otro familiar. Así que la llamamos, le contamos y nos dijo que fuéramos a País Libre”, cuenta la víctima.
“Para mi fue muy difícil cambiar de ciudad. Yo trabajaba de domingo a domingo con mis animales, mis empresas. Venir acá ha sido muy duro para mi. Ella me ayudaba, me relacionaba, me invitaba a fincas. Hacía mi vida más amena y diferente”, continúa, animándose al recordar.
“Fue mi psicológoca. Ella fue mi psicóloga. Me hizo sacar todo lo que tenía dentro de mi y me ayudó a empezar a sanar” es lo que cuenta, ahora con un dejo de angustia en la voz. “Yo sentía un alivio de haberla conocido y haber contado con ella. Yo estaba en una depresión profunda cuando llegué a la ciudad que llegué. Y ella me sacó de esa depresión”
Por eso la relación no es la de un psicólogo o un consejero con una víctima. Es otra, más humana, mucho más personal. “Fue penetrando a mi casa y ella se convirtió en mi amiga. No, amiga no, yo diría que es mi hermana”.
Paradójicamente, ella -que siempre trató de ponerse en los zapatos de los secuestrados- hoy los lleva puestos.
Nota de la Editora: después de publicada esta historia, modificamos el título.
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Las cinco cosas que revela la desaparición de Salud Hernández-Mora
- Salud Hernández-Mora ha sido tan periodista como activista a favor de los secustrados
- Una faceta menos conocida pero más humana de la periodista